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Infancias sufren conflicto entre Chapitos y Mayos en Sinaloa: aulas vacías y rezago educativo

La violencia en Sinaloa no solo se refleja en las clases suspendidas, también afecta a la salud emocional de niños y jóvenes.

En Sinaloa, el sonido de las balaceras ya no solo llena carpetas de investigación, también vacía pupitres. Desde septiembre de 2024, cuando estalló una nueva ola de violencia, la niñez y adolescencia viven con miedo de ir a la escuela, y miles de familias enfrentan un dilema cotidiano: enviarlos a clases o resguardarlos en casa.

La violencia, que en este estado suele medirse en cifras de homicidios, ahora también se cuenta en aulas cerradas y en días de aprendizaje perdidos. Y cada día que un niño deja de asistir, el rezago educativo se expande como otra herida invisible.

El miedo como rutina

Frente a una primaria cerrada en Culiacán, una madre lo dice sin rodeos:

“Miedo completamente… sale uno con la preocupación de no saber en qué momento va a haber un enfrentamiento, o si encontrarte con los guachos (Militares) y querer sacarles la vuelta porque dices: donde lleguen alguien y yo vengan en camino y voy por mi hija, y si cierran la calle… es una situación que angustia”.

No se trata de un caso aislado. En comunidades como Villa Juárez, El Castillo, El Diez o El Limón de los Ramos, los rumores de detonaciones en la madrugada son suficientes para suspender clases.

Soldados del Ejército Mexicano patrullan las calles de Culiacán, Sinaloa
Soldados del Ejército Mexicano patrullan las calles de Culiacán, Sinaloa | AFP

En Tepuche, los planteles han tenido que migrar a la virtualidad, aunque no todos los niños cuentan con computadora o internet.

La secretaria de Educación Pública y Cultura, Gloria Himelda Félix, admite que estos cierres se han convertido en la medida preventiva más común, pero no son permanentes.

“Ahorita a inicio del ciclo escolar hemos tenido, de manera intermitente, el jueves pasado en Villa Juárez, hemos tenido el tema de El Castillo y en El Diez. Ayer se tomaron precauciones en El Limón de los Ramos… el día de hoy en Tepuche también tenemos cerrado o de manera virtual para efecto de no tener prespecialidad por las circunstancias”.

Un mes perdido equivale a un año de rezago

El ciclo anterior, entre septiembre y enero, se perdieron alrededor de 30 días de clases, un mes completo. Nuria González, directora de Mexicanos Primero Sinaloa, detalla que en septiembre de 2024 cerraron 582 de las 978 escuelas en Culiacán, con asistencia mínima: apenas 10 por ciento en preescolar, 11 por ciento en primaria y 27 por ciento en secundaria.

Ese vacío de días tiene un impacto enorme: en matemáticas o lectura, un mes perdido equivale a un año de retroceso. Y cuando se suma la virtualidad forzada por la violencia, los más golpeados son los niños de comunidades rurales que carecen de conectividad.

Vehículos incendiados en calles de Sinaloa
Vehículos incendiados en calles de Sinaloa (AFP)

El impacto emocional: niños bajo estrés tóxico

Más allá de lo académico, la violencia deja marcas emocionales. La especialista Reyna Aracely Tirado explica:

“Hay depresión, ansiedad, baja de calificaciones, abandono escolar. La mayoría de los que están en clases virtuales quieren cambiarse a presencial, pero los que van presenciales también cargan con miedo y angustia. El rezago es real, pero lo más grave es la parte emocional, porque no todos tienen acceso a psicólogos o acompañamiento”.

En la infancia, vivir bajo amenaza constante genera lo que los expertos llaman estrés tóxico, que frena procesos clave de memoria y aprendizaje. En palabras simples: la violencia no solo interrumpe las clases, también impide que los niños aprendan aun cuando logran sentarse frente a un cuaderno.

El círculo vicioso; pobreza, violencia y educación

El análisis de Mexicanos Primero advierte que México es el país que menos invierte por estudiante en la OCDE, solo por arriba de Perú. Y las familias sinaloenses cargan con una parte importante del gasto: internet, útiles, traslados.

