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  • El beisbol paralizó a Tampico un día como hoy de hace 50 años. Esto fue lo que pasó

  • Historia
  • El día en que una pelota y un bat detuvieron por completo la vida política, económica y social del puerto.
Alijadores de Tampico | ESPECIAL

Dentro de sus 202 años de historia, los habitantes de Tampico han establecido lazos con el deporte. De lo individual a lo colectivo, ese vínculo forjó momentos inolvidables en diferentes generaciones. El beisbol fue parte de ello y dejó, hace exactamente medio siglo, una huella imborrable.

Un día de calor veraniego, habitual en 1975, se volvió atípico para la zona sur de Tamaulipas. Ese 28 de agosto el único objetivo era terminar pronto la jornada laboral, llegar a la Zona Centro, caminar por la calle Salvador Díaz Mirón hasta el parque de pelota, ubicado al oriente, junto al río Pánuco, conseguir un boleto y presenciar la potencial coronación de los Alijadores.


Era el quinto juego de la serie final de la Liga Mexicana, favorable a los locales por 3-1 ante Cafeteros de Córdoba. La multitud se volcó a la Isleta Pérez, reconocida por su arraigo con la pelota caliente y la industria. El triunfo coronaría una espectacular carrera en los Playoffs ante un poderoso rival, superior en nómina según los expertos, pero lo extraordinario se consumó después de la medianoche.

Aficionados que en aquel tiempo eran niños y jóvenes, algunos con participación directa en el conjunto, detallan cómo fue el día en que una pelota y un bat detuvieron por completo la vida política, económica y social del puerto. Miles de personas se arremolinaron dentro y fuera del recinto, mientras la radio registraba una sintonía sin precedentes. Es, hasta hoy, el último gran logro de la LMB para la localidad.

Tampico se paralizó por completo. Desde temprano empleados, familias y aficionados llegaron al parque. Ya había boletos agotados, muchos se quedaron fuera e invadieron las laterales, al grado de estar a medio metro de las almohadillas. Desde las 3 de la tarde se llenó y el partido empezó hasta las 8 de la noche”, explicó Jorge Pancardo Zamora, promotor y testigo de la proeza.
Jorge Pancardo Zamora, promotor y testigo de la proeza.
Jorge Pancardo Zamora, promotor y testigo de la proeza.

Una zona en crecimiento contagiada por el furor

El crecimiento poblacional se reflejaba en colonias divididas con Ciudad Madero apenas por una calle. Se asomaba la inversión en la prolongación de la Avenida Hidalgo, mientras familias del norte de Veracruz y San Luis Potosí poblaron los alrededores del Aeropuerto y los límites con Altamira.

El Centro seguía como el punto neurálgico de la economía, con negocios emprendidos con capital local, complementados por la industria en la Isleta. En esa zona, por un lado estaban las fábricas y, en el otro, el inmueble construido por Dibo Schekaibán padre, ocupado por la franquicia que regresó a la liga en 1971 con el apoyo del empresario regiomontano Nicolás Cono Canavati.

A finales de agosto, el furor lo provocó el juego cuatro. Los tamaulipecos, bajo el mando del mánager Benjamín “Papelero” Valenzuela, cimbraron al país al ganar un partido de visitante en la serie. Su roster había terminado la fase regular como líder en la División Este de la Zona Norte, pero con marca inferior (73-62) a la de Cafeteros (87-47), Saltillo (81-55) y Puebla (80-58). Se perfilaban como potenciales víctimas.

La noche previa, Julio Cruz fue artífice en la defensa, controlando el ataque con lanzamientos de otro mundo. “Se comportó como pitcher de Grandes Ligas”, recordó Gustavo Hernández, quien con 10 años, desde el entonces ejido de Tancol, evocó aquel día.

El ritual de ese jueves fue el mismo para la plantilla. Hospedados en un hotel del primer cuadro, caminaron por Díaz Mirón hacia el escenario. Niños y jóvenes los escoltaban, incluso cargaban sus maletas o utensilios.

“Esa calle era la conexión. La mayoría de los jugadores estaban en el Hotel Mundo. Tom Silverio y Héctor Espino caminaban al parque y los niños los acompañaban”, añadió Iván Vega, ayudante del bat boy del equipo.


