Sin tomar en cuenta las evidencias documentadas de cooptación de políticos texanos y federales estadunidenses que recibieron donativos económicos, viajes pagados y regalos a cambio de apoyo, y pese a la férrea oposición de grupos ecologistas, el condado de Cameron autorizó a la empresa aeroespacial SpaceX , del multimillonario Elon Musk, ampliar sus instalaciones y crear una nueva planta sobre el ecosistema de dunas que caracteriza al sur de Texas, en la frontera con México.
La instalación, que incluye nueva infraestructura de desarrollo de combustibles para los cohetes de la compañía, fue autorizada con tres votos a favor, uno en contra y una ausencia por los integrantes del Tribunal de Comisionados del condado de Cameron, Texas.

Esta nueva planta de combustibles fue presentada ante el Tribunal como un elemento de desarrollo económico de la zona de Boca Chica, comunidad localizada en la frontera con Tamaulipas.
Con ella se busca que la compañía de Musk produzca su propio combustible en el sitio de lanzamientos Starbase, sin necesidad de movilizar desde otras partes de Texas más de 200 camiones cisterna con el combustible requerido para cada despegue.
Sin embargo, la planta que para la empresa significará eficiencia, para habitantes de la zona y defensores del medio ambiente en ambos lados de la frontera representará un alto riesgo al seguir industrializando un ecosistema único para Estados Unidos y México.
En términos técnicos, la nueva instalación autorizada para la empresa del también dueño de Tesla es un separador de aire mediante el cual se obtendrán oxígeno líquido y nitrógeno.
Estos elementos servirán en los procesos de combustión para el despegue y empuje de los cohetes de SpaceX, particularmente la nave Starship.
Su obtención requiere de un proceso que exige enormes cantidades de energía y que, de acuerdo con expertos en materia ambiental, convierte al sitio donde se instala en un área de alto riesgo, susceptible de fugas, incendios y explosiones, como ya ocurrió hace unas semanas en otra planta de combustibles de SpaceX, instalada a orillas del río Bravo, a solo 100 metros de México.

El órgano que lo autorizó
En Texas, el poder local no se reparte en un cabildo como ocurre en los municipios mexicanos, sino en un órgano con nombre solemne y funciones administrativas: el Tribunal de Comisionados.
En el condado de Cameron, ese cuerpo colegiado está integrado por cinco personas, quienes deciden desde el destino de los impuestos hasta la apertura de carreteras o la autorización de proyectos industriales, como la nueva planta de Musk.
Fue justo ahí, en ese órgano de decisión, donde se determinó que Boca Chica, santuario natural convertido en puerto espacial, tendrá una nueva planta de oxígeno líquido y nitrógeno para cohetes.
La discusión no era técnica ni fría: estaba en juego la transformación de un ecosistema para su extensión como zona industrial. Aun así, el resultado fue breve y contundente: tres votos a favor, uno en contra y una ausencia.
Con esa mayoría, el condado autorizó a SpaceX levantar su nueva infraestructura, a solo unos pasos de una playa bañada por las aguas del Golfo de México.

La votación
Actualmente, el Tribunal de Comisionados de Cameron está formado por un juez del condado —cargo equivalente a un alcalde o administrador general— y cuatro comisionados elegidos por distritos.
La presidencia recae en Eddie Treviño Jr., ex alcalde de Brownsville y juez del condado desde 2016, quien ha construido su carrera sobre la promesa de atraer inversiones a la frontera sur de Texas, considerada como una de las de mayor atraso económico en esta parte de Estados Unidos.
En la votación sobre SpaceX, Treviño alzó la mano a favor del proyecto junto con Sofia C. Benavides, comisionada del Distrito 1 y primera mujer en ocupar ese cargo en la historia de Cameron, y Joey Lopez, del Distrito 2, quien ha defendido proyectos de transporte e inversión privada.
Los tres coincidieron en que la planta garantizará empleos y consolidará a la región como epicentro de la industria espacial.
En el lado opuesto, David A. Garza, comisionado del Distrito 3 desde el año 2000, votó en contra. Su voz ha sido constante en advertir sobre la fragilidad ambiental de Boca Chica y sobre los riesgos de convertir a un refugio de vida silvestre en plataforma industrial.
“No podemos seguir entregando permisos como si la playa fuera un terreno baldío”, expresó en la sesión, consciente de que su voto sería minoría.

