El gran Isaac Bashevis Singer hace decir a un personaje demonio, nueve metros tierra adentro, que el hombre es el desecho de la creación, despojo, donde se cuece el pecado, error de Dios. “Pero, ¿qué hacen los humanos?”, pregunta el pequeño diablillo, y su madre responde: “Daño, solo daño. Pero eso les ocupa el tiempo y nos dejan en paz”.
He vuelto a ese relato del Nobel polaco-estadunidense, “Shidda y Kuziba”, contenido en el volumen El Spinoza de la calle Market (Plaza & Janés, 1992), cuando se conoce la barbarie de Tultepec que conjuga, como pocos horrores en este país asolado, la galería de la desesperanza: pobreza, marginación, hacinamiento, indefensión, violencia, muerte, feminicidio, infanticidio y tráfico de drogas.
Ese peligroso coctel de una localidad célebre por su industria pirotécnica, su pulque y sus mamuts está a solo 45 kilómetros de Ciudad de México. La miseria que exhibe la escena del crimen puede ser endémica de casi todo el país, pero combinada con la salvaje operación que se deduce de la muerte de toda la familia, sin importar edad ni género, más el uso de por lo menos tres armas diferentes a partir de los casquillos abandonados, nos habla de uno de los sucesos más ominosos de que se tenga memoria.
Esta matanza en territorio mexiquense es el enésimo llamado de atención a un gobernador omiso, ocupado en la promoción de su imagen, el reparto de tarjetas con dádivas y quedando bien con el Presidente y con Claudia Sheinbaum, frente a una ola delictiva que lo rebasa desde el primer día de su gestión.
La ocupación del narco en territorios agrícolas del municipio de Villa Guerrero, como se ha comentado aquí antes, con el cobro en vigor de cuotas por tamaño y tipo de cultivo, rivaliza en prevalencia con el cotidiano asalto a mano armada al transporte público en la zona conurbada y el secuestro. Sin olvidar a dos de los más cruentos criminales, feminicidas seriales, acaso por eso llamados “los monstruos” de Ecatepec y Toluca.
Vuelvo a los demonios de Bashevis Singer: “Cuando Dios creó el último de todos los mundos, la Tierra (…), solo por un instante distrajo su vista y produjo al hombre… una mala mezcla de carne, amor, estiércol y lujuria”. Hay otros, como los homicidas de Tultepec, que pueden ser pesadillas peores hasta para otros demonios.
Alfredo C. Villeda
@acvilleda