Alma Paola Wong, gran reportera y gran amiga, hace un apunte oportuno: ¿cómo es posible que el gobierno capitalino haya sido incapaz de identificar en poco más de un mes el agente contaminante en el agua que distribuye un pozo del poniente a colonias de dos alcaldías, lo que ameritó que presentara una denuncia ante el MP por la presunción de sabotaje, y que ese mismo Ministerio Público se convirtiera en un auténtico CSI para refutar en menos de 24 horas la especie de que había restos humanos en fosas reportadas entre Tláhuac e Iztapalapa?
A falta de información oficial, solo puede especularse sobre las razones a partir de indicios. Si no se ha informado sobre cuál es el contaminante puede ser porque es algo grave, porque tiene que ver con fallas que abarcan más que el propio Sistema de Aguas, por ejemplo, una fuga de combustible de Pemex, o porque el reconocimiento implicará para el responsable culpas e indemnizaciones fuera del presupuesto. Y, por supuesto, un mal manejo de la información pegará de forma inevitable a las candidatas presidencial y capitalina del partido en el poder.
Acostumbrado el ciudadano a la tardanza para que el MP reciba una denuncia, abra una averiguación, interrogue a los involucrados, halle indicios de alguna responsabilidad y haga una acusación formal, no resulta extraño que en más de un mes no dé a conocer a qué contaminante se está enfrentando una porción de colonos de Benito Juárez y Álvaro Obregón; sin embargo, sí sorprende que ante las denuncias públicas de la buscadora Cecilia Flores sobre un supuesto crematorio clandestino y una fosa con restos humanos en la capital, la fiscalía haya reaccionado tan rápido, en apenas un día, para determinar sin lugar a dudas que no hay tal y que los huesos corresponden a animalitos.
Más todavía: hallaron en tiempo récord, las mismas 24 horas, a las dos personas identificadas por credenciales abandonadas en ese terreno, una de ellas relatando que perdió su INE después de ser víctima de un asalto, lo que poco importa a la autoridad en esta trama. Imagine usted cómo le caería a Claudia Sheinbaum, ex jefa de Gobierno, y a Clara Brugada, ex alcaldesa de Iztapalapa, la confirmación de que hay una escena de crimen de semejantes proporciones en sus territorios a un mes de las elecciones.