El 28 de noviembre de 1986, el viento de Torreón sopló con promesas de modernidad y economía. La Opinión anunciaba en sus páginas la llegada de un nuevo coloso comercial: el supermercado Gigante abría sus puertas en el oriente de la ciudad, prometiendo un ahorro “gigante” y la frescura de un nuevo comienzo.
Eran tiempos donde un litro de leche costaba menos de 200 pesos viejos (hoy equivalentes a unos 20 pesos), y donde el pan de caja Bimbo se anunciaba con un 40% de descuento. La ciudad creía en el porvenir.

Gigante no era solo un supermercado; era un ritual de cada fin de semana, un paseo familiar entre pasillos repletos de ofertas. Quienes vivieron aquellos días recuerdan con nostalgia las filas interminables en la tortillería, donde las tortillas de harina de mantequilla se deshacían en la boca y llenaban los hogares laguneros con su aroma dulce y casero. Eran el alma de una tienda que sabía cómo ganarse a sus clientes, no solo con precios bajos, sino con el calor de la buena comida.

Los productos y los precios han cambiado
Los anaqueles del Gigante ofrecían aceites a 549 pesos de la vieja moneda, cervezas a 987 pesos el paquete y servilletas a 750. Hoy, esos mismos productos han cambiado en precio y presentación: una botella de aceite cuesta hasta 50 pesos, una cerveza ronda los 200 pesos el paquete, y el papel de cocina ronda alrededor de los 50. La economía ha cambiado, las tiendas han cambiado, y Torreón también ha cambiado.

El 28 de febrero de 2006, tras 20 años de servicio, Gigante cerró sus puertas en Torreón. Su adiós fue silencioso, como el de un viejo amigo que se despide sin hacer ruido. Muchos de sus pasillos quedaron vacíos, las ofertas desaparecieron y la famosa tortillería se apagó para siempre. La ciudad sintió su ausencia, pero las memorias quedaron grabadas en los corazones de quienes hicieron del supermercado parte de su vida cotidiana.

Del esplendor a la demolición
El 7 de diciembre de 2021, la nostalgia se mezcló con el polvo de la demolición. El edificio que alguna vez albergó risas, compras de última hora y meriendas improvisadas cayó bajo el peso del tiempo y las máquinas. Donde una vez se alzaba el lema “Más por su dinero”, ahora solo quedaba el eco de una historia de la ciudad, escrita en los recuerdos de miles de laguneros.

Hoy, al pasar por el terreno donde una vez se erigió el Gigante, es imposible no recordar aquellos días de ofertas en papel periódico, de carritos llenos de compras domingueras y del inconfundible aroma de tortillas recién hechas. El Gigante desapareció físicamente, pero en la memoria de Torreón sigue siendo, como su nombre lo dijo alguna vez, un gigante.
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