El sol caribeño besa la pista de aterrizaje de San Martín, una isla que tiene la peculiaridad de estar dividida entre Francia y Países Bajos. El lado neerlandés, Sint Maarten, es nuestro destino. Tras una escala en Panamá, el vuelo nos deja en una tierra de aguas turquesas, brisa salada y un ritmo de vida que invita a olvidarlo todo.
La razón de nuestro viaje no es solo la búsqueda del paraíso, sino una misión tecnológica: poner a prueba el nuevo Honor 400 Pro y sus innovadoras herramientas de inteligencia artificial.
El primer encuentro con la isla es directamente en la playa. Después de instalarnos, nos dirigimos al restaurante Tortuga, famoso por su vista privilegiada. Aquí, los aviones de gran tamaño descienden peligrosamente bajo, tan cerca de los turistas que casi se puede sentir la vibración. Con la cámara del teléfono en mano, capturé el paso de estas gigantes aeronaves, un espectáculo tan increíble como efímero.
De hecho, solo una avenida separa la playa Majo Beach del Aeropuerto Internacional Princesa Juliana, en donde los aviones de gran calado (Boeing o Airbus) con el aire de los motores al despegar es capaz de levantar los objetos que hay en la playa; incluso algunos intrépidos suelen agarrarse de la reja del aeropuerto para tener la sensación de “volar” por unos instantes. En el bar de la playa hay una tabla de surf incrustada en la arena con los horarios de los vuelos de esos aviones para quienes deseen experimentarlo.

Sint Maarten es la capital gastronómica del Caribe, una mezcla de influencias criollas, francesas y neerlandesas. Los platillos de mar frescos, como el pescado a la parrilla, son una verdadera delicia.
Después de ese desayuno con adrenalina, nos dirigimos a la Bobby's Marina. Un catamarán nos esperaba para llevarnos a uno de los tesoros ocultos de la isla: el arrecife de esculturas, creado para fomentar la vida marina y el turismo ecológico. Decenas de esculturas, algunas con forma humana y otras abstractas, se encuentran sumergidas en las profundidades.
Con un case especial para el Honor 400 Pro, y equipados con visores y aletas, nos sumergimos en las aguas cristalinas. La pantalla OLED del teléfono se reveló como una aliada perfecta, pues su nitidez nos permitía maniobrar la cámara con facilidad bajo el agua. A pesar del movimiento de las olas, la función de expansión del cuadro nos permitió corregir esas tomas que salieron cortadas, completando la imagen de forma sorprendente.

Con un grupo de nadadores tan numeroso, era inevitable que alguien se cruzara en la toma perfecta. Aquí es donde la función de borrado hizo su magia, eliminando a las personas no deseadas para dejar solo las hermosas esculturas.
De regreso en el catamarán, y después de disfrutar de la suave brisa del mar, pudimos revisar nuestras creaciones y aplicar el toque final a las fotografías.
Además, hice una selección de mi álbum para convertir las imágenes en video utilizando la Inteligencia Artificial del dispositivo. En la segunda entrega de esta experiencia daré más detalles de está tecnología, pues lo diferencía del resto de los smartphone.

Para cerrar el día, cenamos en el restaurante Emilio's, ubicado en una histórica plantación de caña de azúcar. El lugar lleva el nombre de Emilio Wilson, un personaje que luchó por la tierra de su familia, convirtiéndose en un símbolo de la historia de la isla y la resistencia de su gente. La cena fue un deleite de sabores locales en un ambiente cargado de historia.
El viaje fue una inmersión total en la cultura de Sint Maarten y, al mismo tiempo, una prueba tecnológica para el Honor 400 Pro: tuvimos la oportunidad de comprobar que sus herramientas de IA sun complemento indispensable para cualquier fotógrafo aventurero, permitiendo que la creatividad y la magia del momento no se vean limitadas por el espacio o los imprevistos. Un compañero de viaje que va más allá de un simple teléfono.

RRR