Comunidad

Hijas de la Cannabis: la lucha de las mujeres para liberar la marihuana en CdMx

En un nuevo punto 420, Las Hijas de la Cannabis defienden un espacio libre de acoso para mujeres consumidoras y rompen los estigmas que enfrentan por fumar marihuana.

Debido a protestas vecinales y a la disputa de la Plaza de la Conchita por grupos del crimen organizado, el domingo 17 de agosto confirmamos que, para seguridad de las Hijas de la Cannabis, el plantón 420 se reubicó en la Plaza Tlaxcoaque.


DOMINGA.-
“Piensan que como una es marihuana seguro me la llevo de fiesta. Y pues no. Somos mujeres, a veces somos madres y lo que menos queremos es que un vato nos esté ahí acosando y molestando”, dice Karime Chacón.

Es el 10 de agosto de 2025, falta poco para las seis de la tarde. Caminamos por la calle de República de Perú y doblamos a la izquierda en un callejón que da a la Plaza de la Concepción, en el Centro Histórico. Vemos a un señor mayor, con una pierna amputada, sostenido de una de sus muletas y recargado en el muro grafiteado de un edificio colonial. Más adelante hay una docena de motocicletas estacionadas en hilera. Al fondo se ve una modesta capilla anaranjada estilo barroco.

La Capilla de La Conchita –como también la conocen– es parte del que fuera el primer convento de América Latina. Le decían la “Capilla de los Muertos” porque a finales del siglo XIX la usaron como depósito de cadáveres de gente sin recursos. Los cuerpos eran recogidos en tranvía y llevados al Panteón Civil de Dolores. Hasta el día de hoy el espacio es refugio de personas en situación de calle que ahora comparten la plaza con la comunidad cannábica. 

Un enjambre de chavos ofrece marihuana, desde una onza hasta un kilo. “¿Qué buscas, amiga?, ¿cuánto quieres?”, dicen.

Las hijas de la Cannabis es un colectivo feminista que aboga por la liberación de la marihuana en la capital mexicana.
Imagen del área solo para mujeres en la plaza de La Conchita organizado por el colectivo feminista Hijas de la Cannabis | Javier Ríos

“Hijas de la Cannabis”, dice una manta larga en letras verdes, anunciando que este es uno de los tres nuevos puntos que la Ciudad de México acaba de autorizar para el consumo de la marihuana, los espacios de tolerancia 420.

Este domingo hay varias carpas y en el centro algunas personas bailan al ritmo del psycho. La DJ toca beats electrónicos acelerados mezclados con dub. La invitación en redes sociales convocaba a una tarde de “Sonidos Citadinos” con varios artistas “amplificados por Pulpo Sound System” que iniciaría al mediodía, con una advertencia: “no armas, no violencia, no bebidas alcohólicas”.

En la carpa de la esquina opuesta identificamos a Karime Chacón, una de las tres fundadoras de las Hijas de la Cannabis. Viste pantalones de mezclilla, tenis y camisa blanca, lleva el pelo suelto y largo. Tiene 30 años y en la cara se dibuja una sonrisa a prueba de todo.

El pasado 4 de agosto las doce morras que integran la colectiva mudaron su plantón de la Avenida Juárez a esta plaza. La Secretaría de Gobierno de la Ciudad de México informó que la reubicación se debía a que en algunos de estos puntos había “venta ilegal de diversas sustancias”, afectando el entorno y a la ciudadanía. Los otros dos nuevos espacios 420 se ubicaron en el Monumento a Simón Bolívar y en la Plaza de Lectura José Saramago. “Pues ahí vamos”, dice sobre cómo llevan estos días.

Al lado suyo un chavo está forjando un porro. Mime, como la llaman sus compañeras, pide un momento. Después vuelve con Norma, la encargada de dar las entrevistas. Ella sugiere que vayamos a una placita cruzando la calle de Perú porque aquí –con el sonido psycho– apenas y nos escuchamos.

