El debate está abierto: ¿pueden los cocodrilos que merodean por Tampico convertirse algún día en botas, cinturones, bolsos o en un platillo servido en la mesa? El debate se ha abierto y, por ahora, la respuesta es no.
En la zona sur de Tamaulipas resulta imposible aprovechar la piel y la carne de estos saurios porque no se cumple con el primer requisito para obtener el aval federal: comprobar que existe una sobrepoblación y un desequilibrio real de la especie en su hábitat.

César Cedillo, presidente del Comité de Interacciones Humano-Cocodrilo en México, lo aclara sin rodeos: lo primero que pedirá la Secretaría federal de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) será un estudio específico que demuestre la cantidad total de ejemplares que habitan en Tampico, Ciudad Madero y Altamira.
Ese censo, asegura, simplemente no existe. Y sin números duros que lo respalden, hablar de sobrepoblación es, en el mejor de los casos, una percepción derivada de las frecuentes interacciones entre humanos y cocodrilos.
“Primero, me gustaría aclarar que por ahora no podemos hablar de una sobrepoblación, ya que no existen estudios poblacionales que lo sustenten como tal. Sí vemos muchos cocodrilos en temporada de lluvias fuera de su hábitat, pero también tenemos que ser claros: hemos ganado terreno en estos cuerpos de agua y, bueno, la naturaleza empieza a reclamar. La conducta de los cocodrilos, que es ser territoriales, los lleva a expandirse”, señaló.

El especialista subraya que, al ser una especie considerada en peligro de extinción, está estrictamente prohibido matar o utilizar la piel y la carne de un ejemplar en vida silvestre.
Incluso si se diera una autorización, el aprovechamiento no podría hacerse con cocodrilos libres: la ruta legal es otra.
Forzosamente, explica, para aprovechar piel y carne se deben recoger los huevos de los nidos y depositarlos en granjas, donde los animales crecerán con la intención de ser comercializados. El cocodrilo salvaje, el que se asoma por canales, calles inundadas o lagunas, no puede ser cazado ni utilizado.

¿Son muchos o es percepción?
En agosto de 2024 se realizó un censo en la Laguna del Carpintero, en Tampico, que registró cerca de 90 ejemplares. El conteo fue entregado a las autoridades y buscaba mostrar un panorama real del humedal.
En aquel momento, el entonces alcalde de Tampico, Jesús Nader, solicitó a la Federación autorización para reubicar hasta 15 cocodrilos —sobre todo machos grandes y territoriales— debido al riesgo que representaban para la población.
La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), por su parte, informó que del 21 al 25 de junio de este año, en coordinación con bomberos de Ciudad Madero, Altamira y Protección Civil, capturaron y reubicaron 88 ejemplares reportados en calles, canales, ríos y lagunas tras las fuertes lluvias de la temporada.
La naturaleza, en pleno desbordamiento, empujó a los saurios a caminar entre los humanos.
Cocodrilos de crianza
“Lo que se hace en el rancho de nidos es recolectar los huevos silvestres, meterlos a una UMA (Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre, de Semarnat), a una granja de cocodrilos, y hacer la incubación artificial. Estas crías que nazcan ya son sujetas a aprovechamiento, o sea, literalmente hacer que crezcan para poder aprovechar carne, piel y todos los subproductos que tienen los cocodrilos. Ningún ejemplar de vida libre se puede aprovechar. Ningún cocodrilo del medio silvestre puede ser utilizado”, insistió Cedillo.
Aun si el Congreso de Tamaulipas legislara a favor de esta práctica, la norma ambiental obliga a manipular solo 50% de los nidos, garantizando que la otra mitad quede intacta para la preservación de la especie.
El dilema es claro: ¿cómo balancear la preservación con la posibilidad de convertir a los cocodrilos en industria?

