Cultura

Circo, religión y misterio

Una de las cosas que más miedo me dan es cuando las personas se juntan y hacen cosas raras. Especialmente si estas reuniones tienen que ver con asuntos religiosos o creencias misteriosas.

Recuerdo un cuento de Nathaniel Hawthorne, Young Goodman Brown; el personaje de la historia sale de noche en busca de su esposa al bosque y descubre que ella es parte de un aquelarre; ahí se encuentra con muchos de los más destacados miembros de la sociedad, quienes se reúnen en secreto a adorar al demonio. En uno de los casos legales más importantes del siglo XX de ciencia contra religión (el caso Scopes, un maestro que fue llevado a corte por enseñar la teoría de la evolución en 1925) H.L. Mencken fue enviado a cubrir el evento en Dayton, Tennesee. Allí se encontró con el bien conocido argüende que se armó en el pueblo; un amigo se le acercó y le ofreció llevarlo a la cima de una montaña para presenciar un ritual cristiano. De noche salieron del pueblo y subieron por un camino rústico hacia un páramo a mitad de un bosque. A hurtadillas vieron cómo un grupo de cristianos realizaban un ritual de purificación; una mujer yacía sobre un camastro mientras un pastor recitaba pasajes de la Biblia, entraba en trance y pronto comenzaba a hablar en lenguas y después el resto de la congregación comenzó a alterarse y, como invadidos por algún espíritu divino, caían al suelo, experimentando convulsiones y visiones de seres luminosos.

Al final, Mencken regresó al pueblo y conforme el juicio a Scopes seguía, describió el ambiente; “el pueblo entero estaba congregado afuera del edificio de la corte, escuchando las disputas de los teólogos; había un fraile con un anuncio gigante que anunciaba que él era el campeón mundial de la Biblia, también estaba un adventista del séptimo día que argumentaba que Clarence Darrow era la Bestia con los siete cuernos mencionada en el Apocalipsis y que el fin del mundo estaba cerca.

“Luego apareció un evangelista que aseguraba que ciertos ateos de Cincinnati se preparaban para llegar al pueblo y quemarlo. Otro alucinado elocuente llegó en una camioneta cargada de libros de himnos sagrados, antorchas y combustible para poner en orden al señor Darwin. Dayton se traía una fiesta de primera, mejor que en un circo. Pero el tema de la devoción sencillamente no estaba allí; la gente de Dayton, después de escuchar un rato los alegatos y el espectáculo que rodeaban al juicio, se escapaban a la farmacia a tomar Coca-Cola, o al loby del hotel Aqua. La verdadera religión no estaba presente ahí, comenzaba en las afueras del pueblo, en un oscuro y rústico camino que llevaba a las montañas”.

Hay algo perturbador en la parte final del ensayo de Mencken que me recuerda al cuento de Hawthorne y a un par de relatos de H.P. Lovecraft en donde los protagonistas deambulan por un remoto paraje montañoso y se topan de pronto con un grupo de personas involucradas en rituales en donde se invocan a seres de otras dimensiones o a demonios de la antigüedad. Porque, sin reparar en qué tipo de creencias estén involucradas, lo que ocurra allí está plenamente justificado por ellas, de tal suerte que a uno le pueden cortar los genitales para dárselos de comer a algún iniciado o prenderte lumbre con el pretexto de la purificación.

A mí me han querido involucrar en todo tipo de religiones, clubes raros y sociedades secretas; en todos los casos, se me garantiza que tal asociación o fe es la verdadera, que tiene la respuesta al sufrimiento y a la felicidad y siempre hay que dar fuertes sumas de dinero.

Sí; soy parte de un club. Es uno donde nos juntamos para jugar a la mentirosa (un tipo de póker bizarro con dados y que consiste en mentirle al de al lado para fastidiarlo). No profesamos creencia alguna, comemos hasta el hartazgo, bebemos copiosamente, escuchamos música, a veces respetamos las reglas de juego, a veces no, nos entregamos a la catarsis que se genera, nadie se convulsiona, cada quien paga lo que consume y al final nos vamos a casa sin haber aprendido algo, resuelto enigmas filosóficos o problemas morales y sin haber recibido revelaciones trascendentes de algún espíritu o deidad. Lo único extraño es que, a veces, el exceso de alcohol hace que hablemos en lenguas, y ahí nadie se entiende. Pero nos divertimos.

[email protected]

Google news logo
Síguenos en
Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.