Es la tercera vez que visitamos el plantón de Las Hijas de la Cannabis, fundado en 2023 por tres activistas feministas y consumidoras de marihuana. A finales de 2024 las conocimos en su plantón anterior en Juárez. De un tiempo acá, veníamos notando un consumo cada vez más abierto de marihuana: desde alguien que se da un toque casual en la calle o en un festival, hasta el amigo que siempre lleva el vape inoloro a reuniones y bares. En las calles, a la vista de todo el mundo, también proliferaron los espacios de consumo tolerado.

El de las Hijas de la Cannabis nos llamó la atención porque lo manejan mujeres a las que no sólo les importa el activismo por la legalización, sino cuidarse entre ellas del acoso sexual y romper los estigmas alrededor del consumo que las afectan doblemente a ellas. Por eso decidimos ir a conocer la dinámica en su espacio.

Un plantón de cannabis a pie de calle para romper mitos e informar

Hemiciclo
Marcha del 4:20 en Hemiciclo a Juárez | Foto: César Zayago

Es 2024. Es un martes de noviembre. Casi es mediodía. El olor es una guía desde el otro lado de la Avenida Juárez. Hay unas 30 personas que fuman en la banqueta. En un pequeño stand se ofrece información sobre efectos medicinales, cultivo, semillas y cómo hacer el trámite para obtener un permiso de uso personal de cannabis ante la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios. Nos explica una chica de trenzas rosas enrolladas en un chongo: “Es una protesta feminista, promovemos el autocultivo”.

Al querer saber más nos presenta a Mime, cofundadora y representante legal. Antes de instalarse aquí tenían otra colectiva llamada Círculo de Mujeres en el legendario Plantón 420. Se instaló en febrero de 2020 afuera del Senado. Además de fumar hierba en ese espacio abierto, los activistas sembraron ahí, en pleno Paseo de la Reforma, plantas de cannabis. Muchas. Poner la marihuana a la vista, lejos de la clandestinidad, era parte de su estrategia de presión para la legalización de la planta. Creían que duraría tres meses y acabaron quedándose tres años. Luego del desalojo esto se pulverizó y llevó al surgimiento de otros puntos de consumo.

Mime nos cuenta que en el Círculo de Mujeres organizaban talleres de autocultivo, meditaciones, body painting, manualidades y reciclaje. Además, se reunían con otras colectivas para intercambiar información y experiencias, al mismo tiempo que exigían un alto al acoso porque el espacio no era seguro para las mujeres. Pero en 2023 las autoridades desalojaron el plantón porque se llenó de narcomenudistas. Mime y sus compas decidieron montar uno propio afuera del Museo de Memoria y Tolerancia.

Las carpas se ubican en el parque Luis Pasteur. (Ariel Ojeda)
Las carpas se ubicaron en el parque Luis Pasteur, ubicado a lado del Senado (Ariel Ojeda)

​“Si te atraviesa que eres mujer y marihuana puedes participar. Nosotras buscamos aquí proteger a las y los consumidores de que venga alguna autoridad a quererlos levantar o extorsionar”, dice Mime. Las Hijas conocen muchas historias así, por eso vieron necesario espacios como el suyo.

Como la plática se alarga, Mime nos invita a la banca reservada para mujeres. El olor a marihuana es total. Algunas están sentadas en el piso porque ya no cupieron, otra se recorre para hacernos espacio, se siente buena onda entre todas y las risas sólo son interrumpidas por tosidos secos ocasionados por la irritación de la garganta al fumar. “Si vienen solas o si quieren estar con una amiga platicando, en esta área les pedimos a los hombres respeto, que no se sienten y que no se pasen de este lado”.

Mime explica por qué el estigma de la mota es doble para las mujeres: “piensan , ‘ay, como una es marihuana, seguro se va a dejar manosear, ¿no?’ Y para nada. Somos mujeres que buscamos un momento de tranquilidad”. Por eso pusieron reglas claras: “no acoso, no violencia, no pueden estar aquí todo el día sin hacer nada; pueden venir, poncharse, prenderse y seguir con sus actividades.”

