En el penal de Altamira, en la zona sur de Tamaulipas, hay pocas mujeres; sin embargo, una llama particularmente la atención. Tiene una sentencia de 86 años y es acusada de cometer uno de los crímenes más horribles en la historia de Tamaulipas; pese a ello, tiene la confianza de reducir su condena a la mitad.
La sentenciaron por haber fingido un embarazo y después engañar a una joven con ocho meses de gestación a la que llevó a su casa con engaños. Ahí la mató y luego extrajo el bebé del vientre, que también murió.
El rostro de Cynthia tras las rejas
La actitud de Cynthia dista mucho de lo que se pensaría sobre una multihomicida. No es muy alta y de complexión normal, lleva unas trenzas que le hicieron sus propias compañeras en el Centro de Ejecución de Sanciones (Cedes) de Altamira.
Su voz es muy tranquila, pero se quiebra cuando habla de los 86 años que le dieron de sentencia.
Hace siete años ingresó al área femenil del penal de Altamira. No iba sola, pues un hombre acusado de ser su cómplice, que además era su pareja sentimental, de nombre Omar, estuvo detenido en el mismo lugar pero en el área de varones; sin embargo, fue liberado en 2023, tras presentar varios amparos en juzgados federales, donde el presidente del Tribunal de Enjuiciamiento, José Miguel Moreno Castillo, y el juez redactor, Ernesto Lovera Absalón, lo dejaron en libertad con el argumento de que no había pruebas suficientes.
En el mismo reclusorio está su hermana Dolores Guadalupe, quien fue detenida en 2022 y es acusada de haberla ayudado a cometer el doble homicidio calificado. Su juicio oral está en etapa inicial.
Hay una tercera mujer detenida, una taxista de nombre Karla, que presuntamente ayudó a moverse tras cometer el asesinato.
Los hechos
Corría la última semana de marzo de 2018 cuando Jessica Gabriela, de 20 años, cursaba su octavo mes de gestación. Ella y su esposo esperaban a su primogénita. Ya sabían que tendrían una niña, inclusive habían decidido que se llamaría Scarlett. Pensaban que su hija sería fuerte y carismática.
El 27 de marzo Jessica Gabriela fue contactada por Cynthia, quien a través de un inbox de Facebook le ofrecía regalarle ropa para recién nacido. Una práctica que por 2018 se había hecho común en la zona sur de Tamaulipas, donde se habían creado varios grupos de mamás que intercambiaban información sobre pediatras y recomendaciones.
Se hacían ventas y, por supuesto, también donaciones. La esencia era ayudarse unas a otras.
La joven no tuvo la menor sospecha de nada, así que acudió a las 10:00 horas a un domicilio ubicado en la colonia Nuevo Progreso, ubicada en la zona norte de Tampico, un sector de clase media.
La vivienda estaba muy cerca de la delegación municipal, donde hay dependencias locales.
Ese día Jessica Gabriela ya no regresó a su casa y comenzó una pesadilla para su familia, que acudió ante la Fiscalía General de Justicia de Tamaulipas a interponer una denuncia por desaparición.
La preocupación crecía por el avanzado embarazo de la joven; pero también porque en ese momento también habían reportado como no localizadas a varias mujeres en la zona sur de Tamaulipas, el tercer estado con el mayor número de personas desaparecidas en el país.
El hallazgo macabro
El mismo día de la desaparición de Jessica Gabriela, Cynthia llegó primero a la Cruz Roja con una bebé en brazos.
Decía que acababa de tener un aborto, o al menos eso han comentado las autoridades ministeriales en Tamaulipas.
Luego fue trasladada al Hospital General de Tampico “Dr. Carlos Canseco”, donde la dejaron irse con el cuerpo de la niña a la que inclusive enterró en el Cementerio de Tancol, al norte de la ciudad y puerto.
Al día siguiente elementos de la Policía Investigadora fueron a casa de Cynthia a hacer las indagatorias por el aborto, pues cabe señalar que en Tamaulipas todavía es un delito, así que debe abrirse una carpeta indagatoria, pero no encontraron nada anormal.
Sin embargo, 72 horas después la Fiscalía Especializada en Personas no Localizadas o Desaparecidas de Tamaulipas consiguió una orden para catear el domicilio, fue así que el 31 de marzo encontraron el cuerpo de Jessica Gabriela, escondido debajo de una cama.
Según las pruebas forenses, Jessica Gabriela murió desangrada, le habían hecho una herida en el vientre para sacarle a su bebé, que falleció 25 minutos después.
