Antonio José Navarro ha seleccionado y prologado un extraordinario volumen editado por Valdemar en la colección El Club Diógenes titulado Sanguinarius: 13 historias de vampiros (2010) al que he vuelto después de ver la miniserie Drácula (Mark Gattis y Steven Moffat, 2020), producida por Netflix y la BBC con el danés Claes Bang en el papel del conde, notable, y la divertida Dolly Wells como Van Helsing. ¿Cómo? ¿Una mujer como el erudito cazavampiros? Así es. La adaptación de la novela de Bram Stoker es tan libre que se dieron ese lujo.
Semanas atrás recuperábamos en este espacio algunos episodios de literatura latina sobre vampiros de la antigüedad a propósito de la serie V Wars o Guerras vampíricas, de reciente estreno, y solo empezando el año ya hay una nueva producción temática, esta vez con la no poco arriesgada empresa de adaptar la clásica y más famosa trama sobre el Señor de la Oscuridad.
Al citado Navarro le resulta admirable cómo el mito del vampirismo se resiste a morir, será acaso por la naturaleza inmortal del monstruo, y se perpetúa revitalizado, alimentándose de nuestros miedos y zozobras más apocalípticos, inquietándonos, dice, desde las más variadas formas de expresión y entertainment. El personaje se erige, pues, como el antihéroe favorito, epicentro de un suculento arsenal de efectos sobrenaturales, ridiculizando con sus macabras andanzas el orden de las cosas.
Hay fascinación, sí, pero al tiempo un temor ancestral por la bestia, que Charles G. Waugh explica así en su antología Vampiras, otra joya editada por Valdemar en 2011: “Los animales vampíricos existen en el mundo real. Entre ellos la hembra del mosquito y ciertas variedades de murciélagos y mariposas. (…) Estas criaturas le han servido de trampolín a la fértil imaginación humana. Bruce Wallace sugiere que el temor a los vampiros pudo originarse entre los moradores de las cavernas.
“Durante las primeras etapas de la enfermedad, quienes habían sido mordidos por murciélagos rabiosos irían internándose cada vez más en la oscuridad para escapar a la luz. En las últimas etapas emergerían de ella convertidos en locos agresivos que intentarían morder a los demás. Las nuevas víctimas de sus mordeduras harían que el ciclo volviera a empezar. Saber reconocer a esas criaturas (…) llegó a formar parte de la herencia genética humana”.
Ese balance de temor y fascinación, o complemento, abre y cierra ciclos que inevitablemente acaban en la obra maestra del género y en el Personaje indiscutible, Conde Drácula, cuyo destino solo puede representar a estas alturas un spoiler para quien no solo no ha leído la novela, sino que no ha vivido en este planeta. La adaptación libre ha escatimado protagonismo a Jonathan Harker para otorgárselo a Van Helsing, en modo fémina, y ha querido negra a Lucy Westenra, quien opaca a una fugaz Mina Murray (que es grandiosa interpretada por Winona Ryder en la clásica de Ford Coppola de 1992).
Con absurdo viaje en el tiempo incluido, la miniserie es obligada solo acaso para los aficionados al género.
@acvilleda