Con gran indignación y dolor, la señora Dolores Espinoza Abreña, de la comunidad de Caleras de Amexhe, en el oriente de Guanajuato, relata que mientras dormía con su papá —quien usa silla de ruedas— escuchó un fuerte ruido y vio cómo su casa comenzaba a inundarse.
Súbitamente, el nivel del agua subió casi un metro de altura. Explica que salieron entre la corriente que por poco les arrebata la vida.
Ellos son dos de los 150 damnificados que ya reporta el municipio de Apaseo el Grande, tras el desbordamiento del río Apaseo a causa de una gran afluencia de agua que les llegó la madrugada del domingo desde Querétaro.

Eran como las 04:00 horas, según narró la mujer de 55 años, cuando el sonido del agua la despertó. Al asomarse al patio descubrió que su vivienda se estaba anegando.
De inmediato pensó en cómo sacar a su papá. Su casa es una de las más humildes de la comunidad. Solo ella y su padre viven ahí. Sus muebles eran pocos y todos se echaron a perder, pues el agua alcanzó alrededor de un metro de altura.
De acuerdo con Protección Civil, se estima que se registró un almacenamiento de agua de 250 metros cúbicos por segundo, cuando el promedio es de 72.
No se reportan muertos ni heridos, solo afectaciones en las viviendas.
Cuestión de dos minutos
Con voz entrecortada, Dolores recuerda que salió a pedir ayuda a sus sobrinos, que viven a un lado, para que sacaran a don Diego Espinoza González, pues desde hace un año no camina tras la muerte de su esposa.
Al volver, el agua ya había alcanzado el cuerpo de su papá. La corriente había irrumpido en los cuartos.

Asegura que no pasaron ni dos minutos cuando el agua ya estaba en toda su vivienda.
“Pensé en mi papá, '¡vengan a sacarlo!', pensé, '¡vengan a sacarlo!' Ya después pude sacar poquito, de mis cosas no pude sacar nada”, relató.
Todo pasó tan rápido que la vida de su papá fue lo único que le importó. Después cargó la silla de ruedas y, con las fuerzas que le quedaban, sacó algunos muebles, pero todos se mojaron.
Dentro de toda esta tragedia, ella sigue sorprendida del milagro que le dejó la emergencia, pues asegura que las imágenes religiosas de la Virgen de Guadalupe y de Jesús fueron las únicas que quedaron intactas en un altar, a la misma altura que alcanzó el agua.
“Lo más lindo e impresionable, mis imágenes que están acá, no las tiró el agua”, comentó.

Agua de lejos los sorprendió
A sus 88 años, don Diego percibe que algo no está bien, aunque su hija dice que ya no es consciente de lo que platica. Él le pregunta: “¿Por qué nos inundamos si ni llovió?”.
Y tiene razón, pues esta emergencia se suscitó al desbordarse el agua que viene del estado de Querétaro, en un volumen triple de lo que el arroyo puede soportar, motivo por el cual se salió y arrasó con todo a su paso.
Hasta ahora no se han derribado viviendas, pero para esta familia sus muebles son todo lo que tienen.
Dolores vive con la impotencia de saber que quizá pudo evitarse la tragedia, que los deja sin pertenencias materiales, pero eran lo único que poseían.
Las camas, la estufa, el refrigerador y la lavadora se echaron a perder. La ropa de ella y de don Diego la estuvo lavando para rescatarla.
Si bien dice que solo le interesaba salvar a su papá, hoy exige una solución a las autoridades para que esto no vuelva a ocurrir.
“Yo no estoy culpando a nadie, pero hay que hacer algo contra la naturaleza. El problema es el río. No sé qué le echen más tierra al río, que lo pongan más alto o que le pongan pavimento”, dijo con un nudo en la garganta.
Aunque quisiera darle una solución a este problema en su casa —como construir un muro para contener el agua— asegura que no cuenta con los recursos necesarios.
“No tengo, no la voy a levantar con tres pesos, no la puedo levantar con mil pesos, yo requiero ahí buen dinero”, comentó.
Sacar al bebé fue la prioridad
En la vivienda número 1 de la privada El Pozo, en Caleras de Amexhe, el agua sorprendió dormidos a cinco integrantes de una familia, entre ellos un bebé de cinco meses y dos niñas. El nivel alcanzó un metro de altura y las menores salieron nadando.
“Todo fue muy precipitado, nos agarró dormidas. Yo sentía algo, yo no me quería dormir, pero al final de cuentas me venció el sueño como a las 2:30 de la mañana y para cuando despierta mi esposo me dice: ¡Jess, despiértate rápido, se nos está metiendo el agua!”, narró Norma Jessenia Ochoa Rodríguez.
Al bebé lo sacaron con la ropa que traía y como pudieron. Ni siquiera lo cubrieron con una cobija porque todo se mojó.
En su casa el agua alcanzó un metro de altura. Nadie se ahogó y no ocurrió una desgracia mayor. La energía eléctrica les provocaba descargas al contacto con el agua y el tanque de gas de 45 kilos flotaba entre los objetos.

