Alan Monroy Ojeda, estudiante del Doctorado en Ecología Tropical en el Centro de Investigaciones Tropicales (Citro) de la Universidad Veracruzana (UV), logró documentar la presencia del águila arpía (Harpia harpyja) en la Selva Lacandona, que se creía extinta desde hace más de dos décadas sin registros confirmados de la especie.
La comunidad científica la había considerado extinta en el país. “decía que ya no existía, pero nadie había ido a buscarla. Desde 2016 trabajamos en la selva con la sociedad civil Dimensión Natural, capacitando a comunidades locales y monitoreando especies en peligro de extinción”, señaló Alan Monroy Ojeda.
A través de un comunicado, la Universidad Veracruzana destacó que el interés de Monroy Ojeda por esta especie emblemática surgió durante su formación de posgrado; mientras cursaba la Maestría en Ecología Tropical desarrolló modelos de distribución espacial para identificar zonas con mayor probabilidad de encontrar al águila arpía, y fue así como enfocaron sus esfuerzos en áreas clave de la selva.

El águila arpía es considerada el ave rapaz más poderosa del mundo. Sus alas extendidas, de punta a punta, miden hasta dos metros y sus garras son más grandes que las de un oso grizzly. En muchas culturas indígenas de América es símbolo de fuerza y está asociada con el sol.

“Es un depredador tope, como el jaguar, pero en el dosel de los árboles, esto significa que regula las poblaciones de fauna arbórea y su presencia indica un ecosistema bien conservado”, explicó Alan Monroy.
De ahí la trascendencia de este hallazgo, ya que confirma que aún existen regiones naturales en México con condiciones ecológicas suficientemente intactas para sostener a esta especie y otras más, destacó el alumno de posgrado.
Su principal amenaza ha sido la deforestación de la selva por la ganadería extensiva y la cacería accidental, es decir, las personas que por curiosidad o desconocimiento, al ver un ave tan grande deciden dispararle para observarla, en lugar de usar binoculares, incluso muchos desconocen que están frente a una especie única.
Otro obstáculo, señaló, ha sido la falta de interés académico e institucional, ya que desde el 2000 no hubo esfuerzos serios por buscarla, simplemente se asumió su extinción.
El registro que lo cambió todo
Aunque desde 2017 se han observado varios individuos de esta especie, el primer registro fotográfico confirmado se dio a conocer en el evento Chiapas Birding Festival, el cual es clave para la promoción del aviturismo en el país.
“Aunque ya habíamos visto el ejemplar, no habíamos querido anunciarlo hasta que lo hubiéramos fotografiado, y así comprobar que no estaba extinta. Lo interesante es que el individuo captado es inmaduro, esto quiere decir que hay una pareja reproductiva cerca”, señaló.
Monroy Ojeda destacó que esta observación no solo indica que la especie no está extinta, sino que hay al menos una pareja criando, por lo que ahora el equipo trabaja para localizar el nido y conocer mejor la distribución del ave en la selva.

“Las arpías tienen territorios muy grandes, de hasta 100 kilómetros cuadrados por pareja; su tasa reproductiva es muy baja, la mayoría de las veces tienen un solo polluelo y pueden pasar hasta cuatro años antes de tener otro, por eso es tan difícil verlas”, explicó.
Además, celebró que autoridades de los tres niveles ya se acercaron al equipo de investigación para emprender acciones para su conservación.
“Ya logramos dialogar con la Secretaría del Medio Ambiente del estado, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) y con representantes de comunidades locales. Con anterioridad ya les habíamos presentado una propuesta integral para la conservación, pero no nos hacían caso, pero ahora sí nos escuchan”, celebró.
El proyecto, busca consolidar una estrategia regional de conservación que incluya: más expediciones para localizar el nido y otros ejemplares; extender las áreas naturales protegidas y establecer corredores biológicos entre ellas, así como promover un acuerdo trinacional México, Guatemala y Belice, ya que la Selva Maya –donde habita el ave– es un ecosistema compartido.
Una de las acciones que impulsa el equipo es instaurar el 19 de agosto como el Día Nacional del Águila Arpía y las Rapaces Biotropicales, propuesta ya presentada ante el Senado de la República Mexicana y a la Conanp.
“La mayoría de los mexicanos y mexicanas no saben que esta ave existe, tampoco de su importancia ecológica, así que queremos cambiar eso con educación ambiental y divulgación científica”, comentó.
Además, como parte de su tesis doctoral, Alan Monroy desarrolla análisis espaciales para planear futuras reintroducciones de la especie, tal como ya se ha hecho con éxito en Panamá, Belice y Brasil.
Más allá del hallazgo científico, resalta el componente humano del proyecto.
“Lo hacemos por amor al arte, por amor a la selva, a las especies, a la aventura. Conservar al águila arpía es conservar todo lo que representa: la biodiversidad, los ecosistemas y el futuro de nuestras selvas”, expresó.
MSS