En 1995, Enrique Serna publicó El miedo a los animales, un noir satírico en el que Evaristo, un aspirante a escritor, acaba trabajando, por amor a la estabilidad financiera, en el oscuro mundo de la policía judicial de los noventa.
Al servicio de un “jefe” cuyos métodos se ubican en el siempre claroscuro de la justicia a la mexicana, de pronto se descubre investigando el asesinato de un escritorcillo que golpeaba al gobierno desde una columna cultural que nadie leía. Entonces entra en otro mundo igual de sórdido, el de la cultura/intelectualidad mexicana, lleno de figurines detestables atascados de rencor, frustraciones y envidia.
La novela explora el desencanto de un lector voraz atrapado en las redes de la corrupción policial que observa cómo se desdora el parnaso de sus ídolos, habitado por autores consagrados, poetas e intelectuales publicados por un sistema cultural sostenido por las apariencias y la corrupción.
Evaristo, haciéndose pasar por reportero y mesero, convive con una muestra amplia del catálogo literario nacional: desde los escritores que no alcanzan la gloria por falta de simpatía y “don de gentes”, hasta los que llenan auditorios y enarbolan luchas sociales, pasando por funcionarios que, a toda costa, han de salir en la foto. Distingue, más o menos pronto, que, en un ambiente en el que “no se acostumbra guardar lealtades”, el talento es lo de menos, y el “éxito” se reduce a un asunto de relaciones públicas.
La novela se sintetiza en una cita de Balzac que afirma que, tanto en la política como en la literatura, sólo existen “los corruptores y los corrompidos”.
Si no la han leído, háganlo. Y si ya lo hicieron, es un buen momento para volver a un clásico contemporáneo insuperable.
Alfonso Valencia
@eljalf