
¡El Diablito!
Para leer este texto necesitarás una pluma.
¿Estás listo?
Hagamos un par de aclaraciones. Para que este artículo pueda existir, tendrás que ayudarme a redactarlo. Es solo cuestión de rellenar las casillas de acuerdo con lo que tú decidas. Hagamos una prueba.
1.- ¿Estás dispuesto(a) a hablar del crimen organizado? (Coloca una cruz donde corresponda).
a) Sí __ b) No __
En caso de que tu respuesta sea “Sí”, continúa al párrafo siguiente. En caso de que tu respuesta sea “No”, deja esta lectura y continúa con tu vida normal sin ningún cuidado.
Para ti, que sigues aquí: descubrirás que a lo largo de este artículo deberás ayudarme a rellenar los espacios para completar un texto final, que será único, y que estará escrito a cuatro manos, que son las tuyas y las mías, que se entrelazan misteriosamente más allá del tiempo y el espacio.
Ahora vamos a seguir escribiendo juntos. Realizaremos una sección que consiste en rellenar las pestañas con las siglas correctas, de acuerdo con lo que consideres adecuado.
Siglas:
Partidos Políticos (P.P.)
Estado Mexicano (E.M.)
Crimen Organizado (C.O.)
Grandes Empresas (G.E.)
Marina y Ejército (M.E.)
Medios de Comunicación (M.C.)
A continuación, coloca las siglas en cada espacio, según corresponda:
No podemos entender la situación actual del país sin considerar el papel de _ _ en el incremento dramático de la violencia. Es innegable la responsabilidad de _ _ en la degradación del tejido social (siempre con la colaboración de _ _), por lo que ante el fortalecimiento de _ _ nos encontramos frente a un callejón sin salida. Paradójicamente, a menos que _ _ y _ _ se coordinen, podemos augurar un permanente estado de alerta, peligro y violencia generalizada.
Aquí quien manda es _ _.
El derecho de todo ser humano, en cualquier época, es poder hablar mal del mal. Hoy, aquí, yo no puedo criticar abiertamente a _ _, lo que es llamativo, porque entonces puedo hablar de todo, menos de lo importante.
Partiendo de ello, para tener un mínimo de honestidad intelectual, no habrá análisis de nuestra realidad que pueda considerarse serio si no supone una crítica política, económica y cultural a _ _.
Cuando escribo, descubro que el problema no es la libertad de expresión, sino el bienestar de quien se manifiesta luego de la expresión. La libertad de palabra debe considerarse como un proceso integral, en que es un mismo acto que alguien escriba sobre _ _ y que se vaya a dormir sin miedo a que sea despertado por una puerta que se rompe, gritos, y un internarse inexorable en la noche de la que no se vuelve.
Quien me apunta con un arma invisible es _ _. Quien me cuida es _ _. Quien decide en última instancia si continúa o termina mi vida es _ _.
El problema aquí es la autocensura. Antes de pelear con las palabras que usaremos para decir lo que pensamos (lo que hacen escritores y periodistas en otras partes del mundo), tenemos que pelearnos con nosotros mismos, porque nuestro deber es decir que _ _ nos violenta, pero el precio es muy elevado, porque ellos actúan junto a _ _, aunque se muestren como sus enemigos públicos.
Así que el combate es, en primer lugar, contra nuestros fantasmas. Los fantasmas, como sabemos, siempre tienen un secreto, un tipo de verdad velada que debemos atrevernos a mirar a través de ellos. Lo que yo vislumbro cuando miro en los míos es la tortura. Ese es el signo, y es así como venimos siendo disciplinados: el miedo no es la muerte, sino el destrozo de nuestro cuerpo; ser asesinado por _ _ es ser afortunado, porque el peligro real es el cuchillo, la gasolina y el martillo: la amenaza del dolor radical, un tipo de sufrimiento extremo que hunde su filo hasta la raíz de los nervios. El miedo es que nos provoquen un suplicio fuera de los límites y que supliquemos que _ _ nos conceda la bendición de una bala.
Porque hay una bala con nuestro nombre. Y la vamos a implorar. A este extremo amenaza _ _ al ser humano. No a mí, no a ti, sino a nuestra condición común.
Estamos en llamas y a nadie parece interesarle. Salvo a _ _, que produce ganancias astronómicas, con la participación de _ _. Porque hay una ecuación que rige las cuentas frías de esta maquinaria: “sí reúnes a un cierto número de inocentes y les haces atravesar por un molino de carne, del otro lado saldrá chorreando un hilito de oro”. Entra una persona, grita, se retuerce, sale dinero. Entra carne, piel, sangre, y brota un chorro de moneda$.
Por eso si un hombre puede gritar a través del papel, yo grito: ¡Hay que parar!
Hay que poner a salvo la vida. La Historia enseña que el horror político se instala en el momento en que perdemos la capacidad de detenernos. Cuando, sin importar lo que pase, todo sigue girando, incluso sí el valor de la vida se desbarranca. Ese es el punto de no retorno.
Pero yo no dije nada. Fuiste tú. Porque sabes quién es _ _. Y ahora comprendes lo que se siente ser un periodista mexicano y rellenar los vacíos con palabras.