No se asesina a las civilizaciones, dijo el historiador Arnold Toynbee. Se suicidan. Aunque la influencia militar y la suerte geográfica sostendrán a Estados Unidos (EU), su república coquetea con el guión de Toynbee. Ninguna amenaza externa ni evaluación interna de costos y beneficios llevaría a un marciano a creer que la potencia más grande del mundo debería estar en crisis por su propia mano. Ya sea en China, Canadá o incluso en EU, los observadores humanos no lo creen. La velocidad en que EU se pone en su contra es histórica.
Donald Trump tomó protesta hace diez semanas. Heredó una economía con inflación estable y tasas de interés en descenso, pero con un crecimiento proyectado que superará a cualquier gran competidor este año. Con cada nueva andanada de Trump sobre la economía global, los pronósticos de crecimiento de EU se recortan. Suponiendo que impulse más revisiones a la baja --probablemente con su “día de la liberación” de aranceles recíprocos al resto del mundo-- EU parece estar destinado a una recesión este año. Esta sería una recesión por elección propia; la elección de Trump.
Pero eso es lo trivial. Un crecimiento negativo sería una mera consecuencia de un ataque más preocupante al experimento estadunidense. Lo que lo diferencia de emergencias anteriores es la falta de resistencia seria. La guerra civil de 1861-1865 fue una lucha sangrienta a muerte. Pero la causa sindical contra la esclavitud con razón fue apasionada. La respuesta estadunidense a Pearl Harbor en 1941 despertó a una nación aislacionista. EU compensó con determinación lo que había pasado por alto con su previsión.
Cada una de las convulsiones internas de EU desde entonces --la lucha por los derechos civiles de la década de 1960, las divisiones causadas por la guerra de Vietnam, el Watergate de Richard Nixon e incluso la reacción a la guerra de Irak de 2003-- condujo a resoluciones encarnizadamente disputadas, a veces positivas. Lo que falta ahora es una idea de la magnitud de lo que está en juego.
Irónicamente, los extranjeros son muy conscientes. Cada vez que se le niega la entrada a un científico o un turista desaparece en un centro de detención, esto genera titulares en casa. Los estudiantes extranjeros viven con el temor de ser deportados arbitrariamente, o incluso secuestrados en la calle por agentes enmascarados. Los posibles visitantes están haciendo otros planes.
¿Y qué pensará el mundo del 250 aniversario de EU el próximo año? La declaración de independencia de Estados Unidos rindió “el debido respeto a las opiniones de la humanidad”. Trump le muestra una mala cara a la humanidad, que bien o está estafando a su país o se está enriqueciendo con la generosidad estadunidense.
La brutalidad es el punto. Cuando Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional de Trump, desfila frente a detenidos arrodillados con la cabeza rapada, el sadismo es intencional. Cuando J.D. Vance, el vicepresidente, se autoinvita a Groenlandia para decirle a su gente que, de una forma u otra, se convertirán en estadunidenses, su amenaza es sincera.

En muchos frentes, y con una prisa deliberada, EU está diluyendo su poder blando. Se necesita menos de un trimestre para manchar una marca que tardó un cuarto de Notivox en construirse. ¿Cuánto tiempo tomaría repararla? La semana pasada, Myanmar sufrió su peor terremoto en décadas. Equipos de ayuda chinos e incluso rusos llegaron al terreno en cuestión de días. Después de desmantelar la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), la ayuda estadunidense todavía no llega. En su país, Trump planea deportar a más de 300 mil refugiados venezolanos a las fauces del brutal régimen del que huyeron.
Ninguna de las masas apiñadas del mundo es bienvenida en EU, con una sola excepción: los sudafricanos blancos. Mientras Trump cierra agencias y consulados en todo el mundo, su administración está estableciendo centros de procesamiento para “refugiados” afrikáneres blancos en Pretoria, quienes, según él, son víctimas de discriminación racial por parte del gobierno sudafricano de mayoría negra.

Por si alguien no lo entiende, su administración está borrando las contribuciones de estadunidenses no blancos de los sitios web del Pentágono, el cementerio de Arlington y el museo Smithsonian. Martin Luther King Jr. desapareció. Los nombres de los generales confederados derrotados están de vuelta. Los proyectos de investigación científica se revisan minuciosamente en busca de palabras prohibidas, como “equidad” e incluso “mujeres”.
Todo esto se hace en nombre de la meritocracia. La nueva guardia estadunidense está compuesta casi en su totalidad por blancos, hombres y, en su mayoría, no calificados para dirigir los grandes departamentos que están vandalizando. No son solo los extranjeros los que están reestructurando sus planes. Los científicos estadunidenses buscan trabajo en el extranjero. Trump le presentó al resto del mundo una gigantesca oportunidad de llevárselos y quedarse con ellos. Si cabe alguna duda de que EU abrazó el brutalismo, basta con observar la liberación en febrero de los hermanos Tate, Andrew y Tristan, de Rumania, donde ahora se encuentran de vuelta a la espera de juicio por cargos de trata de personas y explotación sexual. Mientras otros son intimidados para que se autodeporten, los hermanos recibieron una alfombra roja. Tales presagios son más graves que cualquier recesión autoinfligida.
OMM