Cultura

La muerte, el horror

No hay momento específico para pensar en la muerte. Cabría pensar que ahora, a mitad de una pandemia que cobra vidas a cada momento, podría ser un momento adecuado, pero no hay que confundir las alarmas que desata la estadística con el simple y natural hecho de que, como quiera, nos morimos todos, a todas horas y por cualquier motivo.

Cada que tengo un problema que no sé cómo resolver recurro al auxilio de dos personas principalmente: Voltaire y Montaigne. Hoy voy a invocar a Montaigne, pues tengo ganas de intentar explorar algunas dudas sobre el tema de la muerte. Sobre este tema, dice que:

“No ha tenido nuestra religión fundamento humano más sólido que el desprecio de la vida”.

Para qué ampliar o justificar esta aseveración; basta con adentrarse un poco en la filosofía del cristianismo para quedar pasmados y confirmar lo que dice el pensador. Así considero que este desprecio por la vida ha generado un auténtico horror por la muerte. ¿Por qué? Porque devaluar el valor de la vida y situarla como una especie de fase transitoria promueve una ansiedad innecesaria.

Creo que lo que nos asusta más no es la muerte en sí –fenómeno hasta cierto punto incomprensible e inasible –, sino la manera en que la dramatizamos. Dice Montaigne:

“Creo, en verdad, que más miedo que ella misma –la muerte– nos infunden los espeluznantes viajes y dispositivos con que la rodeamos; los gemidos de madres, esposas e hijos, la visita de personas abstraídas y ensimismadas, la presencia de varios criados pálidos y lacrimosos, una habitación sin luz, unos cirios encendidos, nuestra cabecera asediada por médicos y predicadores, en suma: todo horror y todo espanto en torno nuestro”.

El carácter transitorio de la vida contrasta fuertemente con la noción de una continuidad que se extiende hacia un mundo no sujeto a los influjos del tiempo: la eternidad. ¿Por qué habría de existir un mundo alternativo con leyes distintas a las naturales (o sin ellas)? ¿Qué propósito podría llegar a cumplir?

Aún no tenemos prueba de que semejante lugar o realidad existan, luego considero una pérdida de tiempo fantasear al respecto. La obsesión por tales escenarios viene de la insistencia fútil de las posturas religiosas y fanáticas cargadas de supuestas certezas creadas para satisfacer estos estados de ansiedad. Esta fantasía está llena de fantasmas cíclicos que procuran frustración por estar contenidos en un pequeño y compacto universo de ignorancia, necedad y franca alucinación. Apunta Lucrecio que:

“Salid de este mundo como entraste a él. El mismo tránsito que hiciste de la muerte a la vida, sin sufrimiento ni pavor, vuelve a hacerlo de la vida a la muerte”.

La vida es un tránsito paradójico, pero se vive lo que se vive sin pensar en otra cosa: no hay antes ni después, solo un ahorita a cada momento. Una solución la presenta Montaigne cuando afirma que morir es desprenderse conscientemente de uno mismo y que después de haber suprimido el terror por la muerte se puede realmente ser libre.

Cada uno, a su edad, sabe y entiende cosas que son propias de ese momento de su vida. El pasado se va haciendo más brumoso pero, a cambio, el futuro se clarifica, se ofrece y presenta a sí mismo accesible. Sí: a veces muestra una facción aterradora cuando deja entrever nuestra propia muerte, pero podemos verla y palparla como quien mete su mano a través de una cortina de agua y siente lo que está del otro lado: nada.

Desprendámonos pues del horror creado hacia la muerte y reconozcamos en nosotros la finitud y, tal vez, la intrascendencia e irrelevancia de nuestra existencia. La nada de la cual venimos está muy cerca ya.


Adrián Herrera

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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