Colectivos buscan salvaguardar a las consumidoras de cannabis en dichos espacios.
Dentro del espacio de tolerancia 420 existen áreas exclusivas para mujeres | Javier Ríos

Sentadas ahí, observando la dinámica en el plantón, explica cómo es el acuerdo con las autoridades para fumar hierba. “No pedimos permiso, avisamos”, dice. “Es una protesta y las autoridades deben garantizar que se lleve a cabo con la menor violencia posible”. En el aviso que envían a nombre de la colectiva y la representante legal, notifican ubicación, motivo de la protesta, que habrá “combustión de marihuana” y piden tolerancia.

Lo envían por escrito a distintas instancias, aunque están en contacto directo con la Coordinación General de Concertación Política, Prevención y Buen Gobierno. Funcionarios pasan continuamente a revisar que el espacio esté limpio y que no haya consumo de alcohol u otras actividades indebidas. Para Mime el trabajo en el plantón es compartido. “Nosotras nos encargamos de la documentación y de ir a juntas con las autoridades, y los consumidores nos ayudan a que el espacio nunca esté vacío y a evitar que las autoridades se lleven a alguien detenido”.

La relación con el Museo Memoria y Tolerancia era complicada. El plantón ocupa prácticamente toda la fachada y una de las quejas apuntaba a que por allí pasan niñas y niños. Mime defiende que el punto de elegir un lugar –así a pie de calle– es justamente llegar a todo tipo de gente para romper los mitos e informar.

“También damos reducción de riesgos y daños. Yo empecé a fumar a los 14 años y me hubiera gustado que me dijeran ‘oye, no está bien, espérate un rato’. No sé”.

Llegan a fumar un rato empleados de la construcción, del Sanborns, de todos lados

El origen del término "420" utilizado para referirse al consumo de marihuana se remonta a un grupo de amigos de California en los años 70.
México marcha por el 420: por la legalización de la marihuana | Jesús Quintanar

Recuerda que fue en Coatzacoalcos, Veracruz, donde consumió por primera vez. Mime es de allá. “Fue en las vacaciones entre primero y segundo de secundaria”. Lo hizo con unos amigos a los que veía en un ciber. Le gustó mucho. “Siempre he sido muy ansiosa y sentí como si le hubieran bajado un buen a mi ritmo”, explica.

Con los años aprendió a darle uso terapéutico y ahora le ayuda cuando no puede dormir. Ve los beneficios pero considera que también hay que visibilizar el otro lado porque, desde su experiencia, la marihuana sí puede volverse adicción. “Es algo de lo que nadie habla y puede ser un riesgo cuando estamos deprimidas, por ejemplo. Si tenemos un problema que no hemos controlado y nos automedicamos con la mota, puede que el problema se agrave. Es algo que siempre comentamos aquí”, explica.

De pronto, empleados de la construcción llegan con sus cascos y se sientan en la banqueta a fumar un rato. Mime dice que mucha gente que trabaja cerca es usuaria frecuente del plantón. “Vienen de los juzgados, del Sanborns, de Sears”. Pero no todos los que pasan apoyan la causa, algunos hasta las insultan. “Nos gritan ‘¡pinches esto! ¡pinches el otro!’”, dice entre risas. “¡Son los antimotos!”. También están los que se sorprenden de que exista un espacio donde se puede fumar marihuana como si nada y se acercan nomás a preguntar.

Nos despedimos y Mime nos invita a volver el siguiente fin de semana. Las Hijas de la Cannabis estarán de fiesta; habrá sonidero por su cumpleaños. En el plantón todo el tiempo organizan eventos y tocadas en vivo con DJ’s y sonideros. El #8M hicieron un minifestival feminista frente al Hemiciclo a Benito Juárez en el que la rapera tlaxcalteca Prania Esponda dedicó su actuación a las que ya no están y a las que ya no bailan.

“La mota legal eleva la moral” y “Un toque de fe”, frases que se leen en un plantón 420

Sisters of the Valley (Reuters)
Sisters of the Valley (Reuters)

Volvemos el 11 de diciembre de 2024. Vamos acompañadas de Sister Camilla, una activista que pertenece a Sisters of the Valley, una especie de orden de monjas cannábicas de California, Estados Unidos, de la que supimos a finales de 2023, cuando varios medios publicaron que estas sisters estaban dispuestas a “arrebatarle la marihuana al narco” por una declaración sacada de contexto.

