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  • Godzilla y la bomba nuclear: lo que Japón nunca olvidó

Godzilla, ícono cultural que refleja las ansiedades y cambios históricos de cada época. | Especial

Inspirado por los efectos de la Segunda Guerra Mundial y los bombardeos nucleares, Godzilla se alza como un monstruo que encarna el miedo y la memoria histórica del país.

Hace más de siete décadas, Japón enfrentaba el horror absoluto: Hiroshima y Nagasaki habían sido arrasadas por bombas atómicas, y el conflicto llegaba a su fin con el país devastado, humillado y profundamente traumatizado. 

En este contexto surgió un monstruo que, más allá del entretenimiento, se convirtió en espejo cultural y símbolo inmortal de la capacidad destructiva del hombre: Godzilla.  Nació precisamente en ese cruce entre miedo, memoria y cine, y su rugido, capaz de atravesar generaciones, funciona tanto como espectáculo como advertencia: ciertos temores nunca desaparecen del todo.

Septiembre, por tanto, se presta a la reflexión. El 21 se celebra el Día Internacional de la Paz y el 26 el Día para la Eliminación Total de Armas Nucleares.  Ambas conmemoraciones invitan a considerar cómo la historia y la ficción pueden conectarse.

De Gojira a Godzilla: la construcción de un monstruo nuclear

En sus orígenes, Godzilla no se denominaba así, sino Gojira, un nombre que fusiona conceptualmente el gorila (gorira) y la ballena (kujira), reflejando la intención de sus creadores de conjugar fuerza primitiva y magnitud colosal.

Sin embargo, la criatura que emergió de esta combinación no reproducía exactamente a un gorila ni a un cetáceo; su anatomía se inspiró en dinosaurios como el estegosaurio y el tiranosaurio rex, con dedos basados en el Iguanodon y cicatrices radiactivas añadidas por el escultor Teizō Toshimitsu

De ese ensamblaje nació un monstruo invencible, símbolo de la omnipotencia destructiva de la energía nuclear y alegoría del trauma histórico que marcó a Japón. Pero su relevancia no se limita a su forma física: más que un simple antagonista, Godzilla trasciende la dicotomía entre héroe y villano, consolidándose como un personaje de complejidad ética y cultural.

Con una amplia filmografía, Godzilla es conocido como un ícono pop.
Gojira, combinación de gorila y ballena, simboliza fuerza y magnitud colosal.

Inspiración real y experiencia directa del horror

Tomoyuki Tanaka, productor de la película, se inspiró en hechos concretos. En marzo de 1954, durante las pruebas nucleares estadounidenses en el atolón de Bikini, un atunero japonés quedó expuesto a radiación, provocando una crisis sanitaria para su tripulación. Tanaka imaginó un escenario hipotético: ¿y si un monstruo emergiera de estas aguas contaminadas?

Para darle vida a esa idea, Ishiro Honda, director y veterano de la Segunda Guerra Mundial, aportó la vivencia directa de la catástrofe nuclear. Tras ser encarcelado en China durante los bombardeos sobre Japón, siete meses después recorrió las ciudades devastadas, testigo de la destrucción y del terror que había marcado a sus habitantes. Su experiencia permitió que Godzilla no fuera solo un monstruo que arrasa metrópolis, sino una proyección tangible de la devastación atómica que marcó la conciencia japonesa.

Desde el inicio, los realizadores se aseguraron de que la película no se percibiera como un alegato antiestadounidense ni como represalia cinematográfica por los blancos de la bomba atómica. Su objetivo era generar un impacto distinto: reflexivo y representativo, trascendiendo la respuesta política inmediata.

Muere con 96 años uno de los supervivientes a la bomba atómica más conocidos
Hiroshima y Nagasaki fueron destruidas por bombas atómicas, un tipo de arma nuclear.

El espectro nuclear y la Segunda Guerra Mundial

Y es que Godzilla no era un dinosaurio ni un monstruo de fantasía convencional. Como declaró Honda:

“Si Godzilla hubiera sido un dinosaurio u otro animal, habría sido asesinado con una sola bala de cañón. Pero si fuera igual a una bomba atómica, no sabríamos qué hacer. Por lo tanto, tomé las características y las apliqué a Godzilla”.

La película de 1954 incluye despliegues de aviones, tanques y columnas militares, mientras la llama radiactiva del monstruo destruye edificios y personas, demostrando que el flagelo nuclear no distingue entre inocentes y culpables.

Godzilla emerge del agua no solo como fuerza destructiva; su furia refleja la tensión entre vencedores y vencidos del gran conflicto mundial, y sus cicatrices, semejantes a las marcas de quemaduras de los hibakusha, encarnan el trauma profundo de una nación desolada.

El arquetipo del monstruo: guerra, culpa y memoria

De acuerdo con expertos, Godzilla no solo evoca los horrores de la bomba nuclear, sino que también funciona como metáfora de tensión moral de Japón durante la guerra. 

La ficción sugiere que el país fue, simultáneamente, víctima y actor de su propio trauma. Las atrocidades cometidas por el imperialismo japonés en Asia y Oceanía —incluyendo la esclavitud sexual de mujeres coreanas y la muerte de millones durante la ocupación— siguen siendo un tema delicado y muchas veces evadido, y Godzilla opera como reflejo del monstruo que habita en la memoria colectiva.

En la narrativa, el Dr. Serizawa desarrolla un arma de destrucción masiva para detener a Godzilla, pero teme que su conocimiento provoque otra guerra nuclear. Su sacrificio, resonante con la lógica de los kamikazes, busca preservar a la humanidad de sí misma. La historia dentro de la ficción y la metáfora del monstruo se entrelazan, demostrando que poder destructivo y responsabilidad moral son inseparables.

Godzilla, símbolo del horror nuclear en Japón tras la Segunda Guerra Mundial, refleja la devastación de Hiroshima y Nagasaki y los riesgos nucleares actuales.
Godzilla representa los horrores de la bomba nuclear en Japón.

¿Qué nos dice Godzilla sobre la amenaza nuclear hoy?

A fin de cuentas, Godzilla sigue siendo un manifiesto de que la historia nuclear permanece vigente. Su capacidad de regeneración representa que los fantasmas del pasado y la amenaza de guerra permanecen latentes, listos para resurgir con cada conflicto internacional. Desde la guerra en Ucrania y la escalada de Corea del Norte hasta el prolongado conflicto entre Israel y Palestina, las tensiones globales reactivan el simbolismo del monstruo: el miedo a la aniquilación total sigue siendo pertinente.

Más que un espectáculo cinematográfico, Godzilla es la advertencia para la humanidad: los monstruos no siempre son ficticios, y la historia, si se olvida, puede reproducirse con furia devastadora.




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Claudia Islas
  • Claudia Islas
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  • Periodista, guionista y editora egresada de la UNAM. Amante de la cultura underground, la música, el cine y la psicología. Apasionada por contar historias que merecen ser narradas, incluso aquellas que nadie se atreve a mirar de frente.
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