Semanas atrás llamaba la atención sobre la delicada situación que atraviesa el planeta frente a la sucesión presidencial en Estados Unidos, con un precandidato hallado culpable de más de una treintena de cargos y en espera de sentencia, con una predisposición a descalificar todo lo que vaya en contra de su pensamiento y a mentir con la mano en la cintura, y otro con evidentes desventajas de condiciones mentales acaso derivadas de su avanzada edad.
“No sé qué dijo durante las primeras cinco intervenciones, no entendí nada”, explotó ayer Donald Trump durante el primer debate de precandidatos, con una de muchas expresiones que usó para encender a su público, al que le dará su voto duro republicano, aunque fue cuidadoso en medio del aparente desorden discursivo para entregar mensajes a sectores que espera convencer, como los veteranos y los negros.
Poco debe preocupar que hayan mentido ambos, como lo pudo documentar anoche Alejandro Domínguez en Notivox Televisión desde Atlanta, porque es una parte esencial de la política, pero sí prende alarmas el estado de salud de Joe Biden, quien varias veces perdió el hilo de sus comentarios y dejó pasar una gran cantidad de ataques que su contrincante escupía como si le pagaran por cada uno.
Trump no cambió su discurso sobre México, ratificó su convencimiento de que aquí se le dio todo a cambio de nada durante su paso por la Casa Blanca y de que la frontera dividida por el río Bravo es la más peligrosa del mundo, aún más porosa con este gobierno demócrata, por la que pasan, machacó, asesinos, terroristas y locos. Ya hace cuatro años, cuando le reprochara Biden que enjaulara a migrantes, le respondió certero: “Ustedes pusieron las jaulas”.
El debate organizado por la CNN en Atlanta se convirtió, pues, en un mitin de campaña de Trump, que tuvo espacio y poca resistencia enfrente para difundir su mensaje, elegir al público receptor objetivo y francamente aprovechar el momento para bulear a un disminuido Biden que, peor para él y los demócratas, asistió con un notorio cuadro de gripe.
Hay debate sobre la viabilidad de nuevos encuentros, pero es natural que es al magnate a quien más conviene un segundo episodio para acabar de someter a su rival. Qué horror.