Cultura

Los adultos cuidan a los niños (XXII)

  • Pa'no molestar
  • Los adultos cuidan a los niños (XXII)
  • Alejandro Evaristo

Regularmente los jueves se desarrollan con tranquilidad por todos lados, eso es un hecho. Los cuerpos de emergencia solo deben estar atentos a algún accidente ocasional en la carretera y también a alguna vicisitud en el tianguis vespertino semanal, como fue el caso esta noche.

La ambulancia continúa su recorrido y está a punto de llegar al hospital, faltan solo siete u ocho cuadras. No hay torretas ni estrobos. Afortunadamente vuelven a su sede con una camilla vacía.

El chofer y su acompañante, ambos con la preparación requerida y la experiencia necesaria para desempeñarse como rescatistas, no se muestran tan optimistas sobre lo sucedido.

Primero con dudas y luego con sorpresa han intercambiado opiniones y llegan a la conclusión de que no fue su imaginación y tanto los equipos como el instrumental funcionan bien: el hombre no tenía pulso, pero respiraba con normalidad.

En un primer momento querían traerlo a las instalaciones para aplicarle un estudio a fondo, pero el señalado rechazó la intención y optó por quedarse a tomar un poco de café con los comerciantes y quizá algo más.

No podían obligarle, por eso decidieron volver.

Cuando la luz del semáforo cambia y están a punto de reanudar el recorrido reciben la alerta a través del intercomunicador en el vehículo: deben volver al tianguis porque alguien llamó al número de emergencias para reportar el deceso de un hombre.

El chofer hace una brusca vuelta en “U” mientras el copiloto se ha encargado de confirmar y responder el mensaje, también de encender las luces y activar el ulular de la ambulancia.

Lo primero por hacer será la reanimación cardiopulmonar si llegan a tiempo, la compresión y el masaje podrían salvar la vida de la víctima.

Los comerciantes y clientes en el zoco se organizaron rápido. Han retirado la mayor cantidad de obstáculos del camino para que el vehículo pueda llegar hasta la zona donde está el cuerpo cubierto. Todos ayudaron y se involucraron en la maniobra: cargaron cajas, movilizaron mercancías, desarmaron puestos. Decenas de manos intervinieron de una u otra forma.

El vehículo se acerca con rapidez al lugar y se detiene para facilitar el descenso del copiloto con la caja de emergencias y, apenas cierra la puerta, se mueve nuevamente para que pueda entrar en reversa y sea más fácil su salida del sitio.

Los adultos cuidan a los niños y estos se empeñan en tratar de averiguar el origen de las luces y sonidos, son naturalmente curiosos.

Un pequeño se acerca al callejón humano, va avanzando entre la multitud hasta quedar en un buen sitio para no perderse nada cuando en la otra orilla distingue a su madre que está desesperada gritándole.

Le molesta que haga eso porque no es ningún tonto y ya puede cuidarse solo. Ni hablar, debe ir con ella.

Está a unos cuantos pasos de la mujer y de repente siente un jalón en el cuello de la roída sudadera que le hace trastabillar y caer.

Los gritos no se hacen esperar y el chofer frena en seco ante lo sucedido. Pese a no haber “sentido” algún golpe teme lo peor y desciende con prisa a averiguar qué pasó.

En el pavimento está una chica de unos 16 años tratando de incorporarse y un poco más allá un chaval llorando porque se raspó el codo y su madre no deja de acariciar su cabeza y preguntarle una y otra vez si está bien.

El chofer observa la escena y se siente aliviado porque solo fue un susto. Hace señas al otro rescatista quien, metros adelante, viene de vuelta para tratar de ayudar a quien hubiese sido atropellado, después de todo la otra ya no era una vida.

La gente empieza a replegarse nuevamente y la ambulancia se acerca hasta dos metros del sitio donde la gente ha dicho que se les necesita.

El chofer desciende y corre hacia la parte trasera del vehículo para abrir las puertas y empezar a bajar la camilla, pero se detiene porque su compañero, apenas un par de años mayor, está de pie observando el suelo, donde hay una mancha de tonalidad de roja apenas distinguible en la cobija, pero evidente en el pavimento.

- Dicen que aquí estaba, pero cuando llegué no había nadie ahí…


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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