En un mundo hiperconectado, donde la opinión pública se mide en likes y la reputación se tambalea con un tuit, las figuras públicas viven bajo una presión constante.
El ciberacoso ya no se limita a insultos anónimos: la inteligencia artificial (IA) ha abierto la puerta a manipulaciones tan sofisticadas como peligrosas.
Deepfakes, audios falsos y noticias fabricadas con precisión quirúrgica circulan con una rapidez que deja poco margen para la defensa. Aunque el fenómeno parece nuevo, su impacto emocional y social es profundo, y muchas veces, invisible.
Silvia Olmedo, psicóloga y comunicadora, conoce de primera mano el terreno en el que se mueven quienes están expuestos ante millones de ojos. Su experiencia combinando ciencia, divulgación y presencia mediática la coloca en una posición privilegiada para hablar de los riesgos que enfrentan las figuras públicas en la era digital.

Más allá de la indignación que generan estos ataques, Olmedo propone una reflexión sobre la salud mental, la educación digital y la responsabilidad de las plataformas tecnológicas.
En esta conversación que MILENIO tuvo con Olmedo, nos adentramos en los retos psicológicos, sociales y éticos que plantea la tecnología cuando se usa para dañar. Porque si bien las herramientas de inteligencia artificial pueden potenciar la creatividad y la comunicación, en manos equivocadas se convierten en armas de desinformación y hostigamiento.
La pregunta ya no es si esto va a seguir ocurriendo, sino cómo podemos protegernos, como individuos y como sociedad, frente a un entorno en el que la verdad es cada vez más difícil de distinguir.
Lo inicial: los juicios de valor y las funas
Entre pláticas con amigos, familiares o con compañeros de trabajo, todos hemos pecado al hablar mal de algún tercero. Hemos llevado a la mesa temas propios de las redes sociales o la política donde el principal motor para emitir un juicio de valor ha sido la perspectiva persona — y quién diga que no lo hizo, dice una mentira—.
Si bien, esas “valoraciones personales” que solemos hacer solían quedar en lo que vulgarmente conocemos como un “pin-pon personal”, el uso de la Inteligencia Artificial (IA), ha deshumanizado en su totalidad cualquier opinión llevándola incluso a extremos fatales donde el afectado ve cómo su vida profesional y personal quedan tocadas.
“Un rumor basta para dañar una reputación, aunque sea falso. Internet funciona como un megáfono del chisme”, señaló Olmedo en entrevista.
—Silvia, en tu experiencia, ¿cómo ha cambiado la inteligencia artificial la forma en que hoy se ejerce el acoso digital, sobre todo hacia figuras públicas?—
“La IA ha hecho que el acoso sea más sofisticado y dañino. Hoy se pueden crear imágenes, audios o videos falsos de alguien y difundirlos en cuestión de minutos. Esto no sólo afecta a nivel personal, sino también laboral, económico y social. Para una figura pública, el riesgo se multiplica, porque cualquier filtración o manipulación puede convertirse en una crisis de reputación”.
—¿Qué tan peligroso resulta el fenómeno de la “ley del chisme” en la era digital, donde cualquier comentario puede viralizarse en minutos?—
“Extremadamente peligroso. Un rumor basta para dañar una reputación, aunque sea falso. Internet funciona como un megáfono del chisme: basta con que alguien lance una acusación o una idea errónea para que se replique masivamente. Aunque luego se desmienta, el daño ya está hecho, porque la percepción negativa queda instalada”.
—¿Hay nuevos riesgos con fenómenos como las funas o cancelaciones?—
"Antes el acoso era solo insultos o mensajes ofensivos. Hoy una funa puede arruinar la carrera de alguien, sobre todo si ocurre a edades tempranas, cuando la persona no está emocionalmente preparada para enfrentarlo. En un adulto maduro puede ser doloroso, pero quizá tenga más herramientas para sobrellevarlo. En un joven de 20 años puede tener consecuencias devastadoras y de largo plazo".
En terreno sin ley: corre el rumor… pero también la sobrepensadera
Si arriba mencionamos que alguien diría una mentira si comenta que jamás juzgó a alguien, la siguiente falacia sería que nunca tuvo un momento donde se puso a sobrepensar el cómo era visto ante los demás. Conocemos de primera mano que la opinión de terceros no nos define, pero ¿qué pasa cuando son bastantes personas al unísono opininando de ti?
Olmedo extendió este punto, ya que, visto desde la psicología: “genera ansiedad, baja autoestima y un sentimiento de persecución, aunque la mayoría de los comentarios sean favorables”.

