Cultura

'Manual de Carreño'

Manuel Antonio Carreño, diplomático venezolano, escribió uno de esos libros que, junto con el Álgebra de Baldor, siempre han estado persiguiéndonos, acechándonos, desde hace décadas. Carreño publicó su Manual de urbanidad y buenas maneras para jóvenes de ambos sexos en 1853. Hace 169 años.

Por alguna razón sigue ejerciendo una extraña fascinación en nosotros. Sí, la gente ya no sigue sus preceptos, pero algo hace en nuestro inconsciente que nos orilla a ponerle atención. Pienso que las reglas, en general, poseen esta influencia contundente, decisiva. Es poner orden en un mundo de caos y anarquía. Porque no importa qué tan absurdas o estrictas puedan ser estas normas, tenemos esta tendencia a respetarlas.

Pregunta: ¿Por qué configurar una guía de comportamiento y buenas costumbres en este siglo XXI? ¿Cuál es su base, su justificación? Civilidad.

Es absolutamente necesario.

Civismo. Una materia que llevamos en la secundaria y que hoy simplemente no existe en los currículos de las escuelas. No me explico por qué quitaron una asignatura tan importante. Porque de nada sirve enseñar filosofía o matemáticas si nos comportamos como cavernarios.

Claro que, por otro lado, el Manual de Carreño está plagado de, sucintamente puesto, pendejadas. No de artículos anacrónicos u obsoletos: pendejadas.

Revisemos un artículo:

“Nuestro paso por la calle no debe ser ordinariamente ni muy lento, ni muy precipitado; pero es lícito a los hombres de negocios acelerarlo un poco en las horas de trabajo. En una mujer siempre será impropio el paso acelerado”.

A ver. El señor Carreño no advierte que tanto hombres como mujeres pueden andar por la calle a punto de orinarse, luego tal emergencia pide a gritos acelerar el paso. Además no hay razón para limitar la velocidad de andar solo por cuestiones de trabajo. Además, esto de que las mujeres no puedan andar a paso suelto no sería muy popular hoy en día, con tanto movimiento feminista, de géneros ambidiestros, metasexuales, asexuales, protosexuales y así.

En tanto que el manual presenta una serie inacabable de detalles que en un punto llegan a ser abrumadores, sí tiene algunas recomendaciones que, en mi mejor opinión, no pasan de moda:

“Cuidemos de no hablar nunca tan recio que los demás puedan percibir distintamente lo que conversamos”.

No hay manera de alegar en contra.

Nos reímos del Manual de Carreño por lo que ahora nos parecen exageraciones, detalles ridículos y normas que, de seguirlas religiosamente, nos convertiríamos en muñecos parlantes pasmados, extraños, enajenados por una rutina anacrónica y francamente alucinada. Solo en el capítulo de cómo comportarse en la calle vemos tal cantidad de mamadas que uno termina confundido y con dolor de cabeza. Hay una entrada que me deja patidifuso:

“Debe advertirse que la costumbre de andar por la calle con un perro es enteramente impropia de personas bien educadas”.

Imagínese. Qué dirán los paseadores de perros.

Entonces, ¿debemos caer en la anarquía y olvidar las buenas maneras, los modales, la cortesía, la civilidad? No. Impensable. Si de por sí ya nos comportamos como salvajes.

¿Será entonces el momento adecuado para actualizar estos manuales? Yo creo que sí. Por lo que estoy viendo, vamos directo al paleolítico con esto de nuestras reacciones cotidianas. Perdimos el sentido común, el respeto por los otros y la vergüenza. Somos unos cafres atrabancados.

Una correcta instrucción de buenos y correctos modales y maneras de proceder para con otros, más una educación adecuada y completa puede salvar nuestra decadente civilización. Al chile.

Pero, con todo, definitivamente prefiero el Manual de Carreño al temible Álgebra de Baldor.

Adrián Herrera


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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