DOMINGA.— Villahermosa arde y no es por el calor tropical. La tierra de López Obrador, que parecía blindada con una paz de hamaca y guayabera, amaneció con fuego cruzado en fraccionamientos de élite y bares donde se bailaba salsa hasta la madrugada. El crimen organizado se sentó en la mesa del edén tabasqueño y tumbó la ilusión de que aquí la violencia era un problema ajeno. La fiesta terminó y nadie sabe quién apagará la música.
Al norte, un viejo capo confesó lo que todos sabían: Ismael El Mayo Zambada se declaró culpable en Estados Unidos. Pero no se engañen: el maestro se rinde, su manual no. En Durango, su hijo El Mayito Flaco sigue predicando las reglas de oro del negocio familiar, como si la guerra en Culiacán necesitara un heredero para prender otra mecha. El imperio del Mayo no se cae con una firma en tribunales gringos; su sombra sigue marcando la cancha del narco.
Y hablando de canchas, en Centroamérica un mexicano decidió escribir su propia jugada. Javier Salinas, exdirectivo de la Liga MX, exportó su expertise al futbol nica y los tiene soñando con su primer Mundial. Nicaragua, el país que suele ser nota por dictaduras, migraciones y apagones, ahora aparece en la quiniela del balón. ¿Lo logrará? Nadie lo sabe, pero vaya que da gusto que un mexicano mueva la pelota en tierra tan dura.
En esta edición cruzamos fronteras: del Villahermosa que arde al Durango que resiste, del Culiacán que nunca duerme a la Managua que sueña con estadios llenos. Historias que revelan lo mismo: el poder, en cualquiera de sus formas —política, criminal o deportiva—, siempre se juega en silencio, entre pasillos y reglamentos no escritos.
Lo nuestro, en cambio, es contarlo. Mordaces, sin solemnidad y con la certeza de que, entre tanto fuego cruzado, todavía hay espacio para la crónica, la ironía y la pelota que rueda.
DOMINGA no perdona, cuenta.
MCM