Cultura

Cavernícolas

Si usted es de los que escriben opiniones o artículos y termina emputecido por las respuestas de muchos de sus lectores, déjeme decirle que me pasa lo mismo. Soy columnista de MILENIO desde hace 17 años. Es un ejercicio de libertad como ningún otro, por eso me lo tomo muy en serio y me parece que es una de las libertades que en algún momento pueden desaparecer. El link para acceder a estos textos lo publico en mis redes sociales. Entonces muchos lo leen y otros tantos opinan. Ahí el problema; como escritor me gusta que tales opiniones tengan algún fundamento. No importa si son adversas, contrarias o con recios tonos de desacuerdo. Lo importante es que se discuta el tema. Pero eso rara vez ocurre. Porque estamos indoctrinados a reaccionar, no a reflexionar. La capacidad crítica ha sido sustituida por el frenesí de decir cualquier cosa que se nos venga en mente sin revisarlo y evaluarlo. Estamos en la era del odio, de la rabia, del vituperio y el insulto. Pareciera catártico, pero no lo es. La reacción orgánica y visceral en redes representa un retroceso, un abrir la caja de Pandora y dejar salir emociones. Ahora más que nunca se puede uno explayar socialmente y ser tomado en cuenta, pero lo hacemos de la manera equivocada.

El ignorante, el estúpido, el barbaján y el salvaje poseen teléfonos celulares, pero no comprenden la información que leen en ellos ni son capaces de expresarse de manera inteligible. Proyectan sus torpes balbuceos sin entender por qué lo hacen. Ni la literatura ni el lenguaje están hechos para ellos. Tienen en sus manos no un teléfono, sino un artefacto venido del futuro que no solo es una compacta computadora, sino un instrumento universal de comunicación e información, y que, además, viaja en el tiempo. Estas personas viven en sus primitivos mundos, alienados de todo este avance tecnológico, pero atrapados en él. Se desenvuelven en apretadas esferas psicosociales virtuales de las cuales nunca saldrán. El acto de escribir y expresarse para ellos se limita a dibujar grotescos penes o un torso femenino exagerando los caracteres sexuales secundarios sobre la pared de los retretes públicos. Estos cavernícolas, ¿son capaces de entender una lectura medianamente elaborada? Para nada. No pasan de emocionarse de manera pueril con revistillas y cómics sobre temas eróticos vulgares, supersticiones, clichés, fenómenos extraños, exageraciones y violencia. Aplauden y replican las barbaridades e imprecisiones de otros estúpidos en redes sociales, multiplicando su pernicioso efecto.

Las redes sociales obedecen más a las respuestas reactivas que a la reflexión. De hecho, se vende más el tono en que se dicen las cosas que lo que verdaderamente se está diciendo. O sea que es más importante decir las cosas en un tono que alborote, que favorezca el emputecimiento crónico y el argüende, pues tales tonos estimulan los likes. Y los likes venden.

Queda claro que la tecnología no siempre funciona a nuestro favor. Nos ha transformado en unos brutos alienados incapaces de pensar, de reflexionar sobre nuestro lugar en el mundo y sobre la manera en que debemos comunicarnos.

Cómo explicar que reaccionar de manera visceral y recurrir al insulto solo genera una ola de violencia verbal que después se convierte en tendencia, en moda, en algo a lo que creemos que se debe hacer y que eso deviene en conductas inherentemente destructivas. Cómo.

Y, lo más importante: cómo replegarnos cuando sentimos esta imperiosa necesidad de opinar a lo pendejo.

Adrián Herrera

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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