Cultura

¿Habla inglés?

Si usted me ve (y no me conoce) diría que soy extranjero.

Ese día llegué al hotel. El elevador viene cargado de gente. Entro. El botones me pregunta: —What floor are going, sir? Con cierta indignación me volteo y pregunto: —¿Por qué me hablas en inglés? —Es que parece gringo—, contestó, esbozando una sonrisita cagante. —Pues tú pareces azteca y no te estoy hablando en náhuatl, ¿o sí? El elevador estalló en risas. Horas más tarde el tipo fue a quejarse con el gerente, y éste, a su vez, me hizo la observación: —El botones dice que usted lo llamó “indio”. —Casi, el botones me habló en inglés y le respondí en español, dígale que otro día que él crea que alguien parece gringo, puede averiguar primero de dónde viene, antes que asumir que es de tal o cual parte basado en su sola apariencia—, le respondí: El asunto, creo, quedó arreglado.

En otra ocasión hice una compra en un negocio. Mientras pagaba, la dependiente preguntó: —¿Y qué le parece nuestro país? —¿“Nuestro país”? —pregunté, atónito. —Sí, es que usted es de fuera—, dijo. —¿Y cómo lo sabe? —Porque parece norteamericano. Me le quedé viendo, patidifuso, y le dije que yo era, de hecho, de Monterrey. —Ah—, exclamó. Por la manera en que se me quedó viendo sospeché que había algo mal aquí. —¿Sabe dónde está Monterrey? —Ay pues no—, respondió. —¿Me puede decir dónde se ubican los estados de Coahuila y Nuevo León? —Ay, no, perdón. Me quedó claro que el problema aquí era una peligrosa mezcla entre el estereotipo y la ignorancia. No sé si uno venga como consecuencia del otro, pero sentí un poco de pena por la mujer.

Hace unos días fui a una papelería. Olvidé ponerme el cubrebocas. Un personaje de la tienda se acercó y, en un inglés malísimo, indicó que debía colocármelo. Lo ignoré. Continuó dando la orden y yo solo lo veía con cara de desconcierto. El tipo, viendo que no lograba nada, llamó al guardia de seguridad. Y él, en un español perfecto y con gran amabilidad preguntó por qué no le hacía caso al empleado. —Ah, pues porque este pendejo me está hablando en inglés, y fíjese usted que yo soy mexicano y, estando en México, hubiera esperado que me hablaran en español.

Ayer fui al súper. Una amable señorita se me acercó y comenzó a hablarme en inglés. Fastidiado por el tema, me dejé llevar y conversé en inglés con ella. Así un rato. Entonces se acercaron dos personas que me reconocieron: —¡Chef! ¿Nos regala una selfie? —, exclamaron. Asentí. Entonces la señorita preguntó sorprendida: —Oiga, ¿por qué me estuvo hablando en inglés si usted es mexicano? —Bueno, usted comenzó con lo del inglés y supuse que querría practicarlo—, expliqué.

Llega un punto en que no se ya cómo reaccionar. Realmente me caga que me hablen en inglés y que siempre lleguen a la conclusión de que soy gringo. Porque, ¿sabe? bien podría ser francés, español, alemán, noruego o suizo. Pero no: tengo que ser, siempre, gringo. La puta que nos parió. Y ahí el problema; hay que aprender a no hacer conjeturas equivocadas. Ah, y dejarnos de pendejadas como las de “pinche indio” y cosas por el estilo. Cuando vea a alguien en la calle y su cerebro le indique que esa persona puede ser chino, gringo o lo que sea, piense que puede ser igual que usted, pero con otra apariencia, eso es todo.

Tenemos un problema grave de percepción basado en supuestos, corazonadas, estereotipos e ignorancia en general. Ya estuvo bueno de pendejadas. Cuando ve a alguien que le parece diferente físicamente, háblele en español, el de todos los días. Y si le responde en otro idioma, entonces sí: háblele en inglés.


Adrián Herrera

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