Sister Camilla está de visita en la ciudad y quiere conocer este plantón de las Hijas de la Cannabis. Supo del espacio por las redes sociales y Mime también la ubicaba a ella y a su proyecto del otro lado de la frontera. Es poblana de nacimiento, medio chilanga también, pero en realidad ya es de muchos lados.

Mime nos recibe y en su papel de anfitriona nos lleva a la banca exclusiva para mujeres. Nos sentamos a platicar y llega Rocío, otra Hija de la Cannabis que nos cuenta la historia de cuando la policía se la llevó junto a unos amigos por fumar mota jugando fut en Tláhuac. La esposaron, la pusieron de rodillas, la golpearon. Les amenazaron a todos.

“Que diéramos varo o nos iban a meter por crimen organizado. Y yo llorándole, la neta, ‘no me quiero chingar por algo que no hice,’ Y abre un güey así como una pechera y trae todas las drogas. Y así: ‘¿qué le vamos a poner a este güey?, ¿y a éste?’ Sí le chillé a los tiras, la verdad, sí me dio miedo”, dice Rocío.
Elementos de la policía SSC
La criminalización de consumidores de cannabis vulnera su seguridad | Foto ilustrativa

Aunque ésta es la peor experiencia que ha tenido con la policía, no es la única vez que la han detenido por fumar en la calle. “Vas aprendiendo a defenderte, a saberte tus derechos, a saber cuánto puedes portar”.

Sister Camilla escucha. En California la marihuana es legal. Ella vive en una granja donde cultivan la planta y elaboran productos medicinales que después venden. Esa realidad contrasta con las historias de Rocío y otras mujeres de entornos urbanos hostiles, que a menudo son criminalizadas, además de estigmatizadas, por consumir marihuana. Hay un momento de silencio pero se disuelve cuando Rocío chulea a Sister Camilla: “¡Ay, mira tu playera!” En ella se ve la foto de una monja fumando un porro y la frase: “un toque de fe”. Todas reímos.

Antes de irnos, ellas intercambian algunos obsequios: pomadas de lavanda, de romero y pañuelos verdes con la leyenda: “la mota legal eleva la moral”.

Los nuevos puntos 420 son un piloto del gobierno de la CdMx

Punto de tolerancia a actividades cannábicas en Plaza de la Concepción.
Punto de tolerancia a actividades cannábicas en Plaza de la Concepción. | Foto: @uzumakialucard vía X

Es 10 de agosto de 2025. Norma Huerta tiene 31 años. Lleva en la colectiva un año y medio. Estamos en el nuevo espacio que tienen, en la Plaza de la Concepción. Antes formaba parte de una “protesta económica” en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM para exigir opciones laborales dignas.

“A mí me gusta ser una persona autogestiva, gestionar mi tiempo, mi empleo, mis actividades y fue así que encontré a las Hijas de la Cannabis”. Las conoció en una mercadita feminista en el centro, donde la colectiva tenía un tendidito. “¡Guau!, dije, y me integré en ese momento”. Como consumidora de marihuana, pertenecer a una comunidad de morras le pareció una buena idea.

Las Hijas estuvieron en plantón sobre Juárez por dos años y medio. De manera informal, el diálogo con las autoridades existía y ellas procuraban cumplir con las condiciones que les pedían para estar ahí a pesar de no tener una autorización expresa. Así fue la dinámica hasta hace dos meses, cuando les hicieron la propuesta. “Fue el Gobierno de la ciudad quien tomó la iniciativa y se acercó para hablar sobre una posible colaboración y otorgarnos espacios seguros, que es lo que nosotras visibilizamos en el plantón de Juárez: que necesitamos espacios libres de acoso para las mujeres.”

En diversos puntos de la ciudad existen espacios para consumir marihuana.
Hijas de la Cannabis aboga por espacios seguros para mujeres consumidoras | Javier Ríos

Al inicio no sabían qué pensar. “Nosotras lo vimos turbio, la verdad. Dijimos ‘nos quieren mover, quieren que nos vayamos’, desconfiábamos mucho”, dice Norma. Las suspicacias apuntaban a la proximidad del Mundial de Futbol FIFA 2026 y a una posible intención de las autoridades de ocultar este tipo de espacios.