El entradón de todos los tiempos

El escenario, con un aforo máximo de 7 mil personas, registró una hora antes del “playball” (programado a las 20:00 horas) más de 12 mil asistentes. Afuera, la multitud era todavía mayor. En las bases de primera y tercera, el público estaba a un metro de distancia.

Al exterior, cientos hicieron un último esfuerzo por entrar y el paso se dificultó. “Afuera del parque hay una cantidad de gente similar a la contenida en la tribuna. ¿Dónde cabrá? Lo indicado es que se abstuviera de pretender llegar al estadio y mejor en casa escuchen la transmisión”, relató el cronista Jorge Zúñiga.

Sergio Kreimerman, directivo de la novena, habló con el presidente de la LMB, Antonio Ramírez Muro, con sus homólogos, el mánager visitante e incluso con fuerzas policiacas, a fin de mantener la calma por el evidente sobrecupo.

“Dibo Schekaibán y yo vimos el partido. Él fue el constructor y estábamos sudando. Recuerdo que me dijo: ‘Jorge, si el parque no se cae hoy, no se va a caer nunca’… pero lo tumbaron después de 1975 cuando compraron el terreno. Así es el negocio del puerto”, relató Pancardo Zamora.

“Es el entradón de todos los tiempos”, dijo el narrador Alfredo Sánchez en la transmisión.

Córdoba ataca temprano; Tampico responde

Todo bajo control, el choque comenzó cuesta arriba para los tampiqueños. Mal arranque para el abridor alijador Curtis Issom, que dio tres bases por bola y llenó la casa con un out. Vic Davalillo generó las dos primeras rayitas en la pizarra para los veracruzanos con un batazo a la derecha. “Papelero” Valenzuela no tuvo paciencia y lo relevó con Francisco Maytorena, pero Hal King lo castigó con otra anotación mediante un hit productor.

Héctor Espino demostró su mote de Superman en el cierre de esa tanda. Con el puertorriqueño Víctor Torres en la inicial y dos outs, acortó distancias con cuadrangular de 405 pies por la pradera izquierda. El festejo fue sonoro y la incertidumbre se transformó en esperanza.

Tampico
Todos los integrantes de Alijadores de Tampico campeones en 1975, fueron entronizados al Salón al Mérito Deportivo local.

Hubo una interrupción en la alta del segundo tramo. Víctor “Lobo” Sainz, umpire principal, pidió orden por la cercanía del público a las bases. “Vemos gente hasta en las azoteas”, describió Raúl Dávila, reportero en el cuadro.

Tom Silverio con sencillo y Joe Pactwa con doblete encendieron el ataque en la conclusión del segundo rollo. Rolando Camarero pegó rodado hacia el parador en corto Jenny Rivero, pero en esa bola ocupada Silverio anotó la igualada. Juego nuevo y el inicialista Porfirio Salomón dejó la lomita.

Pablo Gutiérrez Delfín fue el primer relevo desde el bullpen cafetero. Tuvo apuros con un error del tercera base Manny Álvarez, al tratar de atrapar junto con Hilario “Jungla” Salinas a Pactwa en un tira-tira, pero se le cayó la bola. Bases llenas desaprovechadas por Eddie León, que pegó roletazo y acabó en doble play.

Una segunda interrupción ocurrió al abrirse el cuarto episodio. El cuerpo de umpires volvió a solicitar la reubicación de la afición, que afectaba las pelotas de foul. Los 10 minutos pasaron rápido al sonar “La Marcha de Zacatecas” interpretada por la banda municipal. Antes de cerrar esa entrada, visible pese a la poca luz, un barco de carga navegó por el río Pánuco.

Daniel Espino conserva la franela réplica de su padre en los Alijadores de Tampico.
Daniel Espino conserva la franela réplica de su padre en los Alijadores de Tampico.


Del dramatismo a la explosión de júbilo


Las notas de “Las Golondrinas” en la alta de la sexta fueron el presagio del drama local. Doblete de Jesús Paredes, y King hizo el recorrido; pese al tiro desde el jardín izquierdo, timbró y devolvió la ventaja al urgido Córdoba con la cuarta carrera.