En cuestión de segundos salvaron sus vidas como pudieron
Las camas, la cuna del bebé, la lavadora, la estufa, la televisión y varios muebles nuevos que acababa de comprar quedaron dañados.
“Nada más saqué mis papeles, mis hijas, mi bebé. En cuanto abrimos la puerta para sacar los vehículos, el agua traía corriente. El agua no nos dejaba abrir la puerta. En cinco minutos fue mucho para que entrara el agua”, contó.
Los tres menores se encuentran bien de salud y no presentaron complicaciones tras estar expuestos al agua.
La exigencia de Norma es la misma que la de todos los vecinos: una solución al río.
“Yo les pido que el río. Que si lo pudieran elevar y ampliar más, porque esa es la cuestión, que aquí está bien estrecho y la curva también. Por allá siento que se salió, porque agarra curva, porque viene en corriente, lógico que se iba a salir”, exhortó.
El auto, pérdida total
Con lágrimas y tristeza, Marisela Ochoa Rodríguez lamenta lo ocurrido por segunda vez en cinco años en su casa. Las pérdidas fueron cuantiosas, pues su carro quedó inundado y fue pérdida total.
Marisela cuenta que, aunque ella estaba en la segunda planta, corrió de emergencia a ayudar a su hermana a sacar a todos sus sobrinos, pero la fuerza del agua les impedía salir. En la madrugada la corriente acabó con todos sus muebles y con el vehículo que estaba en la cochera.
“El agua prácticamente nos agarró dormidos a mis familiares, a mí, fue pérdida total de todo. Coche. Igual. Aquí vive mi hermana que fue la afectada también”, comenta.
Los niños fueron lo primero que sacaron de la casa. En menos de cinco minutos el agua, que primero les llegaba a las rodillas, pasó a cubrirles el estómago.
“Salimos nadando, nos llegaba el agua hasta el estómago. Fue la misma cantidad que nos llegó hace cinco años y tampoco nos dejó sacar nada”, narró.
Su vehículo, un sedán “año viejito”, calcula que valía unos 65 mil pesos, además de lo perdido en ropa, calzado, lavadora, refrigerador y otros muebles.

Una alberca en casa
Aunque el agua solo subió 50 centímetros en la cochera de la casa de Jorge Luis Ochoa Sánchez y María de los Ángeles Sánchez, ubicada en la Avenida del Río número 1, la vivienda se convirtió en una gran alberca tras desbordarse el río.
Esta familia cuenta que también estaban dormidos cuando los perros los alertaron del ingreso del agua al patio.
“A eso de las 3:30 a.m. nosotros estábamos dormidos. Los que nos avisaron fueron nuestros perros, empezaron a ladrar”, relató Jorge Luis Ochoa Sánchez.
En esta casa viven cuatro personas, y los muebles de dos cuartos, una sala y un baño quedaron inservibles.

La señora María de los Ángeles Sánchez comenta que la planta baja de su vivienda fue invadida por completo.
“Mis hijos estaban dormidos en su cuarto. Ya cuando escuché mis perros pues ya les grité. Les dije córranle, porque el agua ya venía aquí bajando”, recordó.
La exigencia de María de los Ángeles es la misma que la de los demás vecinos: “que le echen un ojito al río, porque a cada rato se nos desborda”.
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