Las conversaciones avanzaron y el 4 de agosto se movieron a la Plaza de la Concepción. Es un espacio público mucho menos transitado, pero ahora sí tienen autorización para ocuparlo. Como el lugar es más grande, instalaron varias carpas atrás de la capilla y unas jardineras. En la de Mime hay parafernalia cannábica, semillas y a la vista de todos las reglas que hay que cumplir. Norma dice que a este espacio, como está más oculto, llegan personas nuevas que no habían ido al plantón en Juárez.

A Las Hijas les sorprende lo rápido que pasó todo. “Fue de que ¡ya es mañana, ya es mañana! Y pues lo hicimos”. La jefa de gobierno Clara Brugada explicó que la reubicación de los campamentos se hizo en atención a denuncias ciudadanas. “El objetivo es que no se generen en estos espacios otro tipo de delitos”, afirmó.

En los espacios se brinda información sobre un consumo responsable.
En los puntos de tolerancia se brinda información para un consumo responsable | Javier Ríos

“Nos propusieron buscar lugares adecuados para estos puntos de tolerancia 420 y sugerimos la Plaza de la Concepción”, dice Norma. “Se hicieron scoutings, vino incluso gobierno, Concertación Política y nos dijeron 'vamos a ver la viabilidad'. Estos son ‘pilotos’ pero el gobierno ya volteó a ver a la comunidad cannábica”.

–¿Y por qué propusieron esta plaza?
–Vimos que era un espacio casi abandonado. Vive gente en situación vulnerable a la que tampoco venimos a desplazar, ni mucho menos. Entonces, pues dijimos “La Conchita sería una alternativa”, está increíble, es bastante grande y nuestra convocatoria es amplia. Dijimos “sí cabemos”. Nada más hay que checar temas de seguridad porque de este lado está muy solo.

Las Hijas piensan que su espacio podría dar un impulso al comercio a la redonda. Según Norma, la gente que tiene locales por ahí –baños, tiendas, restaurantes o cafés– las han recibido bien. Dice que sólo hay un grupo de mujeres que no las quiere allí. “Nosotras cuando llegamos, no nos percatamos de que hubiera infancias. Sin embargo, sí vimos una gran cantidad de gente vulnerable con otro tipo de consumos, con otro tipo de sustancias, y dijimos, ‘o sea, yo si fuera mamá, no dejaría salir a mis hijos en este espacio’”.

vecinos de la zona se rehúsan a ceder el espacio a consumidores.
Protesta contra el espacio de tolerancia 420 en la Plaza la Conchita en CdMx| Araceli López / MILENIO

Norma dice que los espacios 420 son “pilotos” para ver cómo funciona el modelo, sobre todo, respecto a las dinámicas sociales de las zonas donde se reubicaron. En los últimos 12 años se han presentado una serie de iniciativas al Congreso para buscar regular la cannabis en México y, aunque hubo avances, el proceso se quedó trunco hasta el día de hoy

De que nosotras funcionamos, asegura. “Ahorita es el boom y la gente sigue bien espantada y desinformada: ‘¡Ay, los vagos marihuaneros! ¡¿Cómo crees que los van a traer aquí a un parque afuera de mi casa?!’ Y así”.

Piensa que las protestas vecinales –que han llegado a bloquear el Eje Central para exigir que se retiren– responden al desconocimiento. Asegura que están “ultra abiertas” a conversar y a cumplir con las reglas convenidas, aunque a veces no es sencillo. En sus pancartas los vecinos reclaman: “los niños tienen derecho al parque y a no oler marihuana” o “no queremos a los 420 en el Parque Conchita”, hasta un perro fue visto con el letrero: “no me quiten mi espacio a donde voy a hacer pipí”.

“Nosotras estamos aquí resistiendo de la mejor manera y tenemos un horario de las ocho de la mañana a ocho de la noche. Cuando dan las 7:30 la música se apaga y la comunidad se tiene que ir”. Explica que la comunidad cannábica no ha recibido muy bien esto “porque dicen, o sea, ¿cómo, sí nos dan un espacio, pero ahora nos ponen horario?”. En Juárez había mucha más flexibilidad.

