Ciudad de México /
Lloro por las pequeñas cosas que duelen tanto:
por el pájaro que canta en mi ventana
por las veces que no hicimos el amor
por mis hijas que se van
y por mi hijo que se hace hombre
sin que pueda alcanzar
sus raíces de liquidámbar y de castaño.
Lloro por los ángeles que nos cuidan.
Por la ropa limpia
y la ropa sucia.
Por las cosas que no pueden remendarse,
por lo que la vida ha puesto en mis manos
para que lo planche y lo almidone,
para que lo acomode
en las ramas del viento.
AQ