Cuando Charles Ponzi fue arrestado hace 105 años, acababa de recaudar hasta 20 millones de dólares (mdd) en siete meses. Miles de estadunidenses cayeron en su estafa de inversión que prometía duplicar su dinero en 90 días.
Dependiendo de si eres un “crypto bro” registrado o no, bitcoin es una innovación brillante para alejar al mundo de las monedas fiduciarias corruptibles o un enorme engaño. La aparición de compañías de tesorería de bitcoin (BTC, por sus siglas en inglés) que captan deuda y capital simplemente para comprar bitcoin es, por extensión, una ingeniería financiera genial o algo parecido a un esquema Ponzi sobre otro esquema Ponzi.
Esta abreviatura puede ser torpe, las criptomonedas no dependen explícitamente de nuevos inversionistas para remunerar a los existentes como sí ocurría con el esquema Ponzi; y el fraude, aunque a veces se relaciona con las criptomonedas, no es inherente a ellas. Pero todavía hay similitudes alarmantes, la más evidente es el ambiente de exuberancia sectaria. Durante el último año, el bitcoin ya subió más de 80 por ciento, cuatro veces más que el índice Nasdaq, con una fuerte presencia del sector de tecnología; quién sabe, podría alcanzar 100 por ciento en 90 días en algún momento.
Consideremos ahora un paralelismo más reciente. Las obligaciones de deuda garantizada (CDO) –los derivados hipotecarios que experimentaron un auge hasta 2008– eran, al igual que las criptomonedas, una clase de activo con mucho bombo y platillo y con escaso valor fundamental (gracias a los préstamos subyacentes de baja calidad que los agentes hipotecarios originaban para satisfacer la creciente demanda de CDO).
Cuando la fiebre alcanzó su punto máximo, los CDO estaban tan de moda que los ingenieros financieros idearon el CDO al cuadrado, creado a partir de una amalgama de otros CDO segmentados, que a su vez habían segmentado las hipotecas originales. Como era de esperar, se desató el desastre.
Las compañías de tesorería de Bitcoin son, en cierto sentido, los CDO al cuadrado del universo cripto. Si pensabas que la fiebre del bitcoin era exagerada, cuánto más lo es una BTC, una empresa que invierte, total o parcialmente, su dinero en bitcoin u otras criptomonedas.

Estos grupos, que antes eran diseñadores tecnológicos, empresas de mercadotecnia o consultoras educativas con dificultades, abandonaron su trabajo cotidiano y se inclinaron por entrar en bitcoin. Ahora hay docenas de ellos.
Según la firma de corretaje Peel Hunt, existen más de 160 BTC en todo el mundo. Todas se inspiraron en la historia de Michael Saylor, quien hizo precisamente esto con su empresa de software Strategy (anteriormente MicroStrategy), y pudo ver cómo el precio de sus acciones se multiplicaron por más de 20 desde 2020. La capitalización de mercado de Strategy supera ya los 100 mil mdd, el triple del valor de State Street.
En el mundo iconoclasta del bitcoin y las BTC, el concepto de que un tesorero corporativo proteja los fondos de la empresa en instrumentos de bajo riesgo se desvanece, y se convierte en bitcoin. Y más aún, la empresa capta capital nuevo o emite un flujo de deuda o bonos convertibles para ampliar sus inversiones en criptomonedas. Peel Hunt describe esto como un “volante de inercia”.
Para los inversionistas, el principal atractivo parece residir en la posibilidad de aprovechar el impulso alcista de las valoraciones de las criptomonedas, con apalancamiento incorporado.

Además, existen varias capas de arbitraje. En primer lugar, dependiendo de la ubicación, puede haber una estrategia fiscal. En algunas jurisdicciones, como Japón, una estructura corporativa como una BTC podría tener una tasa de impuestos más baja sobre las ganancias de capital que una inversión directa en criptomonedas. En otras, las BTC podrían estar completamente exentas de impuestos mediante envoltorios de acciones y participaciones libres de impuestos.
El arbitraje regulatorio también puede ser un atractivo. Los ETF de criptomonedas, por ejemplo, todavía no son autorizados en el Reino Unido para inversionistas minoristas; una BTC elude esa restricción. Y para los inversionistas institucionales, una estructura corporativa puede eludir un mandato que les impide poseer criptomonedas u otros activos alternativos directamente.
En un mercado en constante alza, esquivar obstáculos como este y maximizar la rentabilidad mediante BTC apalancados puede parecer inteligente. La exuberancia del mercado sin duda se ve impulsada por el gobierno de Donald Trump, en particular por su reciente orden ejecutiva que facilita la compra de criptomonedas a través de los planes de pensiones 401(k), y su “Ley Genius”, que impulsará los activos digitales de forma más amplia.
Mientras continúe el mercado alcista, las BTC –similares a un esquema Ponzi sobre otro esquema Ponzi o a un CDO al cuadrado– podrían prosperar. Pero los “inviernos cripto”, como descubrieron los “bros” en 2018 y 2022, suelen ser duros; en el próximo, es probable que los inversionistas en BTC también descubran que el sufrimiento también se aumentó al cuadrado.
KRC