Julio César Chávez Jr. ya no se entrena en gimnasios ni sube al ring: ahora despierta entre muros grises y puertas de acero. El ex boxeador se encuentra recluido en el Cefereso de Hermosillo, Sonora, bajo la figura de delincuencia organizada y vínculos con el Cártel de Sinaloa. Una ironía que duele: el hijo del Gran Campeón Mexicano terminó convertido en protagonista de la historia que su padre intentó evitar toda la vida.
Chávez Jr. fue detenido en Estados Unidos por el ICE a inicios de julio y, tras un proceso exprés, fue entregado a México. La Fiscalía General de la República lo reclamaba desde 2019, pero el expediente se robusteció con una orden de aprehensión federal girada en 2023, la misma que compartía nombres pesados: Ovidio Guzmán, El Ratón, y Néstor Isidro Pérez Salas, alias El Nini. El hijo del campeón aparecía en esa lista no como testigo ni como víctima, sino señalado como “ajustador de cuentas”.

El papel incómodo: un boxeador como verdugo
De acuerdo con la investigación de la FGR, Chávez Jr. habría sido utilizado por los Chapitos como golpeador. La versión más dura indica que entrenaba con personas a las que luego castigaba con la brutalidad que le enseñó el ring. No se trata de metáforas: lo acusan de usar sus puños como herramienta de represión interna del cártel.

El Cefereso, un escenario sin aplausos
Ahora, en Hermosillo, el que alguna vez fue portada de revistas deportivas y promesa de una dinastía legendaria se enfrenta a otra rutina: revisión de celdas, conteos, y la pérdida total de privilegios. Ya no hay reflectores ni cinturones dorados, solo expedientes judiciales y la compañía de otros procesados por crimen organizado.
El padre y la sombra del apellido
Julio César Chávez González ha salido públicamente a exigir justicia para su hijo, incluso cuestionando por qué Estados Unidos permitió durante años que su descendiente peleara, sabiendo de la orden de captura en México. El campeón, que libró en carne propia sus batallas contra las adicciones, ahora ve cómo su hijo se hunde en una historia más oscura: no la de la redención, sino la del encierro.
Los amparos como último round
El Jr. todavía pelea, pero en tribunales. Sus abogados han tramitado amparos para evitar que se le incomunique o se le someta a tratos crueles. No buscan ya la libertad inmediata, sino ganar tiempo, como quien aguanta de pie con las piernas tambaleantes, esperando que suene la campana.

FCM