La historia horrorizó a todo Tamaulipas.
Entre más se daban detalles de la situación y la familia hablaba de las omisiones en el caso por parte de todas las autoridades, más molestia se generaba en la opinión pública.

La sentencia
El 20 de marzo de 2020, Cynthia fue sentenciada a 86 años de cárcel por el multihomicidio.
Siete años después, a sus 39 años, desde el área Celdas de Observación y Calificación (COC) Femenil, decide levantar la mano cuando un custodio pide apoyo para unas fotografías en un evento que organizó la Subsecretaría de Ejecución de Sanciones.
Se nota que es de esas internas que en todo momento está dispuesta a colaborar, tiene la esperanza que la buena conducta y su participación le permita obtener beneficios para reducir su condena.
“Yo estoy aquí por el caso de Jessica”
“Yo estoy aquí por el caso de Jessica”, confirma en una entrevista improvisada, mientras nerviosa juega sus manos con la camisa color caqui de su uniforme, justo antes de entrar a su dormitorio en el módulo “N-1-A”.
Habla fluido sobre su caso en los juzgados, dice que está solo por una carpeta de investigación, aunque por homicidio calificado.
Cynthia no da detalles de lo que pasó. No explica la razón por la que es inocente, pero asegura que lo es.
Afirma que su proceso tuvo irregularidades y por eso su abogado de oficio interpuso un amparo, el objetivo es reducir a la mitad su sentencia.
El golpe de la condena
Pese a todos los señalamientos que el Ministerio Público hizo en su contra y las pruebas periciales que se presentaron sobre lo ocurrido ese 27 de marzo, ella asegura que no esperaba que la declararan culpable.
“Se siente que le cae a uno un balde de agua fría. Uno no espera el resultado así, pero gracias a Dios hay otros modos para volver a empezar o abrir otras puertas. Pienso que hubo irregularidades en mi carpeta”, dice mientras intenta contener el llanto; sin embargo, no explica dónde estuvo el error o la fabricación de las autoridades que la inculparon y sentenciaron a pasar el resto su vida en la cárcel.
La ausencia de sus hijos
Para ella lo más difícil de estar en la cárcel es no poder convivir con sus tres hijos.
Viven con su papá y solo van a verla una o dos veces al año: “Estar separada de ellos ha sido lo más difícil”.
No se puede contener más y empieza a llorar, como si fuera una niña, retoma el aire y alcanza a explicar: “si veo a mi papá seguido, no me ha dejado”, pero no habla de que su hermana que también está en el penal y quizá eso le ha hecho más llevadera la vida en la prisión.
“Yo soy inocente. Me hubiera gustado que no se hubiera presentado ese problema, pero las circunstancias de la vida nos traen aquí a personas que no cometemos delito y pues ahora no nos queda de otra que seguir luchando por la libertad”, comenta un poco más apresurada y pasando saliva con dificultad.
Vida en prisión
Cynthia trabaja al interior del penal, hace manualidades. Algunas técnicas ya las sabía, pero otras las aprendió en los talleres que ofrece el Cedes de Altamira, así que vende lo que elabora y aunque no saca mucho eso le ayuda a mantenerse, aunque también su papá le manda dinero.
Está dentro del programa “Mujer Sin Barreras”, una capacitación que da el Instituto Tamaulipeco de Capacitación para el Empleo, donde aprenden a hacer cremas artesanales, para ello participa en la siembra de plantas en el vivero del penal.
Su trabajo, formación y disposición tienen un solo objetivo: reducir su pena o bien que los beneficios interpuestos por su abogado puedan ser revisados por un juez.
Ella convive con otras 67 mujeres, algunas ya tienen una sentencia, otras están a la espera, pero todas tienen la esperanza de salir libre algún día, sin importar lo grave que sea el delito que se les esté señalando, eso las ha llevado a hacer una comunidad, donde unas a otras se tratan de apoyar, pues conocen su situación y se comprenden.
La otra voz: la familia de Jessica
Mientras Cynthia está tratando de salir y no pierde la fe, la señora Alma Delia, mamá de Jessica Gabriela y abuela de la bebé Scarlett, sigue clamando justicia, esperando sentencia máxima para las otras dos mujeres implicadas y tratando de presionar a las autoridades para que se vuelva a capturar a Omar, porque para ella, él sigue siendo cómplice de la mujer que le quitó la posibilidad de celebrar el nacimiento de su nieta y ver a su hija convertirse en mamá.
AA