El conocer las emociones y cómo gestionarlas es esencial para la convivencia en el mundo, por eso los padres y cuidadores tienen una gran responsabilidad cuando se trata de la educación de las infancias en estos temas, de modo que puedan ser adultos que tengan mejor inteligencia emocional.
Maribel Borrego, psicóloga infantil y adolescente menciona que el desarrollo emocional es la base de todo lo demás, pues un niño que sabe identificar lo que siente, expresarlo adecuadamente y encontrar formas saludables de regularse, es un niño que puede construir relaciones sanas, resolver conflictos, tener empatía, y tomar decisiones más acertadas.

Señala que esta educación es importante darse desde el nacimiento. “El desarrollo emocional comienza incluso antes de que los niños hablen. Cuando un bebé llora y alguien lo consuela, está aprendiendo que sus emociones importan y que no está solo con lo que siente. Ya desde el primer año podemos empezar a ponerle nombre a las emociones, modelar calma y validar lo que sienten”, declara.
Por su parte, Alejandra Gándara Escobedo, psicoterapeuta infantil, comenta que, al ser los niños impulsivos desde nacimiento, expresan lo que sienten, pero no les es fácil nombrarlo. Por ello es importante que se les enseñe a nombrar las sensaciones en su cuerpo y el cómo se expresan las emociones, para que puedan mencionarlo en cuanto lo sientan.
Borrego hace énfasis en que este trabajo se puede hacer con los niños desde lo más básico, como ponerle nombre a lo que sienten, validar y enseñar maneras de calmarse sin minimizar lo que sienten. Igualmente, recomienda los cuentos, juegos de roles, dibujos libres, botellas de la calma, ejercicios de respiración y hasta conversaciones espontáneas después de una película.
“Lo más poderoso, siempre, es el ejemplo. Un adulto que se regula, enseña más que mil sermones. Es muy importante ayudar a los niños emocionalmente, pues aquellos que no desarrollan su inteligencia emocional pueden volverse adolescentes con dificultad para manejar el estrés, relaciones conflictivas, baja autoestima, impulsividad o problemas de salud mental”.
También coincide Gándara Escobedo en que los relatos, videos y libros pueden ayudar al aprendizaje de las emociones y cómo se sienten, al igual que hablar con ellos sobre estas mismas y cómo se sienten corporalmente. También la identificación de los cuidadores ante sus propios sentimientos es crucial para la enseñanza.
“Es muy común que los papás pidan a los niños identificar sus emociones, pero ellos no logran hacerlo. Para que los niños puedan tener este desarrollo emocional, es importante que se les comunique cuando uno de los cuidadores tiene alguna emoción. A partir del ejemplo verbal, el niño puede entender lo que pasa en él mismo”.
Concluye Maribel con la reflexión de que, en ocasiones, las personas ven la inteligencia emocional como algo “extra”, pero en realidad, es una necesidad básica. Las personas que son cuidadoras o maestros no tienen que ser perfectas, sino conscientes, por lo que el acompañamiento a las infancias en su atención emocional, se les da la posibilidad de sentirse a salvo dentro de sí mismos.
Alejandra recomienda encarecidamente que los propios cuidadores trabajen con sus propias emociones para poder enseñar a los niños, pues no se puede esperar a que los pequeños expresen lo que sienten su no se les ha instruido desde casa, permitiendo que se les diga lo que sienten, estableciendo una comunicación entre ellos que será muy valiosa.