Boris Romanchenko, de 96 años, murió durante el bombardeo ruso a un bloque de departamentos en Járkov, Ucrania el viernes pasado. Fue una de las aproximadamente 500 víctimas civiles del ataque. Pero su caso llamó la atención por su peculiar historia.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Romanchenko fue capturado por los Nazis en Rusia y trasladado a Dortmund, Alemania. Allí intentó darse a la fuga, pero fracasó, por lo que acabó siendo enviado a cuatro campos de concentración diferentes: Buchenwald, Peenemünde, Mittelbau-Dora, y finalmente Bergen-Belsen.
Acabada la guerra Romanchenko se dedicó a mantener viva la memoria de los crímenes nazis. Sin embargo, la muerte le alcanzó de manera inesperada. Como un medio lo describió atinadamente: “Sobrevivió al Holocausto Nazi, pero no a la guerra de Putin”.
He aquí un caso triste, y a la vez por demás gráfico de algo que es inevitable para cada uno de nosotros: La muerte.
Todos hemos sabido de atletas de alto rendimiento que fallecen de manera fulminante; de personas saludables a las que se les diagnostica una enfermedad incurable, o de sobrevivientes de cáncer que mueren en un accidente de tránsito.
¿A dónde iremos cuando nuestro corazón emita su último latido? Contrario a lo que pudieras pensar, cada uno de nosotros decide a donde pasar la eternidad. La Biblia nos revela con claridad que Dios nos quiere en el Cielo, y que por eso envió a Jesucristo en nuestro rescate.
¿Rescate de qué? De nuestra condición perdida a causa del pecado. Quizá no te consideres “una mala persona”; pero el propio profeta Isaías expresa con claridad nuestra miserable condición ante Dios: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento”, nos dice en Isaías 64.6.
Pero Dios nos ama de tal manera que nos oferta por gracia, y mediante la sola fe depositada en Jesús, perdón y vida eterna: “Jesús se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén”, nos asegura el apóstol Pablo en Gálatas 1.4-5.
Ven a Jesús tal como estás. Cree en él. Apropia su perdón. Te ama.
Alejandro Maldonado
@AMNoticiasMX