El cierre de un ciclo escolar representa una oportunidad para reflexionar sobre el papel de la escuela en la formación de los alumnos. Su contribución social esta fuera de duda, sin embargo, es pertinente analizar la relación entre escuela, familia y comunidad; los rituales y tradiciones; lo qué se enseña y cómo se enseña; los intereses y posibilidades de los estudiantes; la acción pedagógica de maestras y maestros; la gestión directiva; y quizá lo más importante, el sentido y significado de la escuela para la comunidad educativa.
Un punto de partida es reconocer que las escuelas parecen ser zonas aisladas y distantes de la familia y comunidad (y no solo físicamente sino en lo simbólico). En la escuela se han constituido rituales y normas que regulan los comportamientos (horarios, disciplina, uniformes, relación social, evaluación, premios y sanciones) que pueden ser discrepantes de lo que los alumnos viven en su entorno familiar y comunitario. ¿Cómo encontrar puntos convergentes que favorezcan una vinculación más estrecha? En el panorama y contexto actual el diálogo de saberes emerge como una posibilidad, así como la construcción común de un proyecto educativo escolar que contemple los intereses, expectativas, experiencias y saberes de los distintos actores. En comunidad educativa es como se sientan las bases para pensar en hacer escuela.
Un componente esencial de un proyecto educativo de construcción común lo constituye el seguimiento pedagógico y evaluación de las acciones pensadas y planeadas. Se reflexiona sobre ellas para hacer los ajustes necesarios. La evaluación no solo permite revisar los resultados sino el proceso, valorar la participación de los actores y tomar las decisiones pertinentes siempre orientadas por avanzar en el aprendizaje de los alumnos, que ocupa la centralidad del proyecto.
La valoración de la función social de la escuela que haga la comunidad educativa ayuda a que se estrechen los vínculos con la comunidad. La escuela no se percibe como la única responsable de la educación de niñas, niños y adolescentes sino que se sitúa en su corresponsabilidad con la familia y comunidad. Permite además que se identifiquen asuntos pendientes y puntos de partida para un nuevo ciclo escolar. El proyecto educativo común les ofrece nuevos sentidos para acción y participación de cada actor. La escuela deja de ser una entidad aislada para percibirse como un espacio social que cohesiona y es referente para pensar en una sociedad diferente, más justa y democrática. Evaluar la escuela, es una acción necesaria para transitar hacia su reconfiguración permanente y que no quede como un espacio estático y rutinario.