En el corazón del Valle Dorado, que cobija Parras de la Fuente, Coahuila, despertó la Gran Vendimia 2025 en Casa Madero, antigua Hacienda San Lorenzo, como un poema entonado por la tierra y el vino.
La bodega más antigua del continente americano, fundada en 1597, abrió sus puertas los días 9 y 10 de agosto para vestir de historia, uvas y música su centenaria esencia, invitando a locales y extranjeros a ser parte de una tradición que se renueva cada año y que, en esta ocasión, celebró su aniversario número 428.
La brisa fresca que recorre los viñedos y las piedras antiguas de la hacienda parece susurrar secretos de siglos pasados, cuando los primeros racimos fueron pisados por manos apasionadas. Hoy, ese mismo espíritu revive en cada paso, en cada aroma y en cada sorbo de vino que honra la tierra que lo vio nacer.

Con presencia de locales y visitantes —estos últimos provenientes incluso de países remotos— destacó el caso de Chihiro Asano, quien confesó: “Nosotros, como turistas, nos gusta mucho ver cómo la gente local está enamorada de Casa Madero y quisimos venir a comprobarlo”.
Rituales, fuego y magia ancestral
Sábado 9 de agosto, al caer la tarde, el aire se impregnó de susurros de anticipación y emoción contenida. A las 18:30 horas, bajo un cielo pintado de tonos cálidos, se inauguró la Gran Vendimia 2025. En el gran recinto ya se apreciaban cinco troncos de leña apilados que, más tarde, se convertirían en fogatas. Aun sin encenderse, su sola presencia parecía avivar un fuego invisible que incrementaba el entusiasmo de los asistentes.

A un costado de la iglesia de San Lorenzo, frente a la vendimia gastronómica que ofrecía platillos en pro de negocios locales como Mandalas, Casa Trece, Café Bocas y Pepe’s Hot Dogs, se extendía un área verde con mesas de estética rústica acorde a la producción vinícola. Entre faramalla, sonrisas y brindis, el tiempo se deslizaba entre quienes degustaban alimentos y bebidas.
Danzantes en trajes de matachines, con sus coloridos atuendos bordados y cascabeles tintineantes, recreaban antiguas ceremonias prehispánicas en la explanada del kiosco, con pasos que parecían hablar el lenguaje de la tradición.
Los tambores resonaban y el ritmo se intensificaba. Más de una docena de visitantes seguían el compás con la cabeza o el pie, mientras la indumentaria —nahuillas, guajes y arcos— emitía sonidos característicos de la danza.
“Somos pura familia, casi somos puros hermanos; tenemos ya 12 años asistiendo al evento, pero danzábamos desde antes. Mis jefes (refiriéndose a sus padres) nos lo inculcaron. Esta se conoce como danza tlaxcalteca; es bailable, no indio; es tlaxcalteca, pero bailable”, explicó el capitán de la danza Nuestra Señora Guadalupe, que portaba un antifaz con forma de calavera como homenaje a un fallecido.

“Es impresionante ver cómo conservan estas tradiciones”, comentó una pareja que celebraba su aniversario, Yahir y Alejandra, quienes añadieron: “Se siente la conexión con la tierra y con la historia misma”.
Misa de gratitud y danza bajo el fuego
A las 20:00 horas, la iglesia de San Lorenzo —sagrada y antigua— se llenó de fieles y visitantes para una solemne Misa de Acción de Gracias por la cosecha. El humo del incienso se elevó como plegaria líquida, mezclando lo divino con lo terrenal.
El templo, con paredes blancas, ventanas rectangulares en la parte inferior y circulares en la superior, enmarcadas en ladrillo, albergaba esculturas de santos y un cuadro de la Virgen María. Un techo ornamentado con papel de colores formaba, al mirarlo, un arcoíris que sorprendía a los presentes.
En el altar, historia, agradecimiento y fe se fundían en un abrazo invisible. La música corrió a cargo del Mariachi Señorial —presente en el evento desde hace 20 años— integrado por cinco violines, dos trompetas, dos guitarras y un guitarrón, interpretando piezas como "Así es mi tierra", "Concierto para una sola voz" y "Aleluya".
El sacerdote pidió seguir el ejemplo de San Lorenzo: “Ojalá que cada uno de nosotros, tengamos lo que tengamos, seamos leales; lejos de pensar en suplantar a un jefe, debemos ser serviciales”. Y cerró la misa con un llamado: “Concede amar lo que Él amó, y comprende enseñar lo que Él enseñó”.
Tras la ceremonia, a las 21:30 horas, inició la danza del fuego. “¡Qué hermoso!”, exclamó la señora Josefina, quien relató que asiste desde niña por tradición familiar. Matachines de distintos barrios y municipios descendían del cerro con antorchas que iluminaban de carmesí la noche, recibiendo gritos, aplausos y el tintinear de copas. Las llamas proyectaban sombras danzantes en los rostros, acentuando la magia del momento.

