Por: Marco A. Fernández, Sandra Reyes y Laura Herrera
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
La nueva propuesta curricular ha generado suspicacias, aunque se haya difundido entre aplausos en eventos oficiales o la firma de acuerdos estatales. La ausencia de orientaciones didácticas claras, y la multiplicidad de términos desconocidos por las y los docentes, incrementan las dudas sobre la posibilidad de consolidar en las aulas una nueva reforma a los planes de estudio para impulsar una Nueva escuela mexicana. En el marco general se exponen los principios de integración curricular, autonomía docente y transformación administrativa que podrían representar un cambio para el sistema educativo, siempre que las oportunidades de diálogo fueran aprovechadas para compartir rutas claras de implementación de estos ideales. El principio de integración curricular apuesta por dejar de mirar planes de estudio, estructurados tradicionalmente por asignatura, para articular saberes mediante diálogos entre cuatro campos formativos, siete ejes articuladores que son transversales a todo el currículo y seis fases de aprendizaje que agrupan saberes que se comparten entre grados o niveles escolares. Las fases de aprendizaje aluden una forma valiosa de abordar el proceso de enseñanza-aprendizaje, en la que el trabajo docente debe ser flexible para ir y venir entre los contenidos o saberes de dos o tres grados escolares que se agrupan en cada fase, con el fin de adaptarse a las necesidades de sus alumnas y alumnos. Para lograrlo, es necesario fortalecer la autonomía y capacidad de autogestión de las escuelas y de las y los docentes, quienes requerirán apoyo para flexibilizar las tareas administrativas y desplegar mecanismos de monitoreo y acreditación de los diferentes niveles de aprendizaje de sus estudiantes.