Cultura

Paulette Dieterlen: pensar la justicia desde la dignidad

In memoriam

Filósofa del rigor conceptual y del trabajo de campo, la pensadora recientemente fallecida entendió que las ideas no valen si no se aplican en el terreno de lo real. Propuso una ética sin ornamentos para un país atravesado por la desigualdad.

Durante más de cuatro décadas, Paulette Dieterlen dedicó su vida a pensar la justicia desde una ética de la racionalidad y la dignidad. Formada en la tradición del marxismo analítico, y comprometida con los problemas sociales que atraviesan a México, elaboró una obra lúcida y rigurosa que dialoga con autores clave de la filosofía política contemporánea, sin desligarse de las realidades concretas que definieron su entorno. Su reciente fallecimiento confirma la necesidad de volver al pensamiento que fomentó, no sólo como forma de homenaje, sino como una guía intelectual frente a la precariedad que sigue marcando la vida pública del país.


Formación, influencias y rigor filosófico

Obtuvo su maestría en Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde se formó junto a figuras como Adolfo Sánchez Vázquez, y se doctoró con una tesis que abordaba el materialismo histórico como explicación funcional. Su trayectoria académica la llevó a estudiar en la University College London con Gerald Cohen, uno de los principales exponentes del marxismo analítico, y más tarde a investigar la obra de autores como Jon Elster, con quien dialogó de forma crítica en su libro Marxismo analítico. Explicaciones funcionales e intenciones. En México, participó activamente en la renovación del pensamiento filosófico, introduciendo y difundiendo las ideas de Rawls, Nozick, Dworkin y el propio Cohen, figuras clave del pensamiento político contemporáneo.

El interés por la filosofía surgió desde una experiencia temprana que marcó su conciencia social. “Eran unas fábricas enormes donde vivíamos como ingleses en la India: totalmente amurallados. Teníamos todo adentro. Los obreros eran otra cosa: vivían fuera de esas murallas. La diferencia de clases era brutal”, dijo en una entrevista en 2016. A los nueve años, la quiebra del negocio familiar la obligó solicitar becas para continuar con los estudios. Fue en la UNAM donde comenzó a leer autores existencialistas, a los que accedía en las largas esperas del consultorio de un ginecólogo. “Leí El ser y la nada de Sartre en el consultorio del ginecólogo que nos recibía como tres horas después de la cita, cuando no se iba a un parto”.

Comenzó a dar clases en el ITAM, y en esa etapa conoció a Carlos Pereda y Mark Platts. Con este último tuvo su primer contacto con la filosofía analítica, en un curso dedicado a Wittgenstein. “Pensé: ‘Ahí tengo las Investigaciones filosóficas. Si no paso la materia, las quemo; si paso la materia, las empasto en piel’. Afortunadamente, las tengo empastadas”.

La invitación a estudiar en Londres llegó por sugerencia de Platts. Dieterlen viajó con sus hijos y su esposo, y tuvo la oportunidad de trabajar directamente con Jon Elster. Esa experiencia dio origen a su tesis doctoral y a su libro Marxismo analítico. Explicaciones funcionales e intenciones, que traza un debate puntual entre Cohen y Elster.


La justicia y el compromiso público

A lo largo de su obra, Dieterlen sostuvo que la justicia no puede concebirse como virtud teológica, ni como aspiración deseable, sino como una exigencia racional. “La justicia es racional. Entonces, una sociedad injusta es una sociedad absolutamente irracional”. Desde esa perspectiva, recuperó los principios de Rawls como un marco para pensar la política pública: la protección de las libertades y la promoción de la igualdad. “No podemos vivir sin los derechos políticos y civiles; tampoco hay que olvidar que las políticas públicas tienen un compromiso con la igualdad”.

Esa preocupación la condujo a involucrarse de manera directa en programas de desarrollo social. Fundó un seminario dentro del Programa Universitario de Desarrollo Social de la UNAM y más tarde se incorporó a PROGRESA, interesada en el trabajo de campo. “Yo quería sobre todo hacer trabajos de campo y fui a comunidades en San Luis Potosí, donde se me reveló una idea en la que he seguido trabajando: la dignidad humana”.

Los testimonios que recogió en esas comunidades definieron una parte central de su pensamiento. Una mujer le narró que había sido raptada para evitar los gastos de una boda. “Todos lo sabían, menos ella. En su casa no la admitieron de regreso. No hubo vestido de novia, ni fiesta, ni nada. ¡Cómo pega en la dignidad!” Al hablar de los programas sociales, destacaba el impacto directo del ingreso económico en la autonomía femenina. 

Su libro La pobreza. Un estudio filosófico sistematizó parte de estas reflexiones. Fue traducido al inglés, tuvo varias reimpresiones y fue, según sus propias palabras, el texto por el que le gustaría ser recordada. “Me gusta porque aplica conceptos filosóficos al problema”.


Filosofía aplicada, bioética y mirada crítica

A través de su participación en la Comisión Nacional de Bioética y el Programa Universitario de Bioética, Dieterlen amplió sus reflexiones hacia el campo de la salud, con énfasis en la justicia distributiva. Reivindicó el principio kantiano de no tratar a las personas como medios, y vinculó ese enfoque con el acceso a servicios médicos, al empoderamiento de las mujeres y a la dignidad humana como eje ético de toda política pública.

Sobre los problemas de género, se expresaba con franqueza. “Han cobrado más importancia las discusiones sobre los animales que la situación de las mujeres en México”. Reconocía no haber dedicado suficiente atención al pensamiento feminista en su obra, aunque consideraba imprescindible abordar los derechos de las mujeres desde una perspectiva empírica y social. Al hablar de las cárceles, advertía: “Las condiciones de los penales en México son espantosas, pero las de las cárceles de mujeres son espantosas al mil por ciento”.

Sostenía que una parte del pensamiento filosófico en México había quedado encerrada en la especialización. “Hay chicos muy bien formados, no es falta de calidad; pero a veces veo los seminarios de investigadores y ni siquiera se entiende el título”. Frente a esa tendencia, defendía una filosofía capaz de recuperar problemas nacionales, con una mirada pública. “No empezó así: Aristóteles estudió todas las constituciones, las especies de plantas; estaba muy metido con la realidad. No abandonemos este campo”.

En sus clases, iniciaba con una declaración que sintetiza su ética intelectual: “Primero, déjenme quitar la corrupción, porque si hay corrupción, ya no puedo decir nada”. La corrupción, para ella, rompía el marco básico sobre el que podían sostenerse los principios de justicia.

La obra de Paulette Dieterlen es un recordatorio de que el pensamiento filosófico no se agota en el análisis conceptual, y que la realidad social sigue exigiendo respuestas desde la inteligencia crítica.


N. del E.: Este texto está basado en una entrevista de Fanny del Río a Paulette Dieterlen, publicada en MILENIO en 2016.

ÁSS

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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.notivox.com.mx/cultura/laberinto
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