A las 22:00 horas, fuegos artificiales estallaron como racimos encendidos en el cielo. Luego, estructuras metálicas iluminaron figuras representativas de Casa Madero —una herradura, un barril, un racimo de uvas y el nombre del evento— poniendo un cierre espectacular a la noche.
Colores, cantos y la bendición de la tierra
El domingo 10 amaneció con una bruma parda sobre los viñedos. A las 10:00 horas comenzó el desfile de Casa Madero en la Plaza de Armas: una caravana de colores, trajes tradicionales, cantos y risas recorrió las calles.
Matachines, charros y escaramuzas acompañaban a niños caracterizados con sombreros y trajes típicos, que desde varias trailas repartían racimos de uvas como recuerdo para los asistentes.
Al mediodía, la multitud ingresó a Casa Madero, levantando las copas al grito de: “¡Salud por la cosecha!”.
Bendición, molienda y brindis que une generaciones
A las 12:30 horas, frente a la iglesia de San Lorenzo, el cura bendijo la cosecha rociando agua bendita sobre los racimos.
A las 13:00 horas, la princesa y la reina de la Casa Hogar, la reina de la Gran Vendimia 2025, Karla María Pérez —embajadora de Casa Madero— y la reina de Coahuila, escenificaron la molienda de la uva. Los pisones de madera crujían bajo el peso de la fruta, mientras niños reían y adultos evocaban recuerdos, en un puente generacional que unía pasado y presente.
“Para mí significan todo estas festividades. Yo soy de aquí, orgullosamente parrense, y desde niña venir a estas festividades de San Lorenzo es algo típico para nosotros. Llevo 6 años laborando para la marca y el día de hoy representarla me llena de bastante orgullo”, expresó Pérez para MILENIO.
A las 13:30 horas, el Mariachi Señorial volvió a llenar de música la hacienda. Familias, parejas y visitantes brindaban con risas y murmullos de gratitud por el regalo de la tierra.

El evento concluyó alrededor de las 14:00 horas, con el sol pintando de oro los viñedos y los asistentes dispersándose entre patios y jardines, donde el aroma a fermentación quedaba como recuerdo imborrable.
Un legado que respira historia
La Hacienda San Lorenzo, hoy Casa Madero, es testigo del origen del vino en América. Entre sus piedras centenarias se siente la tradición de la vendimia, reflejada en recorridos, catas y experiencias que envuelven al viajero en un abrazo de tiempo y sabor.
Iglesia de San Lorenzo y el alma del evento
Cercana a la hacienda, la iglesia de San Lorenzo guarda el eco de plegarias antiguas y el paso solemne de la danza de matachines. Su campanario vigila el valle y, en sus alrededores, risas y aromas a uvas fermentándose crean un refugio para la comunión entre tierra, vino y comunidad.
Parras: valle de contrastes y sueños fermentados
El valle de Parras, semiárido y elevado, ofrece noches frescas y amaneceres dorados que cobijan la fruta. La vendimia no es solo fiesta: es ceremonia, patrimonio y canto colectivo de fe, agradecimiento y sabor.

Aquí, el vino se convierte en memoria líquida, en historia embotellada que guarda los sueños fermentados de generaciones.
Un verso eterno: la vendimia que une pasado y presente
En la Gran Vendimia 2025, Parras no solo celebró una cosecha: tejió un verso donde cada uva, paso, nota y brisa recordaron que el vino es memoria y la tierra, narradora de sueños fermentados.
Los asistentes se marcharon con el alma llena, conscientes de que este encuentro anual es más que una celebración: es un pacto sagrado entre el hombre y la tierra, un lazo que se renueva con cada copa, guardando el dulce y amargo sabor de la historia.
DAED