Con los resultados electorales del domingo donde las gubernaturas del Edomex y de Coahuila estuvieron en juego, viene una reconfiguración en el mapa político para Puebla.
Desde el anuncio de los conteos preliminares, arrancó obligadamente la nueva pugna por el próximo proceso electoral que involucra a los diversos actores con la sucesión al gobierno del estado.
El resultado del 4 de junio demuestra que al partido Morena no hay quien lo detenga, lo cual supone que importa poco quien sea el candidato que vaya por la alianza o bajo qué método se elija, la verdadera elección está en la interna del partido oficial y una vez teniendo el perfil (el que sea), el proceso constitucional del 2024 será puro trámite.
Muestra que la oposición, ni yendo en bloque, le alcanza para lograr el triunfo en las urnas. La única posibilidad que tiene para ser competitivo es que ocurra lo mismo que en Coahuila donde el lopezobradorismos se fragmentó y el candidato Guadiana poco ayudó para provocar emociones entre el electorado.
No se confundan, el triunfo del PRI en Coahuila es meramente simbólico pues en extensión territorial y de población, el Estado de México es 4 veces más grande. En términos de votos, Coahuila representa poca cosa cuando venga la elección presidencial.
Si un rompimiento de tal magnitud ocurre en Puebla, el destino puede ser muy parecido al que se vivió en la entidad coahuilense, ya sea que Ignacio Mier, Alejandro Armenta o Julio Huerta decidan ir por otros partidos en caso de no verse favorecidos con la encuesta de selección, que toma en cuenta diversas variables, que no solo el nivel de conocimiento.
Si se rompe la institucionalidad de los aspirantes poblanos, entonces la alianza del PAN, PRI y PRD podría tener posibilidades. Eduardo Rivera deberá repensar si va por la gubernatura o si mejor busca la reelección o incluso mejor busca la formula en el Senado.
Yo sé que muchos dirán que Puebla corre por una pista diferente, pero no necesariamente es así.
Otra lección que nos dio la elección es que puedes tener un candidato malo, pero si la marca es fuerte como la de Morena, el triunfo está asegurado; en contraparte puedes tener un candidato bueno, pero si la marca está desgastada, como la del PRI, lo que está asegurado es el fracaso.
Lo cierto es que ayer, las dos elecciones transitaron sin incidencias mayores, fueron ajenas a la delincuencia organizada, aquel INE que tanto criticó el presidente funcionó adecuadamente y no habrá pleito postelectoral.
De esta manera, la sucesión en Puebla toma un nuevo impulso.