Supongo que en el autoritario estado de internet, en el sueño tecnológico de la telepresencia de una autoridad moral infatigable, atenta y omnipresente, en la era de la vigilancia y la observancia de las operaciones de todos en todo momento y a toda costa, y de la elevación de la experiencia personal a tope máximo de rectitud, la vida se vuelve un insufrible vaivén del que parece imposible escapar. La exhibición de la más pequeña duda, por ejemplo: ¿qué regalarle a mamá este día?, provoca reacciones que van desde los orígenes mercantiles del festejo hasta la inconsciencia de quien regala una licuadora y debates interminables de a quién debería considerarse madre y la pertinencia del término “maternidad”, la desconsideración del festejo en un país atacado por la violencia y el olvido y la crítica a quienes regalan rosas y lavan los trastes por un día. Uf, qué fastidio.
El péndulo se balancea sin conocer mediaciones y siempre hay una opinión adversa, un “cómo debería ser” que busca imponerse a toda costa ya sea mediante la exhibición del sufrimiento propio o la visión abarcadora y totalizante del fenómeno o problema en cuestión: porque están quienes lo conocen aparentemente todo y nos exigen lamentarnos por lo que está más allá de nuestros supuestos privilegios, so pena de ser llamados inconscientes, malas personas, egoístas.
Vivimos en un momento en el que los pequeños chispazos, los pequeños rituales que hacen un día especial pueden caer en el abismo de las lamentaciones digitales donde las infografías intentan fiscalizar nuestra felicidad y el modo en el que la administramos: las cosas que disfrutamos y cómo lo hacemos.
Sin embargo, aún es posible mantenerse al margen y disfrutar de nuestros seres queridos como más nos venga en gana. Habrá quienes demuestren su amor con regalos caros. Bien por ellos. Habrá quienes lo hagan apareciendo de pronto luego de muchos años o endeudándose para quedar en paz y quienes lleven una flor solitaria a una tumba olvidada. El mundo, afortunadamente, aún no es de los desdichados: los malos poemas siguen siendo excelentes regalos. Feliz Día de las Madres. Feliz día, mamá.