El quinto integrante, Gus Ruiz, comisionado del Distrito 4, no estuvo presente. Su ausencia evitó que la votación terminara en un cerrado 3–2 y permitió que el expediente se resolviera con holgura aparente: 3 a 1.
Las voces no escuchadas
Además del comisionado Garza, en la sesión de votación del proyecto de ampliación de la Starbase, realizada el pasado 7 de julio y cuyas minutas obtuvo MILENIO, algunas personas que se identificaron como residentes de la zona texana manifestaron su rechazo al proyecto, bajo el argumento de que la mitigación de impacto ambiental que se promete para el separador de aire no es suficiente.
Uno de los habitantes, identificado como Jim Chapman, señaló que se debería revisar a detalle lo que ocurría con el proyecto de SpaceX y las labores de remediación.
“Creo que se debería archivar esta propuesta (de construir la nueva planta de combustibles) y pedirle a SpaceX que presente un plan de mitigación legal viable, porque van a destruir cinco acres justo al lado de las cuatro dunas de la playa.
“Y para la mitigación, simplemente van a verter arena al otro lado de la Carretera 4 (que conecta a la playa de Boca Chica con el resto de las ciudades del condado de Cameron y en la que se ubica SpaceX) donde ya hay arena en la vegetación. Los dos sitios parecen casi idénticos, y a eso lo van a llamar mitigación, eso no es mitigación”, alegó.
Esta sesión del Tribunal de Comisionados de Cameron reveló cómo funciona la política en el sur de Texas: con tres votos se definió el rumbo de un ecosistema, el destino de un municipio y la relación con una de las empresas más poderosas del planeta.
Detalles de la decisión
El permiso, aprobado oficialmente a la empresa Space Exploration Technologies Corporation (nombre institucional de SpaceX), incluyó un certificado de construcción en zona de playa en los límites con México y un permiso para intervenir dunas costeras.
Según el expediente, SpaceX propuso reducir el área afectada de 7 mil 700 pies cuadrados (poco más de 715 metros cuadrados) a solo 865 (80 metros cuadrados), una mitigación que el Tribunal de Comisionados aceptó como suficiente.
Pese a esas advertencias, el peso político y económico de SpaceX inclinó la balanza. El condado, que en mayo había aprobado la creación de Starbase City (Ciudad Starbase, localizada junto al punto de lanzamiento de cohetes y habitada en su mayoría por empleados de la compañía), volvió a dar un paso más en la consolidación del enclave industrial y espacial en plena frontera.
Riesgos para el ambiente y las personas
Opositores a la operación y expansión de SpaceX en la frontera entre Estados Unidos y México han advertido sobre los riesgos que esta empresa representa para el ecosistema de la zona y los habitantes de la misma. Estos temores no son mera especulación.
Aunque la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) de México y la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos han señalado que se mantienen supervisando lo que realiza SpaceX en la frontera de ambas naciones, colectivos ambientales han reportado contaminación con basura espacial tanto en el Golfo de México como en el río Bravo y sus inmediaciones.

El 27 de mayo, la compañía aeroespacial localizada en el extremo sur de Texas realizó la novena prueba de lanzamiento de su nave Starship.
Sin embargo, el cohete de 123 metros de largo no logró los objetivos principales, ya que la nave perdió el control y se desintegró en el espacio, mientras que el propulsor Super Heavy descendió en algún punto del Golfo de México de forma catastrófica, estallando antes de amerizar.
Sobre lo ocurrido, la Administración Federal de Aviación (FAA) informó que estaba “al tanto de que ocurrió una anomalía durante la misión SpaceX Starship Flight 9 que se lanzó el martes 27 de mayo desde Starbase, Texas, y está trabajando activamente con SpaceX en el evento”.
Durante los días posteriores al estallido, cientos de kilos de restos plásticos y metálicos empezaron a ser localizados en Playa Bagdad, en territorio mexicano.
Jesús Elías Ibarra Rodríguez, presidente de Conibio Global, organización dedicada a la conservación de la tortuga lora, dijo en ese momento que el suceso podría tener consecuencias graves para los ecosistemas del Golfo de México.
“El propulsor (Super Heavy) tenía un peso estimado de 200 toneladas, por lo que hablamos de una cantidad significativa de residuos que, en gran parte, podrían haber quedado en el lecho marino”, advirtió entonces Ibarra Rodríguez.
Días más tarde, el 18 de junio, la nave Starship 36 de SpaceX explotó mientras se encontraba en el Centro de Pruebas de Massey, una base de abastecimiento de combustible ubicada también en el condado de Cameron, sobre la ribera del río Bravo, a solo 100 metros de territorio mexicano.
Un día después, durante un recorrido realizado por Notivox en el lado mexicano de la frontera, se constató que restos de la nave cayeron en territorio nacional y en el cauce hídrico.
A finales de ese mes, la presidenta Claudia Sheinbaum señaló que se estaban analizando las posibles violaciones a normativas internacionales por parte de SpaceX debido a sus actividades aeroespaciales en la zona de la frontera entre México y Estados Unidos.

