Hace días fui a ver con mi hermana al Círculo Teatral un estupendo monólogo escrito por Emoé de la Parra y Gilary Negrete, y actuado por la primera. Hago mal en decir monólogo, pues es un diálogo en realidad: uno entre la actriz Emoé de la Parra, cuya voz sale de un pequeño refrigerador color de rosa, y Rosario Castellanos encarnada por asimismo por Emoé. A este diálogo se suma una pequeña bocina azul (muy parecida, por cierto, a la que en la estupenda serie Severance comunica a una ejecutiva con la fantasmal mesa directiva de una empresa) desde la que una inteligencia artificial les proporciona los datos necesarios para aquella conversación. Esa conversación, ¿es una obra de teatro, una lectura de Rosario Castellanos, quizá un happening, una sesión espiritista? ¡Qué buena idea de espectáculo y qué actual!
Rosario Castellanos responde a las preguntas de Emoé con palabras que surgen de los artículos que durante un tiempo publicó en el Excélsior de Scherer. Una cita de José Emilio Pacheco que nos entregan con el programa dice: “Algo que fue el insaciable encanto de su conversación queda en muchos de sus artículos”, y eso me llevó a buscar la compilación de sus colaboraciones periodísticas realizada por Andrea H. Reyes y editada entre 2004 y 2007 por conaculta en la Dirección de Publicaciones que acaba de desaparecer (oficialmente); el libro fue reeditado en 2017 por el FCE y ahí se puede encontrar. Los artículos que publicó la autora de Oficio de tinieblas, Poesía no eres tú, Los convidados de agosto y tantos otros libros memorables, sobre toda clase de temas, son una maravilla y una delicia: podía hablar de Alfonso Reyes, de la guerra de Vietnam, de Junichiro Tanizaki, pero también de los taxis en la Ciudad de México, de los aparatos que un ama de casa debe dominar, de las cartas que seguramente le enviaban sus lectores pero no le llegarían por el estado del servicio de correos. ¡Qué ilusión haber podido leer a Rosario Castellanos y a Jorge Ibargüengoitia en aquellas páginas editoriales del viejo Excélsior! Mi padre hablaba de cine, debo decirlo también, en la sección que le correspondía.
Así, buscando recuperar “el tono, el gesto, el brillo de sus ojos”, que Pacheco daba por perdidos, Emoé de la Parra nos presenta a esta Rosario que escribe, conversa de temas altos y menores, e intenta cocinar una carne asada. Una Rosario Castellanos en muchas facetas, a diferencia de los pobres personajes de Severance, obligados a dividir sus vidas y sus conciencias. Mientras una escribe, busca en los libros las cosas que no sabe y medita sobre toda clase de cosas, es muy difícil que la carne asada quede bien, esa es la pura verdad.
AQ