En Jalisco, cada vez nacen menos niñas y niños. La tendencia es clara y sostenida: para el año 2030, se calcula que la población de entre 0 y 17 años representará solo el 26.8 por ciento del total estatal, una caída pronunciada en comparación con el 34.9 por ciento de 2010 y el 54.7 por ciento registrado en 1970, de acuerdo con proyecciones de la CONAPO recopiladas por el Instituto de Información Estadística y Geográfica de Jalisco (IIEG).
Entre 2024 y 2030, se espera una reducción de más de 123 mil personas en este grupo de edad. El grupo de 0 a 4 años será el más afectado, con una baja del 5.9 por ciento (40 mil 936 niñas y niños menos); el de 5 a 9 años disminuirá 4.3 por ciento (31 mil 039); el de 10 a 14 años caerá 5 por ciento (36 mil 992) y el de 15 a 17 años bajará 3.1 por ciento (14 mil 093 adolescentes menos).

¿Cuántos menores viven en pobreza?
A pesar de esta disminución en la natalidad, Jalisco enfrenta un panorama adverso en términos de bienestar infantil. El 29.5 por ciento de los menores de edad vive en condiciones de pobreza, lo que equivale a más de 718 mil niñas, niños y adolescentes con carencias en alimentación, educación, salud, vivienda o acceso al agua potable, según datos del CONEVAL. Esta situación contrasta con la idea de que menos nacimientos implican mejores condiciones para la infancia. El sociólogo Ricardo Fletes Corona, académico de la Universidad de Guadalajara y jefe del Departamento de Desarrollo Social en el CUCSH, advierte que el verdadero reto no es cuántos niños nacen, sino cómo garantizarles una vida digna a los que ya están aquí.
Fletes considera que la baja natalidad debería verse como una oportunidad para mejorar la atención y el cumplimiento de los derechos de niñas y niños, pero esa posibilidad se diluye frente a las condiciones estructurales del país. Además, destaca que los objetivos de desarrollo del milenio, que planteaban reducir a la mitad la pobreza infantil entre 2010 y 2030, no se están cumpliendo y ya se discute aplazar la meta hasta 2035. La pobreza infantil, añade, compromete no solo el presente sino también el futuro de la sociedad, ya que afecta la permanencia escolar, el desarrollo cognitivo y las posibilidades de movilidad social.
¿Qué hay detrás de la baja natalidad?
La caída en la natalidad tiene múltiples causas. Fletes señala que las condiciones económicas actuales, los altos costos de crianza y una cultura centrada en el desarrollo profesional individual han llevado a muchas personas a retrasar o evitar por completo la maternidad y la paternidad. “El ser humano ahora busca cumplir su proyecto profesional y eso implica no tener otro compromiso más que enfocarse en su carrera. Entonces, los hijos se retrasan lo más posible, o simplemente se descartan”, explica. También influyen el miedo a la inseguridad y la percepción de que el futuro es incierto, especialmente en términos de acceso a recursos naturales como agua, alimentos y vivienda.
Conoce lo que más les importa a las niñas, niños y adolescentes de Jalisco, integrantes de la Red Estatal de Participación Infantil.
— Sistema DIF Jalisco (@DIFJalisco) April 30, 2025
Para poder diseñar acciones y estrategias con resultados positivos para las infancias, primero debemos escucharlas.#DalePlay pic.twitter.com/5WBnDUfU8S
A estas preocupaciones se suman las ambientales. Muchas personas consideran que el planeta no podrá sostener a nuevas generaciones con una buena calidad de vida. “Cuando pienso en la sustentabilidad, pienso en si va a alcanzar el agua, los alimentos, los recursos para mi generación y las que vienen. Y en buena parte de la realidad social, esas condiciones no existen”, afirma el académico. En ese contexto, tener hijos implica asumir un compromiso que no todas las personas se sienten en condiciones de cumplir.
El problema se agrava en zonas rurales e indígenas, donde las carencias son más graves. Aunque allí vive solo el 21 por ciento de la población del estado, el acceso a servicios básicos como salud, educación, transporte o agua potable es muy inferior al de las zonas urbanas. Fletes sostiene que la brecha entre la infancia rural y urbana se ensancha cada año, y que garantizar derechos como los establecidos en la Convención de los Derechos del Niño sigue siendo un desafío pendiente. “Si están mejor alimentados, cuidados en salud, etcétera, van a ser mejores personas y ciudadanos. Esa es la idea”, señala.
¿Qué efectos tiene la baja natalidad?
El descenso de la natalidad también tiene implicaciones a largo plazo. Con una tasa de reemplazo poblacional por debajo del 2.1, como ya ocurre en muchas regiones del país, se corre el riesgo de un desequilibrio demográfico en el futuro: habrá menos personas en edad productiva y una carga creciente sobre los sistemas de salud, pensiones y cuidados. “Con menos niñas y niños, deberíamos ser capaces de garantizar su bienestar. Pero no estamos cumpliendo esa promesa”, concluye Fletes. Si el Estado no responde con políticas públicas integrales y sostenidas, la combinación de baja natalidad y pobreza estructural puede conducir a una crisis social más profunda.
El futuro demográfico de Jalisco está en transformación. Pero más allá de las cifras, el reto está en cómo el Estado enfrenta esta transición: si como una oportunidad para mejorar el bienestar de las infancias o como un síntoma de abandono social. La infancia está disminuyendo en número, pero no está mejorando en calidad de vida. Y eso, más que un dato, es una alarma colectiva.
SRN