Cuando las balaceras cierran escuelas, muchas madres y padres tienen que pagar además por guarderías improvisadas, reforzar gastos de conexión a internet o buscar maestros particulares. Este esquema es regresivo: los más pobres cargan más, y sus hijos son los primeros en abandonar.

Posibles salidas en medio de la crisis

El panorama es crítico, pero no está condenado a repetirse. De acuerdo con Mexicanos Primero, hay rutas de solución que, aplicadas al caso de Sinaloa, podrían ayudar a romper el círculo de violencia y rezago:

  1.  Invertir más por estudiante. No basta con destinar más del 4 por ciento del PIB a educación; lo clave es cuánto llega a cada alumno. En Sinaloa, esa inversión debe traducirse en tecnología para sostener clases virtuales en comunidades que cierran por violencia y en infraestructura segura en los planteles
  2. Becas focalizadas. En lugar de programas universales, se necesitan apoyos dirigidos a las familias de zonas más golpeadas por la inseguridad, como Tepuche o Villa Juárez. Esto reduciría el gasto de bolsillo y permitiría que los niños sigan estudiando.
  3. Educación inicial como escudo. Menos del 5 por ciento de niños de 0 a 2 años en México acceden a educación temprana. Abrir centros seguros de cuidado y estimulación temprana en Sinaloa sería una forma de proteger el desarrollo en las etapas más vulnerables.
  4. Media superior como prioridad. El 41 por ciento de jóvenes no concluye la preparatoria. En Sinaloa, donde la violencia recluta adolescentes, garantizar la conclusión de este nivel es vital. Programas flexibles y apoyos económicos pueden marcar la diferencia.
  5. Vincular educación con empleo. En México, más estudios no garantizan trabajo. Vincular preparatorias y universidades con sectores productivos locales (agricultura, turismo, economía digital) daría a los jóvenes una salida distinta a las filas del narco.
  6. Atención socioemocional. Cada cierre de plantel debería ir acompañado de brigadas psicosociales para atender a los niños. En lugar de improvisar, se requieren programas permanentes de contención emocional en las zonas más expuestas.
  7. Medir aprendizajes. Evaluaciones periódicas estatales permitirían saber qué tanto han retrocedido los alumnos y diseñar apoyos a medida. Sin datos, el rezago se vuelve invisible.

Escuelas seguras: el derecho que falta

El derecho a la educación está reconocido en la Constitución, pero en Sinaloa no siempre puede ejercerse. Declarar las escuelas como espacios seguros prioritarios, intocables incluso en contextos de enfrentamientos, sería un primer paso para garantizar que la violencia no siga dictando el calendario escolar

El clasismo puede vincularse a otro tipo de discriminación como el racismo o el sexismo, haciendo el problema mayor.
En los salones de clases los niños pueden aprender a mejorar las situaciones sociales que viven. (freepik.es)

Infancias robadas, futuros en juego

La violencia en Sinaloa no solo cobra vidas en los enfrentamientos, también roba el futuro de quienes deberían estar aprendiendo a leer, a multiplicar o a soñar.

El reto, coinciden especialistas, es doble: atender la emergencia que cierra escuelas cada semana y, al mismo tiempo, construir un sistema educativo capaz de resistir y sanar. Invertir más por estudiante, reducir la carga a las familias, universalizar la media superior y atender lo socioemocional son medidas urgentes, no de lujo.

Estar con la familia representa esa infancia que el adolescente quiere dejar atrás
Estar con la familia representa esa infancia que el adolescente quiere dejar atrás | Freepik

Hoy, en Sinaloa, la violencia no solo se mide en muertos, sino en la cantidad de niños que no asisten a clases. La solución no será inmediata, pero es posible si se combina seguridad con educación, y si se reconoce que invertir en la niñez es la única forma de romper el ciclo que mantiene a comunidades enteras atrapadas entre las balas y el rezago.

rdr

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Manuel Aceves
  • Manuel Aceves
  • Corresponsal en Sinaloa. Egresado de la Universidad Autónoma de Occidente. Más de 15 años narrando la realidad de Sinaloa. Especializado en temas sociales y de seguridad; ha documentado desde el dolor de las víctimas hasta los entresijos del poder. Cree en el periodismo como trinchera, oficio y destino.
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