—¿Sucede algo más en la mente y en las emociones de una persona que vive bajo ataques digitales?—
"Las consecuencias pueden ser muy graves: delirios de persecución, desconfianza hacia los demás, rupturas familiares, trastornos de ansiedad, problemas de alimentación e incluso suicidios. El impacto es más fuerte en personas que nunca habían estado expuestas a la atención pública y de repente se vuelven virales. Ellas no tienen las herramientas emocionales para enfrentar un ataque masivo".
—Desde la psicología, ¿cómo se vive que una opinión negativa pueda pesar más que 99 positivas y moldear la narrativa sobre una persona?
"Lo que vemos es una distorsión de la percepción. Un comentario aislado puede ser amplificado por medios o usuarios hasta parecer la verdad dominante. El problema es que la mente tiende a fijarse más en lo negativo que en lo positivo. Eso genera ansiedad, baja autoestima y un sentimiento de persecución, aunque la mayoría de los comentarios sean favorables".
—¿Qué efecto tiene la falta de empatía en internet en la forma en que ejercemos el acoso digital?
"En redes sociales nos deshumanizamos. No vemos el rostro ni la reacción de la otra persona, y eso facilita la crueldad. Es como manejar en el tráfico: la misma persona que no te cede el paso en el coche probablemente sí lo haría si estuviera frente a ti, cara a cara. La pantalla crea una barrera que disminuye la empatía y aumenta la agresividad".
Dividir, vencer y proteger
Aunque parezca algo que no es regulado, en México el uso de la violencia digital para amedrentar a terceros se persigue por la ley gracias a la Ley Olimpia, misma que aunque erróneamente pensemos que es exclusiva de las mujeres, aplica para todos los ciudadanos sin ninguna clase de distinción.
Según el portal web del gobierno federal, hasta el momento 28 entidades son las que han aprobado normas en este sentido. Sin embargo, con las reformas a estas normas se busca que la violencia digital y la violencia en los medios de comunicación sean delitos sancionables en todo el país.

Durante los primeros días de agosto, el portal web de la Secretaría de Seguridad Social y Ciudadana (SSC) comunicó que alertó sobre los grupos de quemados, mismos que exponían a diferentes personas en espacios virtuales creados para exhibir o difamar a personas bajo el argumento de “exponer” situaciones personales, muchas veces sin pruebas, contexto o consentimiento.
Además, se señaló que estas publicaciones se hacían en gran parte de manera anómina.
Ante tal situación, Silvia Olmedo señaló que las redes sociales son como nuestra casa y debemos poner límites:
“Si alguien entra a tu espacio a insultar o difundir odio, tienes derecho a bloquearlo o eliminarlo. No es censura: es proteger tu bienestar”, comentó a MILENIO.

—¿Es posible separar la vida privada de la pública para protegerse del daño emocional, o estamos ante un límite imposible en la era digital?—
"Si alguien expone a una persona privada sin su consentimiento, hablamos de un delito. Sin embargo, aunque legalmente se pueda denunciar, el dolor y la repercusión emocional siguen siendo enormes. En la práctica, la línea entre lo público y lo privado cada vez es más difusa, y cualquiera puede revivir errores o situaciones del pasado y exponerlos de nuevo en redes".
"La madurez emocional marca una gran diferencia. Un adulto puede poner distancia y relativizar lo que ocurre. Un joven de 18 o 20 años, en cambio, todavía está formando su identidad. Un ataque a esa edad puede fracturar su autoestima de manera profunda y condicionar su vida futura".
—¿Hasta qué punto una persona, ya sea pública o privada, puede y debe poner límites en sus redes sociales? —
"Es importante entender que las redes sociales también son “tu casa”. Si alguien entra a tu espacio a insultar o difundir odio, tienes derecho a bloquearlo o eliminarlo. No es censura: es proteger tu bienestar".
"Para una persona privada, lo más sano es mantener perfiles cerrados y no exponer imágenes o información sensible. Y para una figura pública, establecer límites claros sobre qué tipo de comentarios o temas va a permitir en sus plataformas".
—¿Qué consejo breve y poderoso le darías a alguien que hoy mismo está recibiendo ataques en redes sociales?—
"Primero, no enfrentarlo en soledad. Avisar a tus seres cercanos que alguien quiere hacerte daño y pedirles que reporten cualquier mensaje falso que reciban. Segundo, bloquear y denunciar. Y tercero, buscar ayuda psicológica si el impacto emocional empieza a afectar tu vida diaria. Recordar siempre que el problema no es la persona atacada, sino quienes ejercen la violencia digital".
El acoso digital no es un fenómeno pasajero ni exclusivo de las figuras públicas. Se trata de una amenaza que puede alcanzarnos a todos y que exige, como señala Silvia Olmedo, aprender a poner límites, proteger nuestra salud mental y generar espacios digitales más humanos.
En un mundo donde cualquier comentario puede volverse viral en segundos, la verdadera resistencia está en construir comunidades que bloqueen y no alimenten el chisme. Porque, al final, cuidar de otros en línea también es una forma de cuidarnos a nosotros mismos.