En la víspera de que se cumpla un año del inicio de la guerra interna en el Cártel de Sinaloa, entre las facciones de Los Chapitos y La Mayiza, la capital sinaloense volvió a despertar bajo fuego.
El enfrentamiento ocurrió alrededor de las 07:00 horas en la comunidad de El Tepuche, sindicatura de Culiacán, ubicada a 16 kilómetros del centro de la ciudad.

Se trata de una de las zonas más violentas del estado, un punto estratégico de acceso a la sierra que conecta con Durango y cuya disputa mantiene encendida la lucha criminal.
Al arribar a la comunidad, lo primero que salta a la vista es la señal carretera perforada por ráfagas de bala, un recordatorio del poderío de Los Chapitos, quienes han desplazado a sus rivales.
En las calles han quedado los vestigios de las balaceras y los grafitis que evidencian viejas alianzas con el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y con Iván Archivaldo Guzmán, hijo de Joaquín El Chapo Guzmán.
Violencia golpea a las escuelas; niños toman clases virtuales
Tras el tiroteo de este lunes, las calles del pueblo lucieron vacías; los comercios bajaron sus cortinas, las familias se encerraron en sus casas y las escuelas suspendieron clases una vez más.
El miedo se volvió rutina para los habitantes, en especial para los niños, quienes son los principales afectados de esta guerra.

Desde hace meses, los menores de El Tepuche no asisten de manera presencial a la escuela. El ciclo escolar arrancó con clases virtuales, como en la pandemia, pero ahora no por un virus, sino por las balas.
"A veces comenzamos a trabajar a las 8:00, otros días a las 13:00, porque es mucho lo que dejan las maestras. Todo nos lo mandan por teléfono", contó una madre de familia, quien en el contexto de miedo prefirió no dar su nombre.
Pero no todos tienen acceso a la tecnología, una niña relató:
"Me hace falta ir a la escuela, no vamos desde hace una semana. Mi mamá me presta su teléfono y yo hago las preguntas y las contesto".

Otro adolescente confesó que depende de la buena voluntad de sus vecinos:
"Vengo con mi amiga a hacer las tareas porque no tengo celular. No he aprendido nada, pero quiero aprender, me quiero ir ya a la secundaria".
Los columpios vacíos y los juegos oxidados de las escuelas son la imagen más clara de un pueblo sitiado por la violencia. Los niños ahora juegan en sus patios, con el riesgo constante de quedar atrapados en medio de un enfrentamiento.
"Ya quiero regresar a la escuela, que ya haya paz", pidió con inocencia una niña mientras abrazaba sus cuadernos.
Guerra criminal mantiene en jaque a comercios y familias
Con la ayuda de un dron se documentó la existencia de ranchos de lujo abandonados en los cerros aledaños al ingreso de El Tepuche. Se trata de terrenos con construcciones amplias y costosas que hoy lucen vacías.
Algunas muestran signos de descuido, pero otras parecen haber sido deshabitadas hace poco tiempo, como si sus ocupantes hubieran huido a toda prisa, dejando atrás huellas de un poder económico que contrasta con la precariedad y el miedo en que vive la población del pueblo.

El Tepuche, un poblado marcado por su ubicación estratégica y por el peso de los cárteles, es hoy un espejo de lo que significa crecer en medio de la guerra. Aquí, entre la sierra y la ciudad, los niños aprenden a leer con miedo, las familias sobreviven en silencio y las balas siguen dictando la vida cotidiana.
ksh