Hace once años, la vida de María Luisa Bracamontes Salinas dio un giro radical. Una mañana calurosa de mayo en Torreón, mientras salía a correr con su perrita, sufrió una caída súbita.
"Sentí que me tropecé, pensé que me iba a levantar, pero ya no pude", recuerda.
Ese día, a plena luz del mediodía, una malformación congénita en su cerebro se rompió y provocó una hemorragia interna. La atención médica llegó tarde. Pasó más de medio día inconsciente.
"Me salí a correr como a las once, y mi esposo me localiza hasta después de las cuatro", relata.
Para entonces la Cruz Roja ya la había llevado a un centro de imagen y posteriormente a un hospital privado, tras confirmar el sangrado cerebral.
"Fue un derrame, se me reventó una arteria. Era una malformación congénita que nadie sabía que tenía", recuerda.
Durante años, María Luisa Bracamontes Salinas sufría migrañas intensas. Hoy entiende que aquellas migrañas eran señales. Su marido, Jorge Villarreal, le insistía en atenderse, pero ella restaba importancia a los síntomas.
"Yo pensaba que era normal, muchas amigas las tenían. Me tomaba pastillas y seguía; las migrañas nunca fueron migrañas, eran avisos", dice.
La cirugía ocurrió esa misma noche. María Luisa entró en coma inducido durante tres semanas y media.
"Despierto cuatro semanas después. Me habían abierto toda la cabeza. No movía el lado derecho del cuerpo", señala.
Durante el coma recuerda imágenes que interpreta como manifestaciones de su fe: "Veía a mis amigas vestidas de negro flotando, rezando; se me reflejaba la Rosa Mística en el techo del hospital".
La recuperación fue lenta y ardua, y pasó meses en rehabilitación física.
"Estuve con un cubano maravilloso que me sacó de la silla de ruedas. Él me dijo: ‘Tú tienes cuerpo atlético, te voy a sacar adelante".
La disciplina que antes dedicaba al ejercicio se convierte en la base de su recuperación. "La condición física que tenía me salvó", aseguran sus médicos.
Aprende a caminar de nuevo, a maquillarse con la mano izquierda, a comer de forma distinta.
"Ahora soy zurda. Esta mano —la derecha— sigue débil, pero nunca se me encogió gracias a las terapias", señala.
El proceso transformó su vida familiar. Sus hijos, Jorge Arturo y David, la acompañan. Uno de ellos compone una canción en su honor: "Mamá, me quedé con ganas de decirte que te amo, ojalá despiertes un día".
María Luisa bromea con ternura: "Le dije, te hubieras muerto de remordimiento si no despertaba".
La experiencia reforzó su fe y señala: "No me solté de la mano de Dios y de la Virgen. Ellos no me soltaron a mí" y reconoce que antes no era especialmente devota, pero ahora cada día inicia con una oración y "les encomiendo todo lo que hago".
El diagnóstico fue claro: ictus o derrame cerebral, provocado por una malformación vascular no detectada.
"Todavía tengo un aneurisma que no ha crecido en 11 años. Estoy monitoreada constantemente", dice.
Para ella, la experiencia es un parteaguas y señala: "Fue un tropiezo y me levanté". A quienes la leen, María Luisa les deja un mensaje directo: "Revísense. No todas las migrañas son normales. La atención oportuna es vital. Cuatro horas es el límite ideal para actuar ante un evento como el mío. En mi caso, pasaron muchas más, y por eso las secuelas".
Hoy camina con limitaciones, no puede manejar, pero se mantiene activa y a pesar de las dificultades no mira para atrás.
"Soy bien callejera, así que le busco la manera y este es un maratón que ya llevo 11 años corriendo", asegura.
En su relato no hay dramatismo, hay determinación porque ella ha aprendido a vivir desde otro lugar.
"Todos tenemos una cruz que podemos cargar", afirma y la suya pesa, pero la ha convertido en impulso.
Entre lágrimas, risas, oraciones y música, María Luisa Bracamontes Salinas ahora corre otra carrera: la de compartir su historia para que otras personas aprendan a detenerse a tiempo.
Señales ignoradas
Hoy María Luisa Bracamontes comparte su experiencia para que las personas no ignoren un dolor de cabeza y se atiendan:
- Sufrió migrañas durante 5-6 años previos al derrame
- Las migrañas eran en realidad avisos del aneurisma
- Su buena condición física previa fue clave para la recuperación
- Asegura que las oraciones jugaron un papel esencial en su sanación