Vecinos cerraron Eje central para exigir la reubicación de los colectivos consumidores
Los manifestantes cerraron Eje Central para exigir la reubicación del espacio 420 | Javier Ríos

Tampoco puede haber personas menores de edad, no se vale tomar alcohol o ingerir otras sustancias, ni que haya más de cien personas; no se puede grabar o tomar fotos, ni acosar o violentar a nadie. Y algo muy importante: está prohibida la compra y venta de cannabis.

–Nosotras no fomentamos la venta, ni el intercambio de flores.
–Pero supongo que eso sale un poco de su control, ¿no? –preguntamos.
Sí, bastante.
–Ahora que llegué me ofrecieron varias veces…
Nosotras no lo fomentamos.

Tratan de moverlos. Les piden que se retiren porque su presencia problematiza el espacio. “Personas que vemos que están haciendo traspasos, les pedimos de la manera más adecuada que se vayan. Sin embargo, no podemos tener ese control”.

El secretario de Gobierno de la Ciudad de México, César Cravioto, dijo que para verificar el cumplimiento de los acuerdos, en los nuevos puntos 420 habría personal de la dependencia permanentemente y un módulo de información del Instituto para la Atención y Prevención de las Adicciones. “Si no cumplen, se retiran. Ellos también tienen que ayudar a que se cumplan estos acuerdos y si ven que hay otro tipo de actividades, que nos avisen y el gobierno actuará en consecuencia porque no se va a permitir que se viole la ley”, advirtió.

Pero Norma me cuenta que el fin de semana pasado no hubo presencia de dicho personal en el espacio de las Hijas de la Cannabis; la policía sólo hizo rondines esporádicos sin mayores consecuencias.

Apropiarse de más espacios para las mujeres en una comunidad de hombres

El colectivo busca más espacios seguros para las mujeres consumidoras.
La Hijas de la Cannabis también buscan impulsar la apropiación de espacios de mujeres en la comunidad cannábica | Javier Ríos

Se nubla y las primeras gotas nos sorprenden sentadas en una jardinera platicando. Esta noche caerá una de las tormentas más fuertes en la ciudad. Un chavo nos interrumpe. Pregunta dónde es el punto de consumo. “Está ahí, manito”, le responde Norma y señala de frente con el dedo. “Te metes, cruzas el callejón y ahí lo vas a ver”.

Además de la situación con los vecinos y las nuevas reglas que hay que cumplir, Las Hijas de la Cannabis tienen otro desafío: lograr que haya más chicas; apropiarse de más espacios para las mujeres porque en la comunidad cannábica la mayoría son hombres. Norma asegura que “los espacios exclusivos para mujeres son ¡guau!, funcionan súper bien”. Y subraya: “no queremos sólo un espacio dentro de un espacio de tolerancia, queremos varios”.

Las gotas pasan de llovizna tolerable a tormenta y luego a granizada. Nos protegemos bajo el techo de un local. Cuando baja un poco, regresamos con Norma a su carpa. Ahí está Mime, medio mojada y apretujada. La música psycho paró por el momento. En medio del baile, todo el mundo tuvo que correr. Como sea, no falta mucho para que den las ocho. Quizá esta vez Las Hijas no batallarán para que la gente se vaya a tiempo.

El futuro de este espacio es incierto. El Gobierno de la ciudad ha recibido a los vecinos inconformes y acordaron una mesa de diálogo con la colectiva para lograr en breve un acuerdo satisfactorio para ambas partes.

Pase lo que pase, para Las Hijas de la Cannabis, ser reconocidas por las autoridades como una colectiva feminista cannábica y que les hayan permitido tener su propio espacio de consumo es un paso enorme. “Pensamos que es una pauta para hablar de una futura liberación de la planta. Es un logro, claro que sí, el gobierno acordó que si esto sale bien, si estos espacios funcionan, podría haber más y quizá en un futuro se pueda incluso liberar la ciudad”.


GSC/ATJ

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