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Un paseo por el McDonald’s de Johnny Depp

La siguiente crónica nos lleva a la última edición de un famoso festival de cine. Las sorpresas, buenas y malas, no faltan.

Por: Nicolás Ruiz Berruecos

Ilustración: Kathia Recio, cortesía de Nexos

Los laureles no son como los pintan. Armando Navarro y yo llegamos a Cannes con un corto seleccionado para la 62è Semaine de la Critique. Él como director y yo como productor, con el único corto mexicano en la selección de 2023 y una de las pocas películas nacionales en el festival de cine más importante del mundo. Tal vez no hayan escuchado del corto, llamado Arkhé. Y eso tiene sentido: no hizo mucho ruido. Para nosotros, sin embargo, fue algo enorme. La imagen de Cannes devora todo: al Mediterráneo, a los premios, al cine mismo. Es como Manhattan: has visto esos edificios tantas veces en las películas que estar ahí es como estar en un set. Son lugares en los que es difícil sacudirse la sensación de irrealidad. Cannes arrastra un enorme y pesado aroma. Un tufillo a distinción que impulsa carreras y abre las puertas de un mundo despiadado. Quiero intentar describir el olor del que seguimos impregnados. Un olor de prestigio rancio y provocaciones vacías, de oportunidades únicas y ansiedad de cumplirlas. El olor de Cannes que se queda como el humo de cigarro en la ropa después de una fiesta, o el olor a grasa después de freír papas.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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