Las políticas y los recursos destinados a la salud mental en todo el mundo aún son insuficientes. Los sistemas sanitarios públicos están fallando al no brindar a las personas los servicios que necesitan en el momento en que la emergencia del coronavirus ha puesto de manifiesto la urgencia de apoyo a la salud mental.
Prueba de la necesidad de invertir en este sector es que, de abril de 2020 a febrero de 2021, la mayoría de las más de 26 mil llamadas que se recibieron en la línea gratuita del Instituto Jalisciense de Salud Mental (Salme) estaban relacionadas a trastornos de ansiedad generalizada y episodios depresivos de moderados a recurrentes.
Ambos padecimientos, ya presentes antes de la pandemia, se acentuaron por las restricciones sanitarias y el miedo a contagiarse de coronavirus. Fernando Alcaraz Mendoza, académico del Departamento de Psicología, Educación y Salud (DPES) del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (Iteso), asegura que en el año reciente se han disparado los problemas de depresión y de ansiedad: “Esto acarrea otro tipo de cuestiones como los reportes de alteraciones de sueño, que se incrementaron, y una serie de efectos como el sedentarismo, el aumento del consumo de alcohol, los conflictos dentro de casa y las alteraciones alimenticias”.
El próximo 10 de octubre se celebra el Día Internacional de la Salud Mental, previo a esta conmemoración se dio la nueva edición del Atlas de la Salud, en el que se explica que en 2020, solo el 51 por ciento de los 194 Estados Miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) informaron de que su política o plan de salud mental estaba en consonancia con los instrumentos internacionales y regionales de derechos humanos, porcentaje que es muy inferior a la meta del 80 por ciento.
Y solo el 52 por ciento de los países cumplieron la meta relativa a los programas de promoción y prevención de la salud mental, porcentaje también muy inferior a la meta del 80 por ciento. La única meta para 2020 que se cumplió fue la reducción de la tasa de suicidio, en un 10 por ciento, pero, incluso entonces, solo 35 países dijeron que tenían una estrategia, política o plan de prevención independiente.
Pasó ya un año y siete meses desde que comenzó la pandemia y “es extremadamente preocupante que pese a la evidente y creciente necesidad de servicios de salud mental, agudizada aún más durante la pandemia de covid-19, no se cumplan los compromisos adquiridos de inversión en ese rubro”, declaró este viernes el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, en un comunicado.
En el texto, asegura que ninguna de las metas de liderazgo y gobernanza eficaces en materia de salud mental, prestación de servicios de salud mental en entornos comunitarios, promoción y prevención de la salud mental, y fortalecimiento de los sistemas de información, estuvo cerca de alcanzarse.
Por su parte, Claudia Vega Michel, también investigadora del DPES de la universidad jesuita, aseguró que “la ansiedad tiene que ver con la incertidumbre de que llevamos un tiempo prolongado sometidos a esta situación de tensión y estrés”. La depresión, en cambio, tiene que ver con la “disminución de los efectos gratificantes del día a día, incluyendo principalmente los que tienen que ver con pequeños logros personales que dan sentido a la vida. Al caer estos, los estados de ánimo decaen”, explicó Alcaraz.
En su informe, el dirigente de la OMS aseguró que la depresión, la ansiedad, el estrés post traumático, el trastorno bipolar y la esquizofrenia son enfermedades mentales que afectan a más de una de cada cinco personas: “Debemos prestar atención y actuar en respuesta a esta llamada de atención y acelerar drásticamente la ampliación de la inversión en salud mental, porque no hay salud sin salud mental”.
Alcaraz dio algunas sugerencias a las personas que se sientan afligidas o ansiosas: en primer lugar es importante aceptar que la situación actual por la pandemia no se puede cambiar, también hay que cubrir las necesidades básicas humanas como la alimentación y el sueño, entre otras.
Y además
CuidadosEs posible recobrar la estabilidad emocional mediante ayuda profesional y la aplicación de rutinas, ejercicios y hábitos como la actividad física, una correcta alimentación, la regulación de las horas de sueño o mantener las relaciones familiares y de amistad. Vega Michel recomienda monitorear las acciones diarias para evitar alguna afectación de la salud. Adoptar rutinas ayuda a recuperar la normalidad en los ciclos vitales.
SRN