Las enseñanzas del manual básico de la sucesión presidencial mexicana, con cerca de un siglo de aplicación, comienzan a asomarse en la élite morenista que toma posiciones para asumir el poder a finales de año, una vez que hayan ganado las elecciones de junio, de no haber sorpresas en los números de todas las mediciones hasta ahora conocidas.
Quizá con algo de discreción, los dirigentes de Morena que están en proceso de tomar el control de ese partido, de la Presidencia, quizá de la capital y seguramente de otros cinco o seis estados, empiezan a atreverse a tocar notas discordantes con el discurso presidencial, como mandan los cánones de la sucesión desde Lázaro Cárdenas.
Primero fue Martí Batres quien discrepó de AMLO con eso de que la Ciudad de México se había “empanizado” y “derechizado”, alegando que, por el contrario, se trata de una urbe progresista y de avanzada, como todo mundo, hay que decirlo, puede verlo. Menos el Presidente. Pero tiene su relevancia la posición pública del ex dirigente estudiantil.
Después fue Clara Brugada, ex alcaldesa de Iztapalapa que aspira a suceder a Martí, favorita de Palacio en la baraja de candidatos para las elecciones, la que puso la objeción con su defensa de las clases medias, sabiendo con números en la mano lo que representa esa población en votos para la competencia frente a la oposición, que gobierna media capital.
Fue un tema que Brugada puso en la mesa del debate chilango, pero en sentido opuesto al que ha manejado el Presidente, que se ha pasado cinco años tundiendo a las clases medias por ser, según él, “aspiracionistas”, “buenaonditas” y “conservadoras”, es decir, por no representar ese ejército de reserva del que él echa mano a cambio de sus programas sociales.
Sin embargo, la más reciente discrepancia es sustancial, porque es de Claudia Sheinbaum, quien acaso midiendo sus palabras ha planteado que un sello de su gobierno será la transición a las energías renovables y ayer afirmando que hay que recibir y atender a familias de desaparecidos, después del desencuentro de ella misma y de la 4T con la buscadora Cecilia Flores, a quien AMLO no da audiencia en Palacio Nacional.