Ramón “Tres Patines” Arano emergió como apagafuegos en la conclusión de esa entrada, enfrentó una amenaza con rivales en posición de anotar. Ponchó a Eddie León y con elevado de Torres salió del problema.

Alijadores padeció del bateo oportuno y dejó 14 hombres en base. Todo cambió en la baja de la octava: Arturo Rey y Eladio Urías se colocaron en circulación con sencillos, Eddie León se sacrificó con toque y Víctor Torres emparejó con imparable.

En la hora cero, el chihuahuense Espino no necesitó capa para convertirse en héroe: bastaron su bat y su instinto para definir la noche. Al primer lanzamiento de Arano puso la pelota en terrenos del jardín izquierdo y empujó dos carreras. Números de 5-5, dos sencillos, dos dobles y un jonrón. Sobre todo, desató el éxtasis en la tribuna. “Es una de las noches más buenas que he vivido”, declaró al concluir el duelo.

Pelotas firmadas por Héctor Espino, donadas por su hija Marcela al Museo de la Ciudad Tampico
Alijadores de Tampico forman parte del Museo de Tampico

Israel Buentello, el tercer lanzador utilizado por los cordobeses, quiso enfriar el ambiente. Nervioso, su primer envío al plato fue un wild pitch que permitió a Héctor anotar la séptima.

Maytorena (lanzador ganador) completó la ruta y concretó el ansiado out 27 con un elevado del emergente Bojórquez. Tres horas de emociones en tobogán y se desató el caos: invasión de los asistentes y jugadores corriendo al dogout.

En toda la ciudad la locura se extendió por la madrugada. Fue una noche en la que el puerto no durmió. “Se escucharon el silbido del tren y de los barcos. Cuando conectaron los cuadrangulares o las carreras salía de mi casa a gritar. El juego terminó y la alegría se transmitió, fue una fiesta, en todas las plazas de Tancol había alegría”, externó Gustavo Hernández.

“Es la emoción más grande de mi vida”, dijo Kreimerman en plena celebración en el Club House.


Recuerdos, añoranzas y homenajes


Margarito Valdez, en esa etapa adolescente, fue un ferviente asistente a los juegos. Se escapaba de su madre y junto a su primo y amigos entraban como vendedores de refrescos y golosinas. Al transitar hoy por el terreno que pertenece al puerto de Tampico, las memorias florecen.

“Estuvo tan grande que no se puede explicar. Era un adolescente y a pesar de los años me sigo emocionando. Este equipo marcó a toda una generación, es una leyenda, sucedió en nuestra niñez y esta franquicia siempre nos trae bonitos recuerdos”, rememoró.

Margarito Valdez,  fue un ferviente asistente a los juegos.
Margarito Valdez, fue un ferviente asistente a los juegos.

Hoy, además de los testimonios, publicaciones en redes sociales y fotografías rescatadas, sobreviven de esa plantilla el catcher Arturo Rey (vive en Chihuahua) y el lanzador Rodolfo Vallejano (reside en Tampico). Ambos recibirán un homenaje de las autoridades por el 50 aniversario.

En el ámbito cultural también hubo un esfuerzo por rescatar la hazaña. Alberto Aguilar Silva coleccionó pelotas firmadas por Héctor Espino, donadas por su hija Marcela al Museo de la Ciudad Tampico, recibidas por Gabriel Hernández, integrante del Patronato, y exhibidas en la Sala Contemporánea.

Pelotas firmadas por Héctor Espino, donadas por su hija Marcela al Museo de la Ciudad Tampico
Pelotas firmadas por Héctor Espino, donadas por su hija Marcela al Museo de la Ciudad Tampico


Además, la tienda de ropa deportiva Klass Sport lanzó a la venta réplicas del jersey y gorras usadas en aquella temporada y en esa noche todavía inolvidable.

Y en la Isleta Pérez, en la barda de la privada Díaz Mirón, un mural recuerda el parque y el paso del tren durante los encuentros.

“Tenemos más de 40 años sin un partido profesional. Necesitamos alguien que realmente le apueste”, puntualizó Iván Vega.


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Víctor Hugo Durán
  • Víctor Hugo Durán
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  • Reportero/columnista de oficio-profesión, pegándole a veces al periodismo. Política, Negocios, Deportes (excepto Pádel), cine y música. Muy pronto, barbacoa los domingos.
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