La Rosa!
Rossana desborda pasión. Actualmente está enfocada en estudiar el fenómeno del reclutamiento forzado de jóvenes. Para ello se ha propuesto establecer diálogos constantes con mujeres periodistas que han seguido el tema de cerca, como Alejandra Guillén y Marcela Turati, así como navegar entre las olas de su material acumulado a través de los años: a la manera de una arqueóloga de sí misma, se abre camino a través del laberinto de papeles con entrevistas no publicadas, notas, diarios de campo y cuadernos de apuntes. Este mapa intelectual es su linterna para explorar los silencios y las zonas de ocultamiento que desgarran la pantalla del rabioso presente.
Rossana escribe. Tiene dos libros en curso: uno es un libro-objeto con dos paisajes en contraste. Por el “Lado A” se podrán leer historias de los universos juveniles en resistencia: jóvenes defensores del territorio, jóvenes buscadores de personas desaparecidas, juventudes vinculadas con movilizaciones por la paz, así como jóvenes defensores de derechos humanos. Rossana desea demostrar con ello la capacidad de resistencia y la enorme creatividad de las juventudes para responder a los discursos que declaran que los jóvenes “todo lo tienen fácil”, que “se quejan por todo, sin hacer nada al respecto” o que “no están comprometidos”. Del “Lado B” del libro estará lo opuesto: las “biografías rotas”, que son los relatos detallados de las otras juventudes, aquellas a las que les arrebataron el futuro.
El otro libro lo está trabajando con la Dra. Alina Peña y se llama “El vuelo de las luciérnagas”, que es producto de ocho años de un Seminario académico sobre “Políticas de la mirada”. Se basa en una idea de Pier Paolo Pasolini, quien escribió un artículo donde denuncia que “Las luciérnagas han desaparecido”, utilizando al insecto como metáfora de las pequeñas luces de resistencia, de inocencia y de belleza popular que sucumbían frente al avance de un nuevo tipo de poder, que él llamaba el fascismo consumista. Esta idea fue retomada por el ensayista Georges Didi-Huberman, quien planteó que Pasolini tenía razón en su dolor, pero que quizás se equivocó en su visión apocalíptica: las luciérnagas —esas pequeñas luces de lo sensible, lo político, lo poético— no han desaparecido del todo, “simplemente, ya no sabemos mirar”. Con ello sugiere entrenar la mirada para encontrar esos destellos fugaces de resistencia, de belleza y de insurrección como un acto político, ético y estético: las luciérnagas existen, pero parpadean a contraluz, por lo que hay que aprender a verlas.
Rossana se indigna. Ve al país y asegura que no hay voluntad política de los órdenes de gobierno para actuar ante la metástasis de la delincuencia. Denuncia que el poder está instalado en las evasivas, los simulacros y la falta de compromiso ante el dolor de las personas. También observa a una sociedad que ha normalizado la ejecución de las más diversas violencias y que desarrolló una enorme insensibilidad ante ellas. En cuanto a la ciudad, reflexiona: “Guadalajara ha evolucionado. Me gusta que siga siendo linda, tiene espacios abiertos, áreas verdes, pero es una ciudad que ya no es amable con su gente. No hay cuidado de lo público, y se nota en las calles: vas por avenida Washington y la ves llena de basura, pero a nadie le importa. Otro ejemplo es que estoy usando bastón por una lesión en la pierna, y se nota que no hay diseño para personas con discapacidades. Es una ciudad que no está explotando sus potencialidades. Por otro lado, está el asunto de las desapariciones y las terribles violencias que también tienen lugar. A pesar de todo, Guadalajara es una ciudad que sigo amando profundamente”.
Rossana apuesta. Está colaborando con expertos en datos (“dateros”) que trabajan de manera independiente. Recientemente acompañó el trabajo “Cartografías de la ausencia”, un proyecto liderado por Héctor Piña, periodista y académico del ITESO, quien recupera más de 4 mil fichas de búsqueda de personas desaparecidas en Jalisco para conformar un mosaico que produce una “Flor Pensamiento” que rinde tributo a los ausentes (disponible en: https://cartografiadelaausencia.lat). Rossana asegura que la llegada de este tipo de “dateros” a temas sensibles como la desaparición significa “un cambio de escala” en este campo de investigación: “los dateros sacudirán el paisaje”, afirma con entusiasmo.
Rossana Reguillo reflexiona. Dice que este es el momento de su carrera en que se siente más ágil, lo que paradójicamente se debe a que tiene menos prisa, de modo que puede “cruzar de manera más fina los datos con las preguntas”. Me confiesa que cuando revisa sus notas, tiene que enfrentar partes muy duras y necesita respiros, porque hay historias de jóvenes rotos cuyas narraciones pueden ser brutales. En esos casos se distrae viendo series. Está leyendo “El infinito en un junco” de Irene Vallejo, y le entusiasma haber releído “Los Bárbaros: ensayo sobre la mutación” de Baricco. Tiene diez perros e invierte mucho en que estén bien y en jugar con ellos. Lo normal es que trabaje ocho horas diarias, a pesar de estar jubilada.
Rossana desborda pasión. Escribe. Se indigna. Apuesta. Lee. Reflexiona. Es la “Rosa” que no se marchita.
