El viento de noviembre soplaba con un murmullo de expectación. En el corazón de Torreón, una promesa de modernidad y elegancia se alzaba con la fuerza de los nuevos tiempos.
Cimaco Hidalgo abría sus puertas el 27 de noviembre de 1986, y con ello, la ciudad se vestía de gala para recibir una tienda departamental que prometía no solo productos, sino una nueva manera de vivir bien.
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Las páginas de La Opinión de La Laguna anunciaban la gran inauguración con letras firmes y elegantes. "Un prestigio a la moda", rezaban los titulares, mientras las imágenes de vitrinas relucientes y percheros impecables hablaban de un Torreón que abrazaba el futuro con entusiasmo. No era solo una tienda, era un símbolo de aspiración, un reflejo de aquellos que soñaban con el refinamiento y la comodidad al alcance de la mano.
Vitrinas llenas de modernidad
Desde los pasillos de Cimaco, la promesa de un surtido impecable se hacía realidad. Moda para toda la familia, joyería, perfumería, muebles y hasta los más avanzados electrodomésticos. Cada departamento era una invitación al buen gusto, una vitrina de modernidad en un Torreón que, en sus calles empedradas y su alma de desierto, se llenaba de nuevos brillos.
Se celebró un espacio pensado en la sofisticación
El rumor de la inauguración recorría la ciudad como un eco de elegancia. "Cimaco está de moda", proclamaba la publicidad, mientras el champán se alzaba en brindis simbólico en los anuncios de prensa. Era el reflejo de una sociedad que celebraba la llegada de un espacio pensado para el bienestar y la sofisticación. La moda, el hogar y la vida cotidiana encontraban aquí un nuevo punto de encuentro.
Un capítulo en la historia comercial y emocional de Torreón
En cada detalle de esta gran apertura, la nostalgia y el orgullo se entrelazaban. Desde 1930, Cimaco había acompañado el crecimiento de la región, y ahora, en su flamante ubicación sobre la calle Hidalgo, reafirmaba su compromiso con las familias laguneras. No era solo una tienda, era un capítulo en la historia comercial y emocional de Torreón, una esquina donde el tiempo parecía detenerse para dar paso a los sueños.
Hoy, casi cuatro décadas después, las imágenes en blanco y negro de aquellos periódicos nos devuelven un pedazo de historia. Cimaco Hidalgo no solo fue una inauguración, sino el punto de partida de incontables recuerdos, de generaciones que caminaron sus pasillos en busca de calidad, estilo y un poco de aquella magia que solo las grandes tiendas pueden ofrecer.
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