No era un día cualquiera en Huelva. La mañana del 30 de abril de 1943, un joven pescador divisó entre la bruma algo extraño: un cuerpo flotando, hinchado por el mar, con un maletín encadenado a la muñeca. Nunca habría imaginado que aquel hallazgo sería la pieza clave de una jugada maestra capaz de alterar el rumbo de la Segunda Guerra Mundial.
Esa operación, llamada con ironía “Mincemeat” (Carne Picada), no se ganó en el frente de batalla, sino en el terreno de la imaginación y el engaño: un plan secreto que, como testigos tardíos, reconstruiremos aquí paso a paso.
1943: Europa y África del Norte en llamas
Europa estaba bajo la sombra nazi. Las tropas de Hitler controlaban gran parte del continente, mientras los Aliados —Francia, Inglaterra, Canadá, Australia y Estados Unidos— buscaban un golpe que cambiara la dirección de la guerra.
El plan era invadir Sicilia y abrir así la puerta hacia Italia, pero los alemanes preveían el movimiento y sus defensas parecían casi impenetrables.
Al mismo tiempo, la campaña aliada en el norte de África exigía distraer a los ejércitos del Eje y debilitar su presencia en la región, facilitando el avance aliado.
Fue entonces cuando dos oficiales británicos, el contraalmirante Ewen Montagu y el capitán de la RAF Charles Cholmondeley, concibieron un plan que desafiaba cualquier manual militar: hacer creer al Eje —Alemania, Italia y Japón— que la invasión se produciría en Grecia, desviando tropas y fortaleciendo la estrategia global.

El hombre que no sabía que sería un héroe
Para engañar a Hitler necesitaban un muerto con una vida creíble. Eligieron a Glyndwr Michael, un vagabundo galés de 34 años que había fallecido tras ingerir veneno para ratas en Londres.
Su trágico final se convirtió en el inicio de un plan histórico: el Mayor William Martin, Royal Marines.
Curiosidad 007: La idea de usar un cadáver con documentos falsos se inspiró en el Memorándum Trout de 1939, elaborado por Ian Fleming, entonces oficial de inteligencia y futuro creador de James Bond.
La estrategia de Mincemeat tomó estos conceptos y los aplicó de manera audaz, transformando un cuerpo sin vida en un instrumento decisivo para alterar los planes nazis.

Los británicos inventaron toda su vida:
- Una novia ficticia, “Pam”, con cartas de amor y fotografías; su imagen era de Jean Leslie, secretaria del MI5.
- Boletos de teatro, recibos de clubes nocturnos, extractos bancarios y cartas familiares falsas.
- Medallón de San Cristóbal, llaves, cigarrillos y fósforos.
- Un anillo de compromiso para reforzar la relación ficticia.
- Una maleta con documentos “secretos” indicaba un supuesto ataque aliado en Grecia, junto con cartas estratégicas que reforzaban el engaño: una redactada por el teniente general Sir Archibald Nye, dirigida al general Sir Harold Alexander, y otra personal de Lord Mountbatten al almirante Sir Andrew Cunningham.
Cada detalle estaba pensado: tinta resistente al agua, objetos personales creíbles, una cruz de plata para indicar su fe católica y, de manera muy ingeniosa, un cabello colocado dentro de una carta para confirmar si los nazis habían abierto y leído los documentos.
La operación fue supervisada por el MI5, asegurando que cada detalle fuera impecable y que la información llegara al enemigo sin levantar sospechas.

El cadáver que engañó a un imperio
El cuerpo, conservado en hielo seco dentro de un contenedor estanco, fue cuidadosamente transportado en el submarino británico HMS Seraph hasta las aguas frente a la costa de Huelva, España, territorio neutral pero vigilado por espías nazis.
- Se quería que los alemanes creyeran que el cadáver había muerto en un accidente aéreo, aumentando la credibilidad del plan.
- A las 7:30 h del 30 de abril de 1943, el pescador José Antonio Rey María encontró el cuerpo y lo llevó a tierra firme.
- Las autoridades españolas informaron a la Comandancia de Marina, y el juez Mariano Pascual del Pobil custodió los objetos del maletín.
- Pascual estuvo listo para entrega el maletín al vicecónsul británico Francis Haselden, pero éste lo rechazó y solicitó que se siguiera el trámite legal con las autoridades españolas, asegurando que los documentos permanecieran “oficialmente” bajo custodia.
- Entre los primeros en examinar los documentos estaba Adolf Clauss, espía alemán bien situado en la red de influencia del régimen de Franco en Huelva. Clauss creyó que contenían información militar valiosa y los envió a Berlín, sin sospechar que estaba siendo manipulado.
Incluso la autopsia, que verificó la ausencia de mordeduras de peces, no despertó sospechas: lo que realmente importaba era el contenido del maletín. El informe también señaló que Martin había fallecido entre cinco y diez días antes.
Montagu simuló un intento desesperado de recuperación de la maleta por parte británica, reforzando la credibilidad del engaño.

Operación Husky: cuando el pez mordió el anzuelo
Mientras los nazis desviaban tropas hacia Grecia y Cerdeña, más de 160 mil soldados aliados desembarcaron en Sicilia el 10 de julio de 1943, con un éxito rotundo.
El mensaje enviado a Winston Churchill desde Londres lo decía todo:
“Mincemeat Swallowed Whole” —Se han tragado toda la carne picada
Gracias a la operación:
- Hitler desvió tropas de Sicilia.
- Mussolini fue derrocado.
- Alemania tuvo que ajustar su estrategia, debilitando su ofensiva en otros frentes y facilitando el avance aliado en el norte de África. La astucia británica había logrado lo que las armas no podían: cambiar el rumbo de la guerra.
¿Qué pasó con el Mayor Martin?
Glyndwr Michael descansa hoy en el cementerio de la ciudad andaluza, bajo la lápida del ficticio Mayor William Martin. En 2011, la Universidad de Huelva publicó un libro con pruebas de georradar para intentar comprobar si la tumba realmente estaba ocupada, manteniendo vivo el misterio de aquel hombre que nunca existió.
El personaje que nunca disparó un arma, nunca comandó tropas, y aun así alteró el destino de un conflicto. Décadas después, las flores frescas que aparecen en su tumba son testigos de la Operación Mincemeat: una lección eterna de ingenio militar, astucia estratégica y táctica psicológica.
Y es que, a veces, la inteligencia no solo gana batallas, sino que escribe la historia con la fuerza de mil ejércitos.
