Quisiéramos escribir algo más o menos alentador: pongamos una visión esperanzadora: un horizonte sin tragedias, sin pérdidas, sin desapariciones. Un campo de flores coloridas por los vivos, por los que ríen sin razón, por las que aman nomás por amar y por las que caminan por la calle de noche y llegan a donde sea que tengan que llegar y duermen tranquilas o no, pero despiertan y siguen. Quisiéramos pensar que habrá justicia: que los culpables pagarán sus crímenes, que, de algún modo, el orden será reestablecido: que en algún lugar la sangre será pagada con sangre, el dolor con dolor, el fuego con fuego. Quisiéramos pensar en un valle desde donde contemplemos todas estas hogueras y en el que podamos de verdad ser felices, pero creo que ser feliz ahora significa lo mínimo: no tener miedo (y eso es lo más triste). Quisiéramos pensar que alguien trabaja de verdad para resolver todas estas atrocidades y ponerle nombre a cada cráneo, a cada falange y a cada grano de ceniza. Pero, al parecer, son tantas y tantos y tanto el papeleo, que nuestro consuelo es creer que un estilo de Dios de verdad justiciero se encargará de los malos y de los asesinos, de los voraces y los verdugos.
Yo quisiera escribir aquí una palabra que valga para purgar el dolor y el miedo: que pueda zanjar el sinsentido, poner orden; y que a la vez sea digna de iluminar el nombre de quienes murieron suplicando y de quienes lo perdieron todo buscando justicia. Pero sólo tengo una que apenas alcanza a disipar mi propio miedo. Y ni siquiera es una palabra bella porque implica la ausencia de todas las demás… Por un momento, por piedad, sólo por un momento cállense y contemplen el agujero que han creado con su indolencia.
@eljalf