Oxígeno líquido y nitrógeno, ¿para qué?
El corazón de esta historia está en una palabra técnica: propelente. En términos simples, un propelente es la sustancia —gas o líquido— que, al mezclarse con combustible e incendiarse, produce el empuje que levanta un cohete de la Tierra al espacio.
En este caso, el oxígeno líquido es el principal oxidante en esa ecuación y será uno de los elementos a obtener en el nuevo separador de aire que se instalará en la Starbase de Boca Chica.
Para obtenerlo, se enfría el aire hasta temperaturas de -183 °C, se separan sus componentes y se almacenan en tanques criogénicos.
Boca Chica: un santuario natural
Esta nueva planta de combustibles no se construirá en cualquier territorio. Boca Chica es un enclave de vida silvestre, una costa que combina mar, río y desierto en una franja de dunas y humedales en la frontera entre Estados Unidos y México, en el noreste de Tamaulipas.
Allí anidan tortugas marinas, vuelan aves migratorias y aún sobrevive el ocelote, un felino en peligro de extinción.
La zona está rodeada de áreas protegidas: el Parque Estatal Boca Chica y el Refugio Nacional de Vida Silvestre del Valle Bajo del Río Grande. Durante décadas, esta playa fue uno de los pocos tramos del Golfo de México libre de infraestructura industrial.

La nueva Starbase City
La extensión del dominio de Musk sobre el sureste de Texas no se detiene con su base de lanzamientos de cohetes.
En mayo de este año, la zona de Boca Chica dio un paso simbólico y contundente: se convirtió en una ciudad oficialmente incorporada bajo el nombre de Ciudad Starbase (Starbase City).
Con apenas 500 habitantes, la comunidad, mayormente conformada por trabajadores de SpaceX, fue constituida el 3 de mayo pasado y, por su rango de municipalidad, cuenta con un alcalde y dos comisionados.
El municipio texano se autodenomina como “la puerta de entrada a Marte”. Robert “Bobby” Peden, primer alcalde de Ciudad Starbase, es también vicepresidente de Pruebas y Lanzamientos de Texas, tras una década de labores en SpaceX.
El nuevo municipio no tiene plaza central, ni iglesia, ni palacio de gobierno. Su centro vital es la plataforma de lanzamiento de naves, y su calendario gira alrededor de las pruebas y vuelos de Starship.
Aquí, el repique de campanas es reemplazado por rugidos de motores y columnas de fuego que iluminan la playa.
La cotidianidad es la del trabajador que desayuna con olor a mar, pero se dirige a la fábrica a soldar acero criogénico o revisar válvulas de metano líquido.

Starbase es la primera ciudad en el mundo concebida y organizada alrededor de un puerto espacial privado.
“Starbase, Texas, nació de la audaz visión de SpaceX de establecer un puerto espacial privado para apoyar sus vehículos de lanzamiento de próxima generación.
"En agosto de 2014, SpaceX anunció la selección de un sitio costero remoto cerca de Brownsville, Texas, atraído por sus ventajas geográficas, beneficiosas para las operaciones del puerto espacial”, presume el nuevo municipio a través de su sitio web.
Con ello, SpaceX consolidó su poder territorial. Ya no es solo un inquilino con permiso de lanzar cohetes: es un actor político con capacidad de moldear la legislación local y decidir sobre obras que afectan directamente a la población y al ecosistema.
Corrupción y nuevo lanzamiento
Este jueves, Notivox informó que Elon Musk y su empresa SpaceX pagaron más de 25 millones de dólares en donaciones, viajes, regalos y cabildeo con legisladores y funcionarios texanos y federales estadunidenses para obtener permisos y apoyos para instalar su base aeroespacial en el condado de Cameron.
El monto fue documentado por las investigadoras Michelle Keck, de la Universidad de Texas Rio Grande Valley, y Guadalupe Correa-Cabrera, de la Universidad George Mason, en Virginia, quienes en el estudio “Una alianza de la élite del poder y la política ambiental local: Elon Musk” concluyen que el aterrizaje de la Starbase en la frontera con México fue posible gracias a una alianza entre dinero y política.

Por lo pronto, SpaceX ha anunciado que este domingo 24 de agosto realizará el décimo vuelo de prueba de su Starship desde Boca Chica. Ayer por la tarde, el propulsor Super Heavy fue trasladado y colocado en la zona de lanzamientos.
Mientras tanto, en la frontera, donde antes solo había arena y viento, ahora hay un letrero que dice: “Bienvenidos a Starbase, Texas”.
HCM