Por los buenos oficios de mi amigo Edson Alamilla ha caído a mis manos el libro Ser Elvis: una vida solitaria, escrito por el veterano Ray Connolly y editado por Alianza en español este año (salió en Gran Bretaña en 2016), con una portada que exhibe un close up del carismático Rey del Rock.
Solo entrarle al prólogo es un imán: el volumen te ha atrapado. Después de narrar dos charlas, una con Bob Dylan y otra con John Lennon, el autor resume: “Aprendí básicamente que, en el fondo, las estrellas de rock en realidad solo son fans maduros. Por muy famosos y célebres que fueran ya por entonces, Dylan y Lennon seguían siendo fans del hombre que los había iniciado en la música y seguían fascinados por los sonidos que habían marcado su juventud. Elvis había disparado sus sueños adolescentes, como los de Paul McCartney, Keith Richards, Bruce Springsteen y muchos más. Igual que los míos, aunque en mi caso llevara mi carrera en otra dirección”.
A lo largo de un prólogo, 43 capítulos y un epílogo, Connolly nos conduce a un viaje por la vida vertiginosa de un hombre que tenía todo, rodeado de gente que solo quería servirlo y admirado por multitudes, recibido por dos presidentes, celebridades, legisladores, deportistas, procurado por novias a las que regalaba autos y diamantes. Un tipo que rebasando los 40 solía hablar de él en pasado, como si ya hubiera muerto sin dejar, según él, nada grandioso, atormentado por la idea de no haber podido convertirse en una gran estrella de cine.
El capítulo 33 es una delicia. Una riña familiar lanza a Elvis a un insólito viaje de dos días, tomando aviones de aquí para allá por diversas ciudades estadunidenses, que acaba en la Sala Oval de la Casa Blanca con el mismísimo Richard Nixon. Consta en fotografías incluidas en el volumen la entrevista en la que el presidente bromea por el atuendo “muy loco” del Rey, que le responde: “Señor Presidente, usted tiene que hacer su show y yo el mío”.
Este título estará en librerías la próxima semana.
Alfredo Campos Villeda
@acvilleda