La migración ha estado presente en la historia de las relaciones entre México y Estados Unidos, pero no siempre de sur a norte, como ocurre en esta época de intolerancia.
En el siglo XIX, el flujo migratorio fue de Estados Unidos hacia México, iba del este hacia el oeste, alentado por la bandera del Destino Manifiesto, a expensas de comarcas mexicanas.
México había heredado vasto territorio de la Nueva España, pero escasamente poblado, desde Texas a California.
Los primeros migrantes estadunidenses, algunos indocumentados y otros con permiso, se establecieron en Texas, como el colono Sam Houston, que después de gozar de la hospitalidad mexicana se convirtió en enemigo de México para declarar su república independiente.
Pasada la Guerra de Intervención de 1848, algunos vecinos del norte creyeron que México seguía siendo tierra de conquista o de especulación.
Uno de ellos, Edgar Conkling, de Cincinnati, le escribió al presidente Juárez para pedirle permiso para migrar y adquirir tierras con otros estadunidenses.
Juárez respondió a Conkling, el 26 de febrero de 1861, en una misiva con membrete de la Secretaría Particular del Presidente de la República, que leí en una librería de Annapolis, Maryland:
“Muy señor mío:
Impuesto de las condiciones con que usted me propuso ocuparme de favorecer la emigración a México por todos los medios que me cita en su carta del 15 del pasado, así como de las remuneraciones que pide por su trabajo, le contesto manifestándole que el Gobierno no puede acceder a sus pretenciones (sic).
Queda de Ud. Ato. S.S.
Q.B.S.M.
Benito Juárez (firma)”.
Nota: de Ud. Ato. S.S. (de usted atento seguro servidor) y Q.B.S.M. (que besa su mano) eran fórmulas de cortesía de la época, hoy en desuso, que no significaban abyección. La decisión de Juárez fue muy acertada y oportuna pues meses después estalló la Guerra Civil en Estados Unidos.
En el texto, algunas palabras del original están traducidas al inglés en lápiz, muestra de que su destinatario ni siquiera entendía el castellano.
No conocemos el contenido preciso de la solicitud del señor Conkling, que menciona el presidente Juárez en su respuesta, pero este pollero de la época fracasó en su intento de organizar caravanas de estadunidenses y de especular con terrenos.
Antes de intentar emigrar a México, Conkling especuló con bienes raíces en Illinois y con acciones ferroviarias. La mala fortuna alteró los planes de hacer grandes negocios ya que la Guerra Civil interrumpió la construcción del ferrocarril. El proyecto colonizador de México del empresario Conkling fue del interés de la Embajada del Reino Unido en Estados Unidos.
En respuesta a una carta de Lord Lyons, ministro británico en Washington, Conkling manifestó su desconocimiento sobre las leyes que regulaban la propiedad de las minas en México.
Juárez lo mandó a volar. Conkling se fue muy al norte, a Michigan, a fundar la Ciudad de Mackinaw, cerca de la frontera con Canadá, con la esperanza de crear una nueva ciudad tan próspera como Chicago, que hasta ahora no lo ha sido.
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