La fallida UMA de Altamira
El especialista recordó que a nivel nacional e internacional, Tamaulipas es el estado con mayor interacción humano-cocodrilo. Ningún otro lugar registra tantos encuentros y ataques: hasta 50 casos de mordedura, varios de ellos mortales.
En cuanto a la UMA de Altamira, señaló su fracaso: después de una fuerte inversión en un predio ejidal, los municipios nunca financiaron su operación.
“Esa UMA está en un predio particular. La persona prestó el terreno de buena fe, pero él no iba a aportar más que eso. Cuando se terminó la primera parte, ningún municipio puso un peso sobre la mesa, entonces ese proyecto fue un fracaso total”, lamentó.
Hoy, su reactivación es inviable: fue construida en tiempos de una menor población estimada en 30 a 50 ejemplares, cuando en el último año los reportes ya hablan de más de 700 avistamientos en la zona sur, producto de lluvias e inundaciones.
Además, recuerda Cedillo, el cautiverio en UMA es temporal: después, los cocodrilos deben regresar a su hábitat. La carne y la piel, insiste, no pueden aprovecharse legalmente de ejemplares silvestres.
Los municipios contemplan crear una nueva UMA, pero no existe aún un proyecto ejecutivo. En estas granjas, explica, la medida ideal para el aprovechamiento de la piel es cuando los cocodrilos alcanzan entre 1.20 y 1.40 metros; a partir de esa talla, la piel pierde calidad y valor.

Profepa y la norma
La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente no tiene procesos abiertos por violaciones a la NOM-059-SEMARNAT-2010, que protege al cocodrilo moreletti y otras especies.
Daniel Gómez, delegado de Profepa en el sur de Tamaulipas, señaló que debido a la categoría de Protección Especial, el aprovechamiento de piel, carne o derivados de los cocodrilos que aparecen en la Zona Metropolitana de Tampico está prohibido.
La única vía son las UMA, autorizadas por la Semarnat para un uso sustentable y regulado.
La NOM-059, que establece cuáles las especies mexicanas en riesgo, incluye más de dos mil 600 animales, desde el jaguar hasta el águila real, pasando por reptiles, aves, peces y plantas.
El cocodrilo de pantano, habitante incómodo y a la vez fascinante de Tampico, comparte esa lista.
La UMA que sí funcionó
En contraste, la UMA “Jacinto Canek”, en el municipio de Casas, en el centro de Tamaulipas, sí logró operar con enfoque en conservación y manejo sustentable.
Originalmente concebida con fines comerciales, hoy busca funcionar como refugio para cocodrilos desplazados de zonas urbanas.
La Comisión de Caza y Pesca Deportiva, organismo público descentralizado del Gobierno del Estado, ha impulsado cursos de capacitación en este recinto, que se ha convertido en centro de formación para cuerpos de emergencia y especialistas, ante el auge de avistamientos.
Aunque estuvo abandonada varios años, actualmente se trabaja en su reactivación.

Interacciones mortales
Desde 2008, se han registrado 53 ataques de cocodrilos a humanos en Tamaulipas, de los cuales cerca de 20% resultaron fatales.
La mayoría ocurrió en Tampico, Madero y Altamira, donde las aguas urbanas y los reptiles conviven de manera peligrosa.
Mientras el debate sigue en Tamaulipas, hay estados en el sureste de México donde el aprovechamiento de cocodrilos es una realidad regulada. Quintana Roo, Campeche, Veracruz, Tabasco y Yucatán cuentan con granjas y UMAs que producen pieles de alta calidad para la industria del lujo.
Bolsas, cinturones, botas y billeteras que desfilan en escaparates internacionales provienen de esas granjas mexicanas.

En Quintana Roo, la granja Cocodrilia tiene demanda de hasta 15 mil pieles al año. En Veracruz, la UMA “El Colibrí” trabaja desde 1981. En Chiapas, además del moreletii, se maneja el caimán de anteojos.
Tamaulipas, aunque dentro de la distribución natural de la especie, no ha logrado todavía dar el salto de la interacción conflictiva a un manejo sustentable.
Aquí, los cocodrilos siguen siendo protagonistas de noticias por mordeduras, no por convertirse en una industria de lujo o en alimento.
Por ahora, la balanza se inclina hacia la protección: la ley lo resguarda, los científicos llaman a la prudencia y el Estado no cuenta con los estudios ni con la infraestructura para dar un paso más allá.
Sin embargo, el debate ya está sobre la mesa. Y mientras no haya un censo claro ni un plan real, los cocodrilos seguirán siendo lo que son hoy: habitantes incómodos y al mismo tiempo fascinantes de las aguas de Tampico, cuya piel y carne, más que mercancía, siguen